domingo, 25 de noviembre de 2018

Testigo de la verdad

De Jesús se pueden decir muchas cosas. La última que he escuchado lo presenta como el mayor influencer de todos los tiempos. Así se anuncia el musical 33 que se estrenó el pasado jueves en Madrid y del que me gustaría escribir algo cuando tenga oportunidad de verlo. La gente ha dicho muchas cosas de Jesús a lo largo de la historia… y no todas elogiosas. Pero, ¿cómo se presenta él mismo? Hoy, solemnidad de Cristo Rey, último domingo del año litúrgico, Jesús no tiene inconveniente en presentarse como rey. Lo ha estado evitando a lo largo de su vida pública para no dar lugar a malentendidos, pero, a pocas horas de su muerte, ya no tiene importancia lo que la gente pueda pensar. Su trono va a ser la cruz. ¿Quién puede temer a un crucificado? ¿Quién puede imaginar a estas alturas de la película que su reino es como los de este mundo? ¿A quién se le puede pasar por la cabeza que Jesús va a movilizar legiones de guerreros para luchar contra sus perseguidores? Ante las puertas de la muerte, Jesús puede decir que es rey sin temor de ser malinterpretado. Es un rey “a su manera”. Rompe cualquier prejuicio o esquema. Nadie ha sido rey ni lo será nunca como él lo es: un rey verdadero, humilde, servidor, entregado.

En el diálogo que Jesús mantiene con Pilato, Jesús aclara en qué consiste su misión de rey para que el procurador romano no entre en pánico. (En realidad, Pilato debería setnir miedo porque la manera como Jesús ejerce su realeza es la más peligrosa de todas). Jesús se presenta como “testigo de la verdad”. Esta es la verdadera razón de su presencia en el mundo. Mientras tecleo estas frases, pienso que estamos en el imperio de la posverdad, en la eclosión de las fake news, de las falsas noticias que se venden como si fueran la verdad absoluta. ¿Qué puede significar en este contexto un “testigo de la verdad”? Quien se conduce en la vida a base de trampas y mentiras, ¿cómo va a sentirse atraído por Jesús? Sin embargo, Jesús explica quiénes son los dispuestos a seguirle: “Todo el que es de la verdad escucha mi voz”. Donde hay un ser humano fiel a su conciencia, que sigue con autenticidad lo que le dice el corazón, el Espíritu de Jesús está actuando en él. Esos hombres y mujeres que se dejan seducir por la verdad son los verdaderos “guerreros” del rey Jesús.

Ayer viví un día muy intenso con los seglares claretianos en nuestro hermoso rincón de Torrox. Por la mañana y por la tarde tuve ocasión de acercarme unos minutos al mar Mediterráneo. Por la mañana estaba sereno, como una balsa de aceite. Se divisaba con claridad la línea del horizonte. Por la tarde, se levantó el viento y las olas se encresparon. Contemplé el sol poniente, miré el faro encalado y pensé –lo hago todos los días desde que llegué a Málaga– en las personas que se arriesgan a surcar esas aguas en busca de un futuro mejor. ¿Cuándo va a terminar este éxodo inhumano? ¿Cuándo las mafias van a dejar de traficar con personas indefensas? ¿Cuándo vamos a hacernos cargo de la injusticia que subyace a un drama como este? El rey Jesús no puede ser ajeno a estas historias. Las noticias que hablan de miles de personas navegando en pateras no son fake news; son, por desgracia, crónicas verdaderas de lo que está pasando a pocos kilómetros de nosotros, que disfrutamos de un retiro apacible. 

¿Qué significa hoy para los seguidores de Jesús ser, como él, “testigos de la verdad”? ¿Podemos permanecer callados ante el drama que se está viviendo a cuatro palmos de nuestras narices? A estas historias se une la de algunos compañeros míos que, al parecer, han sido secuestrados en el norte de Camerún por los secesionistas de la zona de Bamenda. Esta noticia añade todavía más incertidumbre y dolor. Necesitamos un abogado defensor, un rey “como Dios manda”, como Jesús lo es.


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