jueves, 30 de octubre de 2025

Aprender del pasado


He llegado a Londres un poco antes de las 10 de la mañana. La hora prevista eran las 9,15, pero el avión sufrió una pequeña avería antes de despegar de Madrid, lo que obligó a la comandante a pedir la actuación del equipo técnico de mantenimiento. ¡Menos mal que todo se resolvió en pocos minutos! He venido a Londres invitado por el equipo National Religious Vocation Promoters para participar en la conferencia que se tendrá el próximo sábado. El tema que me han encargado se titula “Following Jesus Christ in a VUCA world”. Se trata de reflexionar sobre cómo podemos seguir hoy a Jesús en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo (VICA), y también frágil, ansioso, no lineal e incomprensible (FANI). 

El tema tiene muchas aristas. Yo he procurado ceñirme a los aspectos que considero vitales. Parece que la llamada generación Z, ahíta del consumismo materialista de las generaciones precedentes, muestra una especial sensibilidad al mundo de la espiritualidad, aunque no tanto hacia las religiones instituidas. Tengo curiosidad por escuchar otras voces que no sean las habituales. Reconozco que los británicos siempre me sacan un poco de mis casillas, pero por eso mismo me hacen ver las cosas desde nuevas perspectivas. Su empirismo y pragmatismo equilibra nuestro idealismo latino.


En Londres hace más frío que en Madrid. De todos modos, apenas he salido de casa. Aprovecho la jornada para rematar mi conferencia y rediseñar la presentación que me servirá de soporte visual. Tal vez mañana me anime a viajar al centro y callejear unas cuantas horas junto al Támesis. El otoño es una estación típicamente británica. Confieso que a mí me gusta esta suave melancolía que aquí se respira, aunque no es fácil pasar de la temperatura benigna de Canarias a esta fría humedad londinense. Por suerte, la moqueta y la calefacción de mi cuarto hacen que dentro de casa se esté como en la gloria. 

Volviendo al tema de nuestro encuentro, llevo años dando vueltas a nuestras dificutades para conectar con las nuevas generaciones y para compartir con ellas la alegría que a nosotros nos ha producido seguir a Jesucristo en la vida consagrada. Es verdad que los escándalos han dañado mucho la credibilidad de los religiosos, pero es más verdadero que Jesús tiene un magnetismo que no se puede comparar con ninguna otra realidad. No sueño con una vida consagrada masiva, pero sí con la posibilidad de que más jóvenes de la generación Zeta o de la generación Alfa escuchen la llamada de Jesús y la sigan. La historia muestra que, tras épocas de sequía o de desierto, suelen venir otras de fecundidad.


No me olvido de que ayer se cumplió un año desde la terrible DANA que tanto daño causó en la Comunidad Valenciana y otros lugares de Castilla-La Mancha y Andalucía. Vi ayer por internet unos minutos de la ceremonia conmemorativa que se tuvo en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. Sentí tristeza y desasosiego. Tristeza ante los rostros de los familiares afectados. No hay palabras para describir el dolor de la pérdida. Desasosiego por la asepsia de una ceremonia que me recordaba a los ritos laicos que a veces se celebran en los tanatorios y que hablan más de vacío que de presencia, de recuerdo más que de esperanza. 

Comprendo que una sociedad plural hay que respetar las creencias o increencias de cada uno, pero eso no disimula la vaciedad del nihilismo. El recuerdo estaba mezclado de rabia e indignación, de petición de responsabilidades y de acusaciones graves. No se puede dar marcha atrás en el reloj de la historia, pero podemos aprender lecciones para el presente y el futuro. ¡Ojalá sea así!

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