sábado, 24 de junio de 2023

Colaboradores de Dios


Ya han llegado los calores del verano, aunque todavía son soportables. ¡Ojalá todos los años el mes de junio fuera tan benigno como lo está siendo este! La pasada noche volvieron los rituales de la noche de san Juan: hogueras, cantos, etc. Vuelven las celebraciones interrumpidas por la pandemia. La plenitud de luz y calor parece que trae un suplemento de vida. 

Dentro de unas horas se celebrará una solemne Eucaristía presidida por el cardenal Carlos Osoro Sierra en la catedral de La Almudena para dar gracias a Dios por sus casi  nueve años de ministerio episcopal en la archidiócesis de Madrid. Ha sido un “colaborador de Dios” en el pastoreo de esta compleja Iglesia particular. 

Ayer por la mañana estuve entrevistando para la revista Vida Religiosa a Santos Blanco, el director de la película Libres, que, por cierto, ocupa el duodécimo puesto (por recaudación y número de espectadores) entre las 300 películas que se han exhibido este año en España. A medida que pasa el tiempo, siente que él no ha hecho más que poner las cámaras para que Dios mismo fuera contando su historia a través del testimonio de algunos monjes y monjas. Se siente un simple colaborador. Y de “colaboradores” va también la fiesta de hoy, en el comienzo del verano.


En la liturgia cristiana, solo de Jesús (25 de diciembre), María (8 de septiembre) y Juan Bautista (24 de junio) celebramos la natividad. Si algo se puede decir de este niño, nacido cuando sus padres son ya mayores, es que está llamado a ser un “colaborador” en la misión de Dios y un preparador de la misión de Jesús. En el Evangelio de hoy se narra que los vecinos de Zacarías e Isabel se preguntaban asombrados: “¿Qué va a ser este niño?”. En realidad, su misión estaba ya contenida en su nombre. Juan significa “Dios es compasivo/misericordioso”. A pesar de los tonos algo sombríos con los que a veces se presenta a Juan el Bautista, él fue un “colaborador” de la misericordia de Dios. Por eso, Jesús dirá que “no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista” (Mt 11,11).


Todos nosotros somos “colaboradores de Dios”.
Así es como presenta Pablo a los evangelizadores escribiendo a la comunidad de Corinto: “Nosotros somos colaboradores de Dios y vosotros, campo de Dios, edificio de Dios” (1 Cor 3,9). Ese contraste entre “nosotros/colaboradores” y “vosotros/campo de Dios/edificio de Dios” se entiende mejor a la luz del versículo anterior (“ni el que planta es nada, ni tampoco el que riega; sino Dios, que hace crecer”) y del posterior (“conforme a la gracia que Dios me ha dado, yo, como hábil arquitecto, puse el cimiento, mientras que otro levanta el edificio”). En ambos casos se quiere subrayar que quien verdaderamente nos hace crecer en la fe, el amor y la esperanza es Dios. Los demás somos todos colaboradores suyos. 

Si tuviéramos claro esta perspectiva -que hoy podríamos llamar “joánica”- evitaríamos muchos protagonismos que obstaculizan la misión. Nos sentiríamos humildes siervos en la viña del Señor, procuraríamos no estorbar su obra misteriosa en el corazón de las personas, colaboraríamos también con otros sin envidias y, sobre todo, agradeceríamos más los dones que Dios nos concede. En otras palabras, también nosotros añadiríamos a nuestro nombre del de Juan para hacer ver que “Dios es misericordia”. Y en el momento oportuno nos retiraríamos para que la misión siga adelante.  


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