martes, 27 de junio de 2023

No puedo quejarme


Hoy se prevé que el termómetro alcance los 36 grados en Madrid. Mi despacho, orientado al este y al sur, es ideal para el invierno, pero sufre los azotes del estío. Procuro abrir las ventanas de ambos lados para que se cree una mínima corriente de aire. El viejo aparato de aire acondicionado no es muy eficaz cuando la temperatura exterior supera los 30 grados. 

Mientras me acomodo como puedo, pienso en los obreros de la construcción, en muchos campesinos y en todos aquellos que tienen que trabajar al aire libre en las horas más calurosas del día. Es un verdadero infierno. No se trata solo de un problema de incomodidad, sino de supervivencia. Los “golpes de calor” se cobran varias vidas todos los años. Yo, gracias a Dios, disfruto de salud, aunque tenga que soportar un poco el calor. Está claro que no puedo quejarme.


Vivo en una casa espaciosa y confortable.
Mi habitación es amplia y bien equipada. Dispongo de agua, luz, internet y otras comodidades. Todos los días puedo hacer tres comidas sin problemas. El frigorífico está al alcance de la mano con alimentos a cualquier hora. Tengo más ropa de invierno y de verano de la que realmente necesito. 

No tengo que irme a un remoto país africano. En mi misma calle veo todas las mañanas, a las 7,45, a dos personas (un hombre y una mujer) que pasan la noche en algunos espacios libres que hay junto a la acera. La mujer se guarece del frescor matutino con una manta; el hombre duerme entre cartones. Los dos son bastante jóvenes. A eso de las 9 ya han desaparecido. Está claro que no puedo quejarme.


He nacido en una familia en la que me siento muy querido. He podido conocer a mis abuelos e incluso a un bisabuelo. Mi anciana madre vive todavía. Tengo hermanos, sobrinos y muchos primos que siempre permanecen. La vida me ha regalado amigos en varios lugares del mundo. A algunos los he conocido hace poco tiempo, pero otros son compañeros de viaje desde hace 60 años. El tiempo no ha deteriorado la relación, sino que la ha ido madurando. Sé que, en caso de necesidad, puedo marcar su número telefónico y van a estar ahí, como yo estaría si ellos marcaran el mío. 

Pero conozco gente que está sola en la vida, que prácticamente no tiene a nadie en quien confiar. Hay familias que se han convertido en un infierno a causa de la droga, las herencias, los problemas entre los cónyuges o los desequilibrios psíquicos de algunos de sus miembros. Crecen los suicidios entre adolescentes y jóvenes. Sería un desagradecido si yo  maldijera la vida que me ha tocado. Está claro que no puedo quejarme.


Desde niño he sentido muy viva la presencia de Dios. No sé por qué. Recuerdo que, en las noches de verano, miraba al cielo y me preguntaba quién había hecho esa maravillosa bóveda llena de puntitos luminosos, quién había puesto en marcha todo lo que existe. He tenido la gracia de recibir la vocación misionera y sacerdotal, con la que me siento muy contento. Disfruto leyendo la Palabra de Dios y celebrando la Eucaristía, entrando en contacto con muchas comunidades cristianas de distintos lugares y compartiendo el camino con miles de claretianos. He podido leer a algunos de los más grandes teólogos de la historia de la Iglesia y conocer a personas que vivían con mucha pobreza material y que me han mostrado con sencillez y alegría el verdadero Evangelio. 

Pero sé que hay personas que, por diversas razones, no encuentran sentido a la vida, que todo lo ven oscuro o que reducen la existencia a trabajar, gozar y sufrir. No creen en Dios y tampoco lo buscan. Algunos sobrellevan esta carga con serenidad, pero otros se deprimen. Muchas veces me pregunto por qué unos creen y otros no. Creer en Dios me parece una luz en medio de la oscuridad, un vaso de agua fresca en el desierto, un abrazo en la soledad. Está claro que no puedo quejarme.

5 comentarios:

  1. Gracias a Dios. Yo tampoco puedo quejarme.

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  2. Por el simple hecho de poder leer y agradecer esta reflexión "está claro que no puedo quejarme". Hace tiempo que me propuse, dentro de las limitaciones propias, hacer un STOP a las quejas. Confieso que me ha hecho bien.

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  3. . Mucho que agradecer a Dios, que como Buen Padre, sigue cuidando de nosotros. La vida tiene momentos felices y tristes,
    Ñ

    La vida tiene sus momentos felices yb

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  4. ¡GRACIAS ! Gonzalo, por esbabilarnos los sentidos ,y ayudarnos a desistalarnos de la queja. Muchos tenemos Techo , Pan y Tarea, haber entendido el Amor de Dios Padre ,y su Proyecto Fraterno. Cada mañana a Agradecer y Retomar con Pasión entusiasta .

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