lunes, 26 de junio de 2023

Las dos comidas


Ha amanecido un lunes radiante. Escribo la entrada de hoy minutos antes de echarme de nuevo a la carretera para regresar a Madrid después de un domingo visontino. Rememoro lo vivido ayer en un paraje del pinar de mi pueblo, junto al río Revinuesa, conocido popularmente como Los columpiosLa parroquia de Nuestra Señora del Pino celebraba por primera vez el Día de la Parroquia. 

Los feligreses fueron convocados para participar en dos mesas: la de la Eucaristía (a las 12,30) y la de la caldereta popular (a las 14,30). El párroco, los miembros del consejo pastoral, los catequistas y otros voluntarios llevaban días preparándolo todo. Las piezas del puzle se fueron encajando. Por un día, la imponente iglesia gótico-renacentista del pueblo fue sustituida por el templo no menos imponente de la naturaleza, exuberante tras una primavera pasada por agua en las últimas semanas.


Bajo la sombra de los árboles se colgó una pancarta horizontal hecha por los niños de la catequesis que decía: “Somos una gran familia”. Enfrente pusimos el altar, la cruz, el ambón de la Palabra de Dios y una foto de la talla románica de la Virgen del Pino sobre un mantón de Manila color crema. 

La Eucaristía (la primera mesa) transcurrió en un ambiente festivo. Las personas se fueron colocando en los lugares de sombra. El Evangelio del día nos invitaba a no tener miedo y a ser testigos intrépidos de Jesús. En la homilía el párroco pidió a los diversos grupos que se presentaran. Cuanto más se conozcan, más fácil será hacer de la parroquia una verdadera familia. La excelente megafonía ayudó a que las palabras de todos fueran audibles y se armonizaran con el discreto canto de los pájaros silvestres.


La comida (la segunda mesa) fue preparada por un grupo de voluntarios entre los que había algunos concejales del ayuntamiento recientemente formado. Desde las 9 de la mañana andaban juntos pelando patatas, cortando tomates y poniendo todo a cocer. La estampa de un grupo plural que prepara de comer para todos es un símbolo muy potente de lo que se puede hacer cuando, más allá de nuestras ideas y prácticas, nos preocupamos por el bien común. Es como si se hubieran tomado en serio la invitación de Jesús dirigida a sus apóstoles: 
“Dadles vosotros de comer”. ¡Ojalá los políticos profesionales fueran capaces de hacer un diálogo de manteles que luego se tradujera en propuestas compartidas para mejorar la vida de la gente! 

No faltaron quienes, prestando sus vehículos, iban transportando todo lo necesario desde el viejo seminario (base de operaciones) hasta el pinar. La cadena funcionó a la perfección. A la segunda comida se unieron personas que no habían participado en la primera. El pinar se convirtió en un comedor ecológico abierto a todo el mundo, sin excluir a nadie. Muchas personas estuvieron más de ocho horas (una entera jornada laboral) bajo la sombra de un pino, de un chopo de o un álamo departiendo con otros, compartiendo los alimentos y, en definitiva, haciendo familia.


Es difícil hacer una comunidad cristiana cuando no hay una base humana de relaciones cordiales. Todo lo que ayude a tomar conciencia de que formamos un cuerpo, a celebrar la fraternidad, redundará en una comunidad más viva, adorante y solidaria a un tiempo. Naturalmente, estas iniciativas solo son posibles cuando, desde el párroco hasta quienes tienen alguna responsabilidad en la vida de la parroquia, deciden tomarse en serio la invitación a ser una Iglesia “en salida”, a ir un poco más allá de lo que siempre se ha hecho, a imaginar nuevas formas de vivir y celebrar la fe. 

No hay signo más evangelizador que una comunidad vibrante en la que sus miembros se quieren y salen al encuentro de quienes necesitan ayuda. Disfruté mucho participando en una iniciativa que casi coincide con el 41 aniversario de mi ordenación sacerdotal. Fue precisamente en esta parroquia de Nuestra Señora del Pino donde celebré mi primera Eucaristía solemne. Aunque llevo muchos años fuera, siempre me he sentido vinculado a la parroquia en la que fui bautizado y recibí mi primera comunión. En cierto sentido, sigue siendo “mi” parroquia. ¡Enhorabuena por la iniciativa!



3 comentarios:

  1. Gonzalo, muchas felicidades por sus 41 años de sacerdote, a por muchos más!! Tenemos mucha suerte de tener un sacerdote tan bueno como usted

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  2. Gonzalo, ayuda el percibir el sentimiento que compartes de “pertenencia” de tu parroquia, que la quieres y valoras como inicio y continuidad también de tu vida espiritual. Entiendo que para ti, es “volver a las fuentes”.
    Gracias Gonzalo, por compartir y ayudarnos a valorar la experiencia de “las dos mesas” que lleva sobre todo a vivir la fraternidad y toda alegría compartida es doble alegría… Cuanto más unidos, menos miedos existen.

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  3. Qué maravilla poder leer este artículo y hacernos disfrutar, nada más que con la lectura, de algo tan esencial que se vivió allí en los pinares! Gracias por compartirlo pues nos sirve de inspiración para buscar nuevas formas de hacer familia y luchar por una iglesia en salida!!

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