sábado, 20 de enero de 2018

Tu luz nos hace ver la luz

A las cuatro de la tarde de ayer había ya un buen grupo de personas en la basílica de Santa María la Mayor. Un poco antes de las cinco hicieron su entrada el rey Juan Carlos I de España y su esposa la reina Sofía, acompañados por diversas autoridades civiles y eclesiásticas. No hubo aplausos. La basílica estaba iluminada con una luz tenue. Dentro hacía frío. A las cinco en punto, una locutora de Radio Vaticana saludó a todos los presentes e hizo la presentación del programa. El acto se abrió con un Cantate Domino interpretado por el Coro de la Capilla Liberiana, que es el coro de la basílica. A partir de ese momento, y a lo largo de 75 minutos, se fueron alternando las intervenciones orales y las piezas musicales interpretadas por la soprano Ainhoa Arteta. Hablaron, en breves parlamentos, el cardenal arcipreste de la basílica, el polaco Stanisław Ryłko, en un impecable italiano; el cardenal español Santos Abril, anterior arcipreste y promotor de la obra que se inauguraba; el presidente de la Fundación Endesa, el español Borja Prado Eulate; y, por último, el rey Juan Carlos que, alternando el italiano y el español, recordó que había nacido en Roma hacía 80 años y que, siguiendo la tradición de la Casa Real Española, se sentía muy unido a esta basílica mariana, la más antigua de Occidente dedicada a la Madre de Dios. Ainhoa Arteta, acompañada por el pianista Rubén Fernández Aguirre, interpretó temas de Mozart (Ave verum), César Franck (Panis angelicus), Pietro Mascagni (Ave Maria), Federico Mompou (Cantar del alma), Manuel de Falla (Oración de las madres que tienen a sus hijos en brazos) y de Richard Strass (Morgen).

¿Qué pintaba yo en un acto como ese? Fui invitado como representante institucional de mi Congregación Claretiana para asistir al acto de inauguración de la nueva iluminación de la Basílica, costeada por la Fundación Endesa. A pesar del frío ambiental, disfruté con los cantos de Ainhoa Arteta, con las breves intervenciones de los cuatro oradores y, sobre todo, con la contemplación de una basílica hermosísima. Parece que con el nuevo sistema LED, aparte de ver mejor las joyas artísticas que la basílica encierra, será posible ahorrar casi un 80% de energía. Al acto en Santa María la Mayor siguió una recepción en la Embajada de España ante la Santa Sede, en el monumental Palacio de España. Éramos unas 200 personas. Pude conversar unos instantes con los reyes Juan Carlos y Sofía. Pero lo más importante es que, acompañado por otro claretiano, que había sido párroco en nuestra basílica del Corazón de María de Roma, pudimos entregar al rey Juan Carlos las fotocopias de los certificados de Bautismo de él y de sus hermanos Margarita y Alfonso, dado que están registrados en los archivos parroquiales. Para el rey Juan Carlos fue toda una sorpresa, que agradeció emocionado. Aunque fue bautizado por el cardenal Eugenio Pacelli (futuro Pío XII) en el oratorio que la Orden de Malta tiene en Via Condotti, el registro se hizo en nuestra parroquia del Corazón de María, dado que el domicilio familiar (Viale Parioli 112) quedaba dentro del territorio parroquial. 

Regresando a casa, entrada ya la noche, pensé en el significado de lo que había sucedido. Iluminar una basílica es una forma de dar esplendor a una obra memorable, facilitar la experiencia de Dios a través de la via pulchritudinis y, en definitiva, contribuir a que visitantes y peregrinos disfruten de un hermoso patrimonio histórico que se remonta al siglo IV. Fue el papa Liberio quien mando construir la basílica sobre el monte Esquilino. ¡Ojalá la nueva iluminación haga realidad las palabras del salmo 35: Tu luz nos hace ver la luz! ¡Ojalá muchas personas se sientan iluminadas por dentro al contemplar la sugestiva iluminación exterior! Pero confieso que, mientras se encendía el nuevo alumbrado, yo pensaba en las familias más pobres que apenas puedan pagar las facturas de la luz, en aquellas a las que, por impago, se les corta el suministro. ¿No estaría más contenta la Virgen si, además de ornamentar su basílica, se atendieran estas perentorias necesidades sociales? Una cosa no quita la otra. La belleza no está reñida con la justicia, pero me temo que con frecuencia el fiel de la balanza se inclina hacia el lado más vistoso y no hacia el más necesario. Las compañías eléctricas no se distinguen por aplicar tarifas bajas, aunque haya también algunos bonos sociales. La Salus Populi Romani iría mucho más lejos. Una madre no puede permitir estar rodeada de joyas cuando algunos de sus hijos carecen de lo imprescindible para vivir. Conviene recordarlo en medio de una experiencia hermosa como la que ayer vivimos.  La iluminación que más le agrada a la Virgen es ver que sus hijos e hijas más pobres disponen de electricidad para atender a sus necesidades. En esta línea hay que insistir mucho más, sin despreciar el cuidado del patrimonio. Buen fin de semana.



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