miércoles, 12 de diciembre de 2018

La Guadalupana habla japonés

El 12 de diciembre es una fecha inolvidable para cualquier mexicano y para muchos americanos. También para algunos filipinos. ¿Quién se puede olvidar de Nuestra Señora de Guadalupe? Lo que ya no resulta tan evidente es que el recuerdo de la Virgen de Guadalupe llegue hasta el norte de Indonesia. Hemos comenzado la jornada con un momento de oración preparado por nuestros hermanos de Japón y China. Sobre la gran pantalla han proyectado la imagen de la Virgen de Guadalupe, patrona de nuestra parroquia de Hirakata, una población cercana a Osaka, la segunda ciudad del Japón. Tras la Segunda Guerra Mundial, con un país destruido y sin apenas recursos, nuestros misioneros fueron a pedir ayuda  a las comunidades de California para construir la iglesia. La mayoría de los católicos de ese estado eran de origen mexicano. Con sus generosas donaciones se pudo construir una hermosa iglesia que hoy es la sede de la comunidad católica de Hirakata. No hubo duda respecto del nombre. El primero que se le ocurre a cualquier mexicano es Nuestra Señora de Guadalupe. Por eso, la Virgen del Tepeyac, además de hablar náhuatl y español, podríamos decir que ha aprendido a hablar también japonés.

Nuestro encuentro avanza a buen ritmo. Gracias al aire acondicionado, podemos sobrellevar los 30 grados constantes y la altísima humedad de Medan con buen ánimo. Es admirable el clima de fraternidad que se ha creado entre los 54 claretianos que estamos reunidos en el Catholic Centre. Entre nosotros hay indios, coreanos, esrilanqueses, japoneses, filipinos, indonesios, españoles, portugueses, nigerianos y argentinos. El inglés nos sirve de lingua franca. Más allá del idioma, se nota claramente que todos nos reconocemos en el carisma claretiano. No es lo mismo trabajar en el norte en Shillong (noreste de la India) que en la isla de Flores (Indonesia), en Macau, en Taipei (Taiwan) o en las grandes ciudades de Tokio o Manila, pero el espíritu es el mismo. En Asia se percibe una gran pasión misionera, una explosión de vida. Los asiáticos representan casi un tercio de todos los claretianos del mundo. Abundan las vocaciones en Indonesia, Vietnam, India y Sri Lanka, Se mantiene la presencia profética en naciones como Japón, Corea o Myanmar. Y se piensa siempre en la gran China (primer país al que llegamos los claretianos en el primer tercio del siglo XX) y en otros países asiáticos que necesitan ayuda: Bangladesh, Paquistán, etc.

Detrás de esta pasión misionera está nuestra vocación cordimariana. Llamarse y ser hijo del Corazón de María nos proporciona una impronta de cordialidad que nos empuja a entrar en contacto con más personas. Es una evangelización de las distancias cortas, de contagio, de ternura. Si la Virgen de Guadalupe ha aprendido a hablar japonés, el Corazón de María tiene una enorme capacidad de inculturación en estos países de Oriente. Donde hay corazón hay sabiduría, profundidad y acogida. ¿Quién no entiende este lenguaje universal? Las fórmulas doctrinales nos separan, pero el camino del corazón –el camino del amor–siempre nos lleva al mismo Dios, padre/madre de todos los seres humanos. Estoy disfrutando de esta experiencia, aunque apenas me queda tiempo para nada. Y menos para escribir mi entrada diaria. Acabo tan cansado cada noche, derrotado por el calor y el peso del día, que solo aspiro a dormir seis horas para empezar la jornada siguiente con un mínimo de energía.



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