martes, 27 de marzo de 2018

El amigo traidor

Aunque ayer ya apareció en escena, hoy, Martes Santo, el apóstol Judas Iscariote chupa más cámara. Ya no estamos en la cena de Betania sino en la de Jerusalén. Junto a Jesús, cobran protagonismo tres de sus discípulos. En el extremo de la intimidad está el discípulo “al que Jesús amaba”. En ningún momento se dice cuál es su nombre. Es como la versión masculina de María de Betania. Representa la cercanía al Maestro, la actitud contemplativa. En el extremo opuesto se sitúa Judas, el calculador. Y, en medio de los dos, un Pedro que al comienzo parece dispuesto a comerse el mundo –“Daré mi vida por ti”–, pero que, a la postre, será tan traidor o más que Judas. Cuando llegue la hora de la verdad, negará al Maestro. Necesitará más de treinta años de preparación para hacer realidad eso de “dar la vida” que con tanta prisa e inconsciencia promete durante la cena. Las palabras que Jesús dirige a Judas, después de darle un bocado de pan, son las más misteriosas de todas:Lo que has de hacer hazlo pronto”. Pareciera que Judas Iscariote es solo una pieza de un engranaje que les supera a todos y que se parece a un destino superior. El contraste entre el gesto de Jesús, que le entrega el pan al amigo (símbolo de amistad), y la salida de Judas en medio de la noche (símbolo de huida), es evidente. Expresa la dinámica y el drama de la fe: una amistad traicionada.

Recuerdo que, desde mi tiempo del noviciado, siempre me llamó la atención un versículo del salmo 40: “Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba, que compartía mi pan, es el primero en traicionarme” (Sal 40,10). Parece escrito para describir en pocas palabras la traición de Judas, pero sirve para cualquier experiencia de traición. Es ésta –traición– una palabra que cada vez usamos menos. Era frecuente en el ámbito bélico y militar. Uno de los peores crímenes era ser acusado de “alta traición” a la patria. Hoy hemos suavizado mucho estos solemnes conceptos. Lo mismo sucede en el campo afectivo. El poliamor parece estar arrumbando las viejas nociones de fidelidad y traición. Todo fluye. No traicionamos nada; simplemente evolucionamos. Tampoco Jesús habla de traición al referirse a Judas. Las palabras transmitidas por el evangelio de Juan son: “Uno de vosotros me va a entregar”. La “traición” de Judas es presentada, más bien, como el “ofertorio” de esa cruenta Eucaristía que será la pasión y muerte de Jesús, como la entrega del Cuerpo de Jesús para que sea sacrificado. Pero ni siquiera en el momento extremo Jesús condena a su amigo “traidor”. Hasta el último segundo le abre la puerta de su corazón para que no se sienta impelido a realizar algo que, en el fondo, no quiere.

La historia ha oscilado a la hora de juzgar a Judas. Durante siglos ha sido la personificación del mal. Como no podía ser de otra manera, en nuestro tiempo, tan sensible a las minorías, se han alzado muchas voces en defensa de Judas Iscariote (no confundir con el otro discípulo, Judas Tadeo). Si en el pasado Judas era sinónimo de traidor, hoy algunos reivindican su figura como símbolo del pragmático, del ser humano que no puede cargar con su destino, que se siente superado por una fuerza que trasciende su capacidad de decisión. Recuerdo ahora la canción de Judas en el viejo musical Jesus Christ Superstar. Era una desahogo en medio de la tensión. Muchas personas se identifican con Judas. En algún momento creyeron ingenuamente en Dios y en Jesús. Imaginaron que la fe podría ser un motor para cambiar este mundo. Incluso engrosaron el selecto grupo de los militantes. Pero no han podido “entender” el extraño mesianismo de Jesús. Se han sentido decepcionadas y frustradas por un Mesías que se deja matar y parece dejar las cosas peor de lo que estaban. ¿Qué sentido tiene seguir creyendo en un hombre que parece estar ausente, que no se interesa por la suerte de sus semejantes de una manera creíble? ¡Dejémonos ya de cuentos y asumamos nosotros mismos la responsabilidad! Los Judas modernos no son solo los que “traicionan” a Jesús cuando cometen alguno de esos pecados que aprendieron antes de la primera comunión. No. Los Judas modernos son quienes han dejado de creer porque Jesús no encaja con lo que habían imaginado. Y sí, lo venden, no hay problema en aceptar esta transacción. Lo venden por las “treinta monedas” de algunas ideologías más eficaces que su insustancial Evangelio. Podemos llamarlos traidores, pero, en realidad, son solo gente realista que no se deja embaucar por palabras seductoras, sino que asume la tarea de poner un poco de orden y justicia en este mundo convulso. 

Entonces era de noche. Hoy sigue siendo de noche en la vida de muchas personas. El drama continúa. Pero no está escrito el final. Quizás, en el fondo, nos parecemos más a Pedro que a Judas. Vivimos el entusiasmo inicial, lo negamos luego con nuestra indiferencia y lo redescubrimos cuando él nos sigue confiando una misión en la vida. Pero esto tendremos que trabajarlo con más calma en el tiempo de la Resurrección.


1 comentario:

  1. Que óptica y excelente concepto sobre los temas que abordas. Sin fanatismo religioso ni extremismo dogmático. El Espíritu Santo te ilumine siempre con tu acertado enfoque y te inculque el don de acierto en los contenidos que planteas en tus artículos.

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