
Desde el lunes por la noche estoy en Granada. La ciudad se tiñe de un otoño suave en espera de las lluvias previstas para el fin de semana. En los pocos ratos libres que me deja el taller que estoy dando, he visto el documental Leo from Chicago que ayuda a conocer un poco mejor la figura del papa León XIV. Hablan algunos de sus familiares, amigos y compañeros agustinos. Como no podía ser de otra manera, el tono es cordial y laudatorio.
Todos insisten en que Robert Prevost (Bob para los amigos) es una persona serena, analítica, sensata, con una gran capacidad de escucha y con una especial sensibilidad hacia los pobres. Consideran que es el Papa que la Iglesia necesita en estos momentos de polarización. Me ha ayudado a conocer una figura con la que sintonizo mucho, aunque solo sea porque pertenecemos a la misma generación y compartimos la pasión por san Agustín. Al mismo tiempo que veía el documental, me llegó la noticia sobre el “caso Zornoza”. La vida está llena de claroscuros que hay que afrontar con humildad y verdad. Estamos siempre aprendiendo a ser cristianos.

Mi amigo Heriberto me comunica que el gobierno mexicano está preparando una ley para controlar a los “sacerdotes digitales”. No sé qué recorrido tendrá, pero recuerda a iniciativas parecidas en Venezuela, Nicaragua y otros países. Los gobiernos autoritarios siempre tienen miedo a las voces críticas. Es verdad que Internet se ha convertido en una selva en la que se alternan las críticas serias con todo tipo de exabruptos y difamaciones, pero la solución no es cortar la libertad de expresión. Esa es la tentación recurrente de todos los regímenes dictatoriales. Esperemos que se imponga la cordura y el respeto a la Constitución.
Los periodistas y sacerdotes en México se han convertido en profesiones de alto riesgo. Son numerosos los casos de periodistas y sacerdotes asesinados en los últimos años. Por una parte, la sociedad mexicana se declara mayoritariamente católica y/o guadalupana. Por otra, el narcotráfico y la corrupción controlan buena parte del país. Me decía ayer una religiosa mexicana que trabaja con jóvenes que muchos de ellos repiten esta frase: “Es mejor morir joven con dinero que vivir mucho en la miseria”. La frase se explica por sí misma.

Compruebo que la entrada que dediqué el lunes a la película Los domingos ha tenido muchas más visitas de lo habitual. Se ve que el tema interesa y que, mas allá de la película, es verdad que hay síntomas de un cierto despertar espiritual en nuestra sociedad secularizada. No me parece un fenómeno mayoritario, pero indica un ligero cambio de tendencia. Los más jóvenes están llegando al límite de la superficialidad. Antes de que la ansiedad acabe con ellos necesitan respirar “otro aire”.
Que esa búsqueda se canalice hacia formas cristianas y que estas se conviertan en hábitos de vida es otro cantar. La volatilidad se cierne sobre todo lo que vivimos: creencias, afectos y compromisos. Es difícil mantenerse en una opción de vida cuando se torna exigente y exige renuncias que van a contrapelo de nuestros deseos. Pero la historia nos enseña que la fe se fortalece en coyunturas difíciles, no en momentos de laxitud. Los seres humanos no estamos hechos para la vaciedad, sino para la excelencia.
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