lunes, 17 de abril de 2023

La vuelta a Galilea


Entra la luz por la ventana izquierda de mi despacho. Tras la Octava de Pascua, volvemos al trabajo cotidiano. Atrás queda la 52 Semana Nacional de Vida Consagrada, la Fiesta de la Resurrección en la plaza de Cibeles de Madrid, la misa en inglés con el gobierno general y las superioras provinciales de las Damas Negras en Galapagar y tantas otras cosas. 

La vuelta al trabajo es como la vuelta a Galilea. A primera vista, todo es como antes. El mundo no ha cambiado en un par de semanas. Hay trabajos pendientes, citas concertadas, correos por responder y mucho ejercicio de planificación. ¿Qué ha cambiado con la Pascua? Creo que lo que cambia es la perspectiva. El encuentro con el Resucitado en la liturgia de este tiempo hace que valoremos más algunas cosas que forman parte del entramado diario. Escojo tres:


1. El trato con las personas

Cada día nos encontramos con decenas o cientos de personas. Algunas nos caen bien. Son nuestros amigos o simplemente nos gusta su manera de ser, nos hace bien frecuentarlas. Otras nos resultan casi indiferentes. Algunas -ojalá muy pocas- nos parecen antipáticas, son como una piedra en el zapato. No nos gusta ni su carácter ni su modo de comportarse. Nos resulta difícil un trato amable y cercano con ellas. ¿Cómo aprender a tratar a las personas, a todas las personas, con más atención, respeto y amabilidad? Los saludos corteses, la superación de chismes y habladurías y la comunicación clara y compasiva son expresiones de este “trato pascual”. 

Cada persona es única, libra batallas que a menudo desconocemos, necesita reconocimiento. En nuestra mano está comportarnos como personas tóxicas e intoxicantes o como personas que descontaminan los espacios en los que se mueven. ¿Por qué exhibir actitudes arrogantes y prepotentes? ¿Por qué mirar a los demás por encima del hombro? ¿Por qué ser groseros y desagradecidos? ¿Por que omitir los saludos o usar palabras gruesas y ceño fruncido? El Resucitado nos ha perdonado, como perdonó a Pedro y al resto de los apóstoles cobardes. Nos ha confiado de nuevo una misión. ¿No deberíamos reflejar esta nueva etapa recreando nuestras actitudes con respecto a los demás? La misión comienza en la propia casa o comunidad.

2. La responsabilidad en el trabajo

Hay muchas personas que realizan su trabajo con competencia, honradez y amabilidad. Gracias a Dios, yo estoy rodeado por personas así. Puedo trabajar con serenidad y dedicación. Pero todos sabemos que en el mundo laboral abundan también las personas ineptas, tramposas y groseras. Cuando, por ejemplo, paseo por las calles de Madrid y veo el trabajo diario del personal de limpieza urbana siempre me hago la misma reflexión. Su trabajo sería casi innecesario si los ciudadanos tuviéramos una mayor conciencia cívica y no arrojásemos al suelo papeles, chicles, cajetillas de tabaco, latas de bebidas, etc. ¿Por qué nos comportamos como gente incivilizada cuando tenemos a nuestro alcance papeleras y contenedores? ¿Por qué complicamos las cosas en vez de facilitarlas y abaratarlas? El ejemplo podría extenderse al mundo de los servicios públicos, las empresas privadas, etc. 

La misma pregunta me he hecho paseando por los bosques de mi pueblo. Cada vez que he encontrado en las cunetas de los caminos forestales latas de cerveza o botellas de plástico se me ha encendido el piloto rojo de la ira. ¿Quiénes son los desalmados que se permiten arrojar desde la ventanilla de sus vehículos estos desperdicios sabiendo el enorme daño eclógico que producen y el trabajo que supone recogerlos? El encuentro con el Resucitado nos hace responsables en nuestro trabajo, ahorra a los demás esfuerzos innecesarios, no malgasta los bienes comunes, piensa siempre en cómo mejorar las cosas, no en cómo estropearlas.

3. El orden de prioridades

Por último, la Pascua también altera el orden de nuestras prioridades. En la vida necesitamos satisfacer muchas necesidades de orden físico, psíquico, moral y espiritual. En otras palabras, necesitamos comer, trabajar, descansar, relacionarnos, divertirnos, etc. Pero la diferencia entre nosotros y los animales es que, a la hora de satisfacer las diversas necesidades, no nos guiamos solo por nuestros instintos y apetencias, sino, sobre todo, por nuestros valores. 

Esto nos permite establecer un orden de prioridades, dar tiempo e importancia a lo que realmente lo merece y preterir la satisfacción de lo que consideramos secundario. Cuidar nuestra vida espiritual y atender a las necesidades de los demás es más importante que disfrutar de nuestro derecho a las vacaciones o que renovar nuestro vestuario. Quizá uno de los problemas que hoy tenemos es que casi todo se coloca al mismo nivel. Nos dejamos guiar más por las presiones y los gustos que por nuestras decisiones libres.


Galilea (es decir, nuestro lugar habitual de vida) sigue siendo el escenario en el que nos encontramos con el Resucitado, pero necesitamos afinar mucho la vista y aguzar el oído. Si no, tendremos la impresión de que todo es “más de lo mismo”.



2 comentarios:

  1. Podemos volver a nuestra Galilea, tal como la dejamos o bien renovados por dentro, según hayamos vivido la Pascua… El encuentro con el Resucitado, nos puede ayudar a cambiar la visión de nuestro quehacer cotidiano si la vivencia de la Semana Santa y la Pascua ha sido, para nosotros, un paso hacia adelante, nos sea difícil o no, haya luz o haya oscuridad, podemos sentirnos renovados por dentro… Dejar que Él nos vaya llevando, a veces, por caminos insospechados.
    Gracias Gonzalo por darnos pistas para que podamos entender que el encuentro con el Resucitado no es fruto de un momento. Nunca lo descubriremos del todo, es una tarea que no tiene fin.

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  2. Thank you for sharing this reflection fr Gonzalo. We are truly called to be 'people of Easter'. Regards

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