Ha pasado una semana desde la última entrada. Regresé de Londres, estuve con los nuevos profesores de colegios claretianos de España en Colmenar Viejo y tuve un taller de dos días con el gobierno general y los consejos provinciales de las Esclavas de la Inmaculada Niña en Madrid. No he tenido tiempo de asomarme al Rincón. Ha sido tan copiosa la lluvia de estímulos recibidos en estos días que no sé cómo recogerla para que no se pierda. Me brota un sentimiento de sorpresa y gratitud.
En Londres compartí la jornada del sábado 1 de noviembre con más de 60 religiosos y religiosas de todo el Reino Unido que trabajan en el campo de la pastoral juvenil y vocacional. Mi conferencia -desarrollada por la mañana y por la tarde- se titulaba “Following Jesus Christ in a VUCA-BANI world” (Seguir a Jesucristo en el mundo VICA-FANI). A cada exposición siguió un fecundo diálogo en grupos en torno a siete mesas redondas. En la compartición posterior me llamaron la atención dos cosas: las repetidas alusiones a los “mental health issues” y al “spiritual revival”. Parece que cada vez es más frecuente encontrar a adolescentes y jóvenes con “problemas de salud mental” (ansiedad, depresión, intentos de suicidio, etc.) y a otros que experimentan un “despertar espiritual”. Quizá hay una profunda conexión entre ambas realidades. Cuando acaban asfixiados por “una sobredosis de superficialidad” solo caben dos opciones: abandonarse a un futuro sin aire (ansiedad) o abrirse al “aire” nuevo del Espíritu (espiritualidad).

Curiosamente, mi viaje al Reino Unido ha coincidido con una proliferación de publicaciones en las que se habla de que “lo católico está de moda”. Como se puede leer en El giro católico, publicado por Diego S. Garrocho en El País, “existen señales que advierten de que lo católico está de moda o, si se prefiere, de que hay una vuelta a coordenadas espirituales que parecían proscritas”. Algo parecido opinan la escritora española Lucía Etxebarría o el colombiano Edwin Botero. Como indicadores de este “giro católico” se habla de la nueva estética religiosa de Rosalía en la presentación de su álbum Lux, del éxito de la película Los domingos, de los muchos jóvenes que acuden a conciertos de música religiosa y disfrutan con el silencio de las adoraciones eucarísticas y, sobre todo, del aumento significativo de conversiones y bautismos en jóvenes de 18 a 30 años.
Cuando comenté este “giro” con los nuevos profesores de los colegios claretianos, ellos reconocieron el fenómeno, pero me alertaron sobre los rasgos egocéntricos y narcisistas que encierra. Para ellos, observadores atentos del mundo juvenil, este “despertar espiritual” tiene mucho de hartazgo materialista, pero, sobre todo, de búsqueda de bienestar emocional en una sociedad que produce continuos “mental health issues”. En cualquier caso, es un giro que la izquierda no se explica y que demuestra que no hay forma humana (filosófica, política, cultural o económica) que pueda borrar del ser humano su ansia de trascendencia, su sed de Dios.

El tiempo irá cribando las cosas. Yo creo que es una oportunidad para acompañar de cerca estos fenómenos, para escuchar con más empatía y paciencia las búsquedas de los adolescentes y jóvenes, para hacerse cargo de sus fragilidades y expectativas, para preguntarse por qué están hartos y cansados. Y, sobre todo, para acercarlos a Jesús. Es mejor no andarse por las ramas. El único que puede entrar en el misterio personal de los jóvenes e iluminar su vacío es Jesús. Nosotros nos limitamos a repetir las palabras de María en las bodas de Caná: “Haced lo que él os diga”.
¿No es apasionante comprobar que la “incertidumbre histórica” nos libera de todos los determinismos? Cuando muchos se empeñan en certificar la muerte de Dios, la generación Z, más libre de prejuicios que las anteriores, nos sorprende con búsquedas imprevisibles. Se necesita un espíritu nuevo para acompañar este desafiante momento. Yo no quiero perdérmelo.

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