miércoles, 26 de abril de 2023

Una calle de cine


No sé por qué les gusta tanto a las productoras el cruce entre la calle Buen Suceso y la calle Tutor. Cada dos por tres cortan ese tramo al tráfico para rodar algunas secuencias de películas o anuncios publicitarios. Debe de ser porque se trata de una zona con poco movimiento de vehículos o porque la combinación de arquitecturas resulta fotogénica. Esta mañana he vuelto a encontrarme con un rodaje. El personal ha sido amable. Habían convertido la esquina de la iglesia del Buen Suceso en un puesto de plantas y flores. 

El cine vive de la impostura. Casi nada es lo que parece. Mary Poppins puede volar, la llanura de Soria puede convertirse en la estepa siberiana por la que viaja el doctor Zhivago y el imperio romano puede caerse en los alrededores de Manzanares el Real. La diferencia entre un documental y una película estriba en el diverso tratamiento que cada género hace de la realidad. Si se me permite la simplificación, los documentales son aristotélicos (apuntan a la realidad) mientras las películas se vuelven platónicas (navegan en las ideas). Necesitamos ambos. Alguien tiene que contarnos con pelos y señales lo que pasa (documentales) y también lo que nos gustaría que pasara o lo que tememos que pase (películas). Los reporteros meten la cámara y el micro donde nosotros no podemos llegar. Nos permiten conocer lo que está sucediendo en Ucrania, en Haití, en la Cañada Real o en el parlamento. Nuestra visión de la realidad depende, en buena medida, de los datos que ellos nos ofrecen. 

Pocas veces somos testigos directos de lo que pasa. Vivimos en la sociedad de la información. Hay reporteros, agencias y medios que nos inspiran confianza y otros que enseguida generan sospechas por sus tendencias manipuladoras. Yo personalmente me fío poco de la prensa escrita. Cada vez me parece más una máquina de propaganda, incluyendo aquellos medios que presumen de ser “independientes”. ¡Y no digamos los medios en manos de los nacionalistas de diverso signo!


Las películas nos acercan a la realidad perforándola. Nos ayudan a ver lo que no vemos. No se limitan a contar historias como hace un documental, sino que van más allá. A veces, nos hacen ver lo que hay detrás de lo que vemos y otras veces nos permiten soñar lo que podría ser. Durante mi adolescencia vi muchas películas en el cine, una media de dos por semana. Me aficioné al séptimo arte. Ahora casi nunca voy a una sala. Me limito a ver algunas películas en la televisión o en la pantalla de mi ordenador. No es lo mismo. 

Los amantes del cine saben muy bien de la magia de una sala. Su amplitud, penumbra, sonoridad y misterio no son comparables a las condiciones de un cuarto de estar o de una habitación personal. Una vez más, el contexto marca la diferencia. Parafraseando a Ortega y Gasset, las cosas son ellas… y sus circunstancias. La película que pienso ver en una sala es Libres. Duc in altum, de Santos Blanco. Se trata de un documental sobre la vida monástica en España. He leído críticas positivas y el tráiler tiene buena pinta. Reconozco que la vida monástica es muy cinematográfica. Ahí están los éxitos de El gran silencio, De dioses y hombres, etc.


Todo esto me lo ha sugerido mi paseo matutino por una calle de cine, que es la mía. La verdad es que, a cuatro pasos, se encuentra también el pequeño Paseo de la Fama madrileño, donde están las estrellas de algunos actores y directores famosos del panorama cinematográfico español. Es una buena forma de empezar un día que se promete caluroso. Es probable que en Madrid nos acerquemos a los 30 grados y eso que estamos todavía empezando la primavera. Mi despacho comienza ya a calentarse con el sol de la mañana. No quiero ni pensar lo que puede suceder en los meses de junio y julio. 

Cuando la canícula aprieta los cines son también un buen refugio. A las notas que aboceté antes, habría que añadir la de la temperatura adecuada: templada en invierno y fresca en verano. Quizá llegue un día en que los productores y directores de una película recomienden cuál es la temperatura ideal para verla, casi como si se tratara de un alimento listo para ser consumido: “Ver preferentemente entre 18 y 22 grados”. Que no cunda el pánico. Quedan casi dos meses para el verano.





1 comentario:

  1. Comentando de los reporteros escribes: “Nuestra visión de la realidad depende, en buena medida, de los datos que ellos nos ofrecen.” Estoy totalmente de acuerdo. Una misma noticia puede ser transmitida de muchas maneras diferentes, poniendo el acento con más o menos fuerza, en aquellos aspectos que conectan más con el reportero… Y cuando lo leemos, me pregunto: ¿cómo lo filtramos?
    Gracias Gonzalo por toda la información cinematográfica que nos has proporcionado… La película “Libres” la tengo en lista de espera.

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