lunes, 13 de mayo de 2019

Un poco de ternura, please

El tiempo vuela. Después de un fin de semana muy intenso en Mendoza, me encuentro en el aeropuerto de Buenos Aires esperando mi vuelo para San Salvador de Jujuy, una ciudad al noroeste de la Argentina. Empiezo mi visita a las misiones de Humahuaca. Durante todo el día no he podido quitarme de la mente el recuerdo de un claretiano que falleció ayer domingo en Madrid a consecuencia del atropello de moto que sufrió el viernes por la noche mientras paseaba por una calle cercana a su comunidad. Tenía 60 años. En la Eucaristía que presidí ayer por la mañana en el Santuario de El Challao de Mendoza pedí expresamente por su eterno descanso. Está claro que nuestra vida está en las manos de Dios. Nunca sabemos cuándo llegará la hora de nuestro encuentro definitivo con Él. Cada vez que alguien cercano muere, no solo recordarnos que todos nosotros somos mortales, sino que anticipamos un poco nuestra propia muerte. Esta experiencia no debería ser motivo de tristeza, sino de una renovada consciencia. Debemos vivir con la lucidez y serenidad de quien sabe que no tiene otro asunto más importante en las manos.

Hoy celebramos la memoria de la Virgen de Fátima. He tenido la oportunidad de visitar su santuario en numerosas ocasiones. ¿Qué tiene la Madre de Jesús que convoca a tantas personas? Su mensaje siempre se puede resumir en las palabras que nos reporta el evangelio de Juan: “Haced lo que él os diga”. María siempre nos remite a Jesús. Es verdad que sus mensajes hablan de conversión, de penitencia y de oración por los pecadores, pero, en definitiva, son maneras de ayudarnos a despertar de nuestro letargo y de no cambiar el vino nuevo de Jesús por otros vinos adulterados. Me sorprende la facilidad con la que muchas personas –y no solo los jóvenes– se dejan embaucar por los señuelos de la droga y del sexo cuando no tienen ideales fuertes que animen su vida. Durante el fin de semana en Mendoza he tenido la oportunidad de hablar con los misioneros que atienden el santuario mariano de El Challao. Muchísimas personas desfilan por él buscando consuelo porque se sienten confundidas y derrotadas: chicas jóvenes que han abortado varias veces, adolescentes esclavizados por la pornografía, adultos que se han deslizado por la pendiente del alcohol y de la droga, mujeres violentadas en el propio hogar, traficantes de droga, ancianos que viven solos sin recursos… Todos acuden a la “casa de la Madre” en busca de un poco de cariño y comprensión. La pastoral de la escucha y la reconciliación es una necesidad vital.

Los que hemos recibido el don de la fe no sabemos bien el tesoro que tenemos. La fe es un faro en medio de la oscuridad, un puerto en el que podemos atracar seguros, un consuelo, un impulso, un horizonte. No hay dinero en el mundo capaz de comprar el sentido de la vida que nos proporciona la fe en Jesús. Por eso me produce rabia e indignación comprobar cómo muchos adultos sin escrúpulos pretenden robar la fe de los niños y jóvenes para dejarlos a merced de sus manipulaciones. No soporto que la tecnología moderna ponga en manos de niños de 10 años el acceso a la pornografía, conscientes de que eso va a destruir su alma, quizá para siempre. Alguien que, desde temprana edad, banaliza el sexo, lo reduce a objeto de consumo, ¿cómo va a afrontar el misterio de la vida con ideas limpias y con energías nuevas? No me resigno a pensar que estos son los tiempos que nos ha tocado vivir. No puedo cruzarme de brazos dando por normal lo que es una aberración que responde solo a oscuros intereses económicos. Frente a tanta manipulación, que deja a las personas vacías y heridas, se requiere una verdadera “revolución de la ternura”, la que nos regala nuestra Madre. No necesitamos que nos roben el alma con la pornografía o la droga. Necesitamos que alguien nos quiera y nos enseñe a querer como hijos de Dios que somos. No escondamos el tesoro de la fe por más que se multipliquen los intentos de enterrarlo.

1 comentario:

  1. ¡Gracias, Gonzalo! Me llegas, como siempre, en el momento oportuno. ¡Disfruta de la "tacita de plata" y de "los cerros pintarrajeados".

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