lunes, 12 de junio de 2023

Lunes viajero


Hacía tiempo que no escribía la entrada diaria a bordo de un tren. Acabo de salir de la estación de Madrid-Chamartín rumbo a Galicia. Hay nubes en el cielo, pero no se espera lluvia durante la mañana. El tren va casi lleno. Me gusta más viajar en tren que en avión. Hoy se han puesto de moda los trenes de alta velocidad porque vivimos acelerados y todo lo queremos hacer en el menor tiempo posible. Tendrían que existir también los trenes de baja velocidad para quienes quieren hacer del viaje una experiencia contemplativa. Contemplar el paisaje por la ventana, conversar amigablemente con los pasajeros, leer con calma, escribir sin prisas y comer con fruición podrían ser algunos de los beneficios de estos trenes inexistentes. 

Quizás soy prisionero de la nostalgia. O quizás es que me estoy hartando de un ritmo de vida siempre lleno de compromisos, viajes, encuentros y problemas. Yo soy un abierto defensor del “dolce far niente”, pero casi nunca me lo puedo permitir. Otros se encargan de rellenarme la agenda. Paciencia.


¿Por qué la velocidad se ha convertido en uno de los signos de nuestro tiempo? Hoy todo tiene que ser rápido. Se habla de trenes de “alta velocidad”, de ordenadores capaces de hacer millones de operaciones por segundo… Me parece que la velocidad impide la contemplación. Sin contemplación no hay ni encuentro ni disfrute. Nos convertimos en consumidores de experiencias más que en personas que saben entrar a fondo en la realidad de las personas y las cosas. ¿Cómo puede creer en Dios una generación acelerada? ¡Es casi imposible! La fe exige sosiego, adentramiento en los hondones del alma, escucha paciente y mirada atenta. 

La velocidad produce exaltación, pero no exultación. Nos saca de nosotros mismos cuando lo que necesitamos es entrar para descubrir. El monte del Pardo está verde. Todavía el verano no ha convertido la hierba primaveral en un tapiz parduzco. La señora que viaja a mi lado no hace más que toser. Hace tiempo que dijimos adiós a las mascarillas. La vida es un mercado común de virus y bacterias. También teclea algo en su pequeño portátil. Respeto su intimidad.


En España se sigue hablando mucho de política. Celebradas las elecciones municipales y autonómicas, nos aprestamos a “sufrir” las generales dentro de unos 40 días, que es una fracción de tiempo muy bíblica. Los medios de comunicación nos inundan con análisis, críticas y prospectivas. Me parece que la gente de la calle anda preocupada por otras cosas. Habla de política, pero no se deja secuestrar por ella. No está todo el santo día debatiendo sobre la estrategia de Pedro Sánchez, la alianza de las izquierdas, el posible acuerdo poselectoral entre PP y Vox o  sobre el refugio económico que encuentran en la política quienes no tienen ni oficio ni beneficio. La vida es más amplia, rica y compleja que su vertiente política. O, mejor dicho, que la lucha entre partidos. 

No sé si a este sistema le queda mucho tiempo. La sociedad de la información va a alterar de manera radical nuestra forma de participar en los asuntos comunes. En fin, el tren corre veloz por la llanura castellana mientras yo escribo tranquilo sobre la mesita de mi cómoda butaca. Me queda un largo tramo hasta llegar a Pontevedra. Voy a disfrutar del paisaje. 

Cuando estoy a punto de colgar esta entrada, me llega la noticia de la muerte de Silvio Berlusconi, figura controvertida de la política italiana. Descanse en paz. Y también la del nombramiento de don José Cobo como nuevo arzobispo de Madrid. ¡Enhorabuena!

2 comentarios:

  1. Gonzalo, el tren Soria-Madrid era así hasta hace unos meses, hasta Almazán casi no superaba los 30km/hora, me encantaba¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ la gente sacaba su cena, era muy auténtico. No se si está inaugurado con las "mejoras" pero ya no será igual. Sobre la vida acelerada...... tienes toda la razón, tenemos que luchar todos por momentos de sosiego. Buen viaje. Un abrazo. María N.

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  2. La vida nos arrastra… No queremos entrar en según qué dinámicas y nos vemos envueltos en ellas. Creo que a medida que vamos entrando en años, no es que lo añoramos, es que necesitamos más paz y sosiego. Ya se encarga el cuerpo de hacernos frenar, no podemos ir a la misma velocidad, en todo.
    Tienes razón en que la velocidad produce exaltación, no exultación… Si no estamos alerta, nos hace ir crispados por la vida.
    Gracias Gonzalo por ayudarnos a tomar conciencia de que “la velocidad impide la contemplación”.

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