lunes, 24 de diciembre de 2018

No la debemos dormir

Hay un villancico español del siglo XVI que reza así: “No la debemos dormir la noche santa, / no la debemos dormir. / La Virgen a solas piensa qué hará, / cuando al Rey de luz inmensa parirá. / No la debemos dormir la noche santa, / no la debemos dormir, / no la debemos dormir”. Y otro mucho más popular, famoso entre las familias españolas, que canta: “Esta noche es Nochebuena, / y mañana Navidad, / saca la bota, María, / que me voy a emborrachar”. El misterio de esta noche se juega entre estos dos polos: “no la debemos dormir” y “me voy a emborrachar”. Esta noche se juntarán en torno a la mesa familiar millones de personas en todo el mundo. Algunos llevan deseando este encuentro desde hace meses. Otros lo temen e inventan estrategias para sobrevivir con el menor daño emocional posible. Unos se emocionarán recordando el nacimiento de Jesús y completarán la cena familiar con la Misa de Gallo. Otros reducirán todo a una cena copiosa, alguna conversación subida de tono y una tendencia a la borrachera general. La cena de esta noche tipifica las actitudes que los seres humanos adoptamos ante este niño que nace. Para algunos, es solo el pequeño Yeshua ben Yoseph, transformado en Mesías por Pablo de Tarso. Para otros, es el Hijo de Dios hecho hombre entre nosotros. También aquí se despliega el mapa de las mil opiniones.

En algún momento de la noche (en casa o en la iglesia) se cantará Noche de Paz (Stille Nacht), ese sencillo villancico que este año celebra su segundo centenario. Fue estrenado en la iglesita de Oberndorf, una pequeña aldea cerca de Salzburgo. Lo cantaron por primera vez en la noche del 24 de diciembre de 1818 Joseph Mohr (1792-1848), coadjutor de Salzburgo y autor de la letra, y Franz Xaver Gruber (1786-1863), maestro y organista natural de la Alta Austria, compositor de la música. Entonces nadie pudo imaginar que iba a convertirse en la canción de Navidad más famosa del mundo, hasta el punto de ser declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Quienes se inclinan por la “noche santa” encontrarán en la letra y música de este villancico una ayuda para la oración. Quienes son más dados a la “borrachera” echarán mano de otros cantos más pachangueros, desde Los peces en el río hasta La Marimorena. Siempre habrá algunos nostálgicos que se inclinen por el Happy Christmas (War is Over) de John Lennon. Otros echarán mano de la Canción para la Navidad de José Luis Perales. No puede faltar nunca el Feliz Navidad de José Feliciano, que se canta en todo el mundo. Somos hombres y mujeres de tradiciones. Una vez al año necesitamos desempolvar los recuerdos y vivir algo que no sabemos bien si nos eleva por encima de nuestro suelo o nos sume en un pozo de contradicciones.

Para quienes no han apagado la llamita de la fe, esta noche es una noche santa; por eso “no la debemos dormir”. Es verdad que se agolpan los recuerdos tristes (personas que han muerto, ausencias, enfrentamientos) y que las noticias de desastres cobran una fuerza especial, pero el centro lo ocupa la huella del Misterio. En el camino que media entre nuestra casa y la iglesia, en el tiempo que transcurre entre la cena familiar y la Misa de medianoche, tenemos la oportunidad de volver a preguntarnos por qué Dios ha querido hacerse un ser humano, qué significa que el autor de todo cuanto existe haya querido hacerse el encontradizo con nosotros en la persona de un niño. La dogmática cristiana ha escrito innumerables páginas sobre este asunto, pero en una noche como la de hoy no se trata de recordar explicaciones, sino de dejarse seducir por la fuerza del Misterio. Dios, que se manifiesta en el esplendor de la naturaleza, en un momento de la evolución ha querido hacerlo, de manera insuperable, en un niño que nace en condiciones de fragilidad y pobreza. Quienes son padres o van a serlo pueden entender muy bien la fuerza de este símbolo. En el universo, Dios aparece como una energía poderosa, inabarcable. En este niño, se manifiesta como un ser débil. Ambas palabras tienen que ver con cada uno de nosotros. Somos naturaleza y somos historia. Por ambos caminos Dios ha querido expresarnos su amor y entrar en relación personal con cada ser humano. ¿Podremos caer en la cuenta esta noche de que esto es verdad? ¿Dispondremos de unos instantes de silencio para dejarnos alcanzar?



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