domingo, 31 de enero de 2021

¿Has venido a acabar con nosotros?

Esta pregunta se la formula a Jesús un hombre endemoniado en el Evangelio de este IV Domingo del Tiempo Ordinario. Es verdad que el tema central de la liturgia de hoy es el carácter profético de Jesús y su extraña autoridad a la hora de predicar y sanar. Yo, sin embargo, prefiero centrarme en esta desconcertante pregunta. Para empezar, llama la atención que el endemoniado (quizás un enfermo psíquico) la formule en plural. No dice ¿has venido a acabar conmigo?, sino ¿has venido a acabar con nosotros? Es como si se convirtiera en portavoz de todos los demonios que afligen a los seres humanos. El enfermo es muy consciente de que de la persona de Jesús sale una energía que es superior a todas las fuerzas demoníacas. Me gusta esta manera de contemplar a Jesús. Nos cura de las imágenes buenistas y dulzonas con que a veces lo presentamos. Es verdad que él transparenta la misericordia de Dios, pero también la lucha contra el mal que atenaza a los seres humanos. Donde está Jesús, no hay lugar para la extorsión, la mentira, la injusticia o el egoísmo. Quizá por eso, quienes viven dominados por estos “demonios” no soportan que se les hable de Jesús o del Evangelio. Saben que eso supondría tener que cambiar y no están dispuestos a hacerlo. Sienten alergia a todo lo que suene a Evangelio. 

En el contexto actual, imagino a un Jesús humilde pero enérgico frente a quienes:

  • Trafican con seres humanos, los prostituyen o venden sus órganos.
  • Hacen de las vacunas contra el Covid-19 un negocio y las venden al mejor postor sin tener en cuenta las necesidades del bien común.
  • Hablan de paz en público, pero firman contratos para vender armas a países que viven en guerra permanente.
  • Engañan a sus familiares, amigos o socios para obtener beneficios.
  • Abusan física, psicológicamente o sexualmente de los pequeños y vulnerables.
  • Utilizan Internet para hackear a empresas, instituciones y particulares, alterando el normal funcionamiento de la sociedad y creando grandes problemas. 
  • No hacen más que hablar de Dios, pero llevan una vida de espaldas a Él.
  • Juegan con la vida de los seres humanos promoviendo el aborto, la eutanasia, la venta y consumo de droga, los juegos adictivos, etc.
  • Utilizan el sexo como moneda de cambio y fomentan una sociedad hipersexualizada para narcotizar a las personas.
  • Engañan a los pobres, pagan salarios miserables o literalmente esclavizan a niños y adultos en trabajos insoportables.
  • Manipulan la verdad a través de los medios de comunicación o diseminan noticias falsas para defender sus intereses políticos y económicos.
Sí, Jesús ha venido a acabar con el imperio del mal en sus múltiples ramificaciones. Por eso, no debería extrañarnos que quienes se mueven en sus esferas quieran acabar con Jesús.

La enseñanza del Evangelio de hoy es muy clara: no hay demonio que pueda con la autoridad de Jesús porque él no es simplemente un líder persuasivo o un maestro superior a los escribas de su tiempo, ni siquiera un profeta en el que las palabras y las obras encajan a la perfección. Él es como confiesa el mismo endemoniado – el “santo de Dios”. Su autoridad no nace solo de la coherencia de su vida o de la fascinación que produce en quienes lo escuchan. Nace de su identidad de hijo amado del Padre. Por eso, porque transparenta la fuerza (exousía) de Dios, puede derrotar el mal simbolizado por los demonios que se sienten acorralados. 

Creo que los cristianos, incorporados a este Cristo vencedor, sostenidos por su fuerza, deberíamos tener más coraje para enfrentarnos a los demonios contemporáneos. Nuestra vocación de evangelizadores y personas de diálogo no está reñida con la audacia de los exorcistas que desenmascaran el mal y, en el nombre de Jesús, gritan: “¡Cállate y sal de él!”. Si olvidamos este aspecto combativo de la fe cristiana dejamos que el mal campe a sus anchas y que muchas personas sean sus víctimas. Naturalmente, quien se arriesga a denunciar el mal ya sabe que se expone a la persecución. Pero eso es lo que le sucedió a Jesús. Sus discípulos corremos la misma suerte. El mal debe ser siempre denunciado y combatido. Los pecadores deben ser perdonados y acogidos en la comunidad. No siempre es fácil combinar con verdad y libertad estos dos niveles. Solo Jesús sabe hacerlo sin doblez.  

[Hoy se celebra también la fiesta de san Juan Bosco. Felicito desde aquí a toda la Familia Salesiana. También se celebra hoy el Día Mundial contra la Lepra].

1 comentario:

  1. Muchísimas gracias Gonzalo por el enlace a Armellini… Hoy aporta una panorámica bien diferente, de la que se suele dar… Todos podemos ser portadores del “demonio” si no nos abrimos al cambio y al perdón…

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