miércoles, 4 de noviembre de 2020

Resisitir en la desgracia

En el momento de escribir la entrada de hoy todavía no se sabe quién será el próximo presidente de los Estados Unidos de América. Todo está en el aire. Se suele decir que esta es la grandeza de la democracia. Espero que encontremos otras fórmulas de real participación en la cosa pública que vayan más allá de un disputado voto cada cierto tiempo. Mientras tanto, la vida no se detiene. Nicaragua y Honduras están sufriendo las consecuencias devastadoras del huracán Eta. Filipinas sufre los destrozos causados por el tifón Goni. Precisamente de Filipinas me llegan unas imágenes que, aunque son de baja calidad, muestran cómo reaccionan algunos filipinos ante las desgracias naturales que regularmente asolan el país. [Uno de mis amigos filipinos me dice con ironía que la peor desgracia “natural” que está destrozando el país en los últimos años es el presidente Duterte, pero comprendo que no todos piensan lo mismo; si no, no lo habrían elegido hace unos años]. Los pobres suelen encajar las desgracias mejor que los ricos porque si tuvieran que esperar a que todo funcione bien para ser felices, no lo serían nunca. No se trata de ser felices cuando alcancemos algunas metas imaginadas, sino de serlo siempre, aquí y ahora, tratando de sacar partido de cualquier situación, por adversa que sea. Por eso, incluso en situaciones calamitosas como las provocadas por el tifón Goni, saben divertirse y seguir viviendo.

A los ojos de un acomodado occidental, estas conductas pueden parecer irresponsables y hasta hirientes. ¿Cómo es posible que, mientras muchos pierden sus hogares e incluso a algunos de sus seres queridos, otros se dediquen a jugar al baloncesto con el agua hasta las rodillas o a organizar una fiesta en medio de una calle inundada? ¿No indican conductas como estas un alto grado de inconsciencia? Vistas las cosas con la superficialidad y los lentes moralistas que tanto se han puesto de moda en Occidente, pareciera que sí. Sin embargo, cuando se escucha el testimonio de quienes están viviendo en carne propia estas desgracias (no de quienes las vemos por televisión arrellenados en nuestra butaca), uno comprende que la vida tiene sus mecanismos de equilibrio, que no se responde a una desgracia dejándose dominar por ella, sino reaccionando con entereza y hasta con descaro. Si siempre andamos por la vida con el disfraz de víctimas, renunciamos a vivir con la dignidad que nos corresponde. Si algo significa ser hombres y mujeres “espirituales” es – a mi modo de ver – la capacidad de vivir con intensidad la existencia humana. Dios nos ha creado para que vivamos, no simplemente para que “sobrevivamos” o vayamos arrastrando la existencia como almas en pena. Si cada vez que experimentamos una contrariedad o una desgracia, todo lo que sabemos hacer es quejarnos y empezar a repartir culpas y responsabilidades, estamos condenados a no vivir nunca en plenitud  porque la vida humana es un rosario de experiencias adversas.

Quizás las “irresponsables” imágenes que acompañan la entrada de hoy nos ayuden a preguntarnos cómo solemos afrontar las pruebas y frustraciones de la vida. ¿Nos limitamos a quejarnos de nuestra mala suerte? ¿Buscamos enseguida culpables (el gobierno, la sociedad, Dios)? ¿Sacamos fuerza de debilidad y nos ponemos manos a la obra? ¿Nos preguntamos cómo podemos ayudar a otros que se encuentran en situaciones peores? ¿Ponemos la vida entre paréntesis o seguimos agradeciendo cada destello de vida que se nos concede? ¿Nos fijamos en lo que hemos perdido o en todo lo que se nos ha dado? También en esto los pobres nos dan muchas lecciones. Quienes más derecho tendrían a quejarse y a desesperarse son, con frecuencia, quienes mejor encajan las contrariedades y quienes más se ayudan entre ellos para superarlas. Un viejo compañero mío, cada vez que alguien se quejaba de algún pequeño problema doméstico (por ejemplo, que un día la calefacción no funcionara bien o que la comida estuviera un poco salada), siempre repetía un estribillo que se me ha quedado grabado: “Problemas de ricos”. Efectivamente, a menudo magnificamos nuestros pequeños problemas porque no sabemos lo que es una desgracia de verdad. Si quienes las padecen saben reaccionar con entereza y determinación, ¿cómo tendríamos que hacerlo quienes disponemos de más recursos materiales y emocionales? En tiempos de pandemia extendida, conviene dejarse guiar por los verdaderos “expertos en desgracias” que nunca tiran la toalla

1 comentario:

  1. Luis Manteiga Pousa2 de marzo de 2023, 20:58

    Cáncer, muerte de un ser querido, depresión...son problemas fuertes que te pueden cambiar la vida radicalmente y/o tu forma de verla. En la gran mayoría de los casos es así aunque cada uno reacciona a su manera. Y por mucho que tengas pensado en ello, por mucho que pienses que estás preparado para afrontarlo, pienso que generalmente no sabes como vas a reaccionar ante tal hecho hasta que estés delante de el.

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