miércoles, 22 de octubre de 2025

Mensajes ocultos de Dios


Mientras en algunos lugares de la península el otoño enseña sus garras (frío y lluvia), aquí, en Las Palmas de Gran Canaria, disfrutamos de una temperatura agradable en torno a 24 grados. La oscilación térmica entre la máxima y la mínima es apenas de cuatro grados. 

Ayer comenzamos con los fieles de la parroquia Corazón de María el triduo preparatorio de la fiesta de san Antonio María Claret. Debo confesar que en pocas partes he visto -incluidos los lugares donde Claret residió más tiempo- un sentimiento tan genuinamente claretiano como aquí. A veces me da la impresión de que para muchos canarios no hubiera pasado el tiempo. Pareciera que hubieran participado en una misión predicada por Claret la semana pasada o hace un par de meses.

O, por lo menos, que hubieron oído contar a sus padres o abuelos alguna anécdota del paso del santo misionero por las islas, lo que resulta inverosímil porque Claret zarpó de Lanzarote el 2 de mayo de 1848 y ya no volvió más. ¡Han pasado 177 años desde entonces! Los testigos fueron, como mínimo, los tatarabuelos de los más ancianos. No sé cuál es la razón profunda de esta sincronía sentimental. Merecería la pena estudiar a fondo (algunos ya lo han hecho en parte) este enamoramiento mutuo entre Claret (es decir, El Padrito) y los canarios y los canarios y El Padrito. Se me ocurren algunas razones, pero no son más que hipótesis sin confirmar.


Cuando un pueblo vive una situación desesperada en la que se juntan el hambre, las epidemias, el analfabetismo, la postración moral, el abandono por parte de los gobernantes y la desesperanza... y de repente llega un hombre santo, pequeño de estatura, pero gigante de espíritu, que se dedica en cuerpo y alma a atenderlo (sin condenarlo), es normal que brote por parte de este mismo pueblo una respuesta de amor y confianza. 

Catorce meses parece un tiempo muy corto, pero la intensidad debió de ser de tal calibre que solo así se explica su perduración en el tiempo. Aquí ha funcionado a las mil maravillas la tradición oral. Los testigos de primera hora contaron (y tal vez magnificaron) sus experiencias a sus descendientes, de manera que la cadena de transmisión ha llegado hasta hoy. Todo hace suponer que seguirá viva durante más tiempo porque muchos jóvenes siguen vibrando con la historia de El Padrito y se sienten claretianos de corazón.


Esta mañana he dispuesto de un poco de tiempo para caminar por el paso marítimo que bordea la playa de Las Canteras. He llegado hasta el auditorio Alfredo Kraus, un canario al que admiro desde hace mucho tiempo y a quien pude saludar en alguna ocasión. Ayer descubrí que había nacido en la hermosa Casa de Colón, muy cerca de la catedral. 

El mar estaba hoy ligeramente encrespado (bandera amarilla), pero había un buen número de bañistas y surfistas locales y foráneos. Recorriendo con calma canaria los más de tres kilómetros del paseo, he rememorado los tres años que viví junto al mar Cantábrico en la ciudad pesquera de Castro Urdiales, en Cantabria. Aunque soy de tierra adentro y me siento muy atraído por la montaña, la experiencia cántabra me ayudó a descubrir la fascinación del mar. Me puedo pasar horas sentado en una roca contemplando el horizonte o viendo las olas que se estrellan contra el acantilado o besan con suavidad la arena de la playa. ¿Se necesita algún otro libro más elocuente para leer los mensajes ocultos de Dios?

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