viernes, 9 de noviembre de 2018

La pasión por la verdad

En Madrid se celebra hoy la Virgen de la Almudena, patrona de la ciudad y de la archidiócesis. Como casi todas las advocaciones marianas, también ésta tiene su historia y su leyenda. A los seres humanos no nos basta la historia desnuda; siempre necesitamos adornarla, tergiversarla, engrandecerla o borrarla. Lo que sucede con las tradiciones marianas se aplica al conjunto de los hechos históricos, comenzando por los que se refieren a la historia personal. Cada uno de nosotros tenemos un filtro selectivo. Hay personas que se quedan detenidas en los recuerdos amargos y parecen respirar siempre por las heridas. Otras, por el contrario, disponen de algún extraño mecanismo neurológico para “olvidarse” de lo negativo y poner el acento en lo bueno que han vivido. Es interesante escuchar las versiones que de un mismo acontecimiento ofrecen varios testigos. Todos pueden aducir que han visto con sus ojos y han escuchado con sus oídos algo, pero la manera de recordarlo, articularlo y comunicarlo puede variar mucho. Ya decían los escolásticos que quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur; es decir, que lo que se recibe se recibe según el modo del recipiente. En otras palabras, que cada uno de nosotros interpretamos la realidad según nuestras propias claves que, a su vez, son fruto de condicionantes genéticos, procesos educativos, contexto sociocultural y experiencias vividas.

Cada vez que nos asomamos a la historia se disparan los debates. Lo estamos viviendo de manera continua en relación con las guerras del pasado, los procesos de formación de las naciones y estados, los casos de corrupción y abuso… Sobre la base de unos cuantos datos objetivos, cada uno construimos nuestra propia visión y pretendemos que sea “la verdadera”. Solo las personas muy inteligentes y ecuánimes tienen la humildad suficiente para reconocer que su punto de vista, por fundamentado y objetivo que parezca, no excluye otros puntos de vista que pueden completar la visión de conjunto. Esta actitud favorece un diálogo constructivo siempre que vaya acompañado por un deseo que hoy parece escasear: la pasión por la verdad. Si lo que pretendemos es justificar una postura previamente tomada o agredir al oponente infligiéndole el mayor daño posible, entonces no hay posibilidad alguna de diálogo y encuentro. Si, por el contrario, lo que queremos es acercarnos a la verdad, venga de donde venga, entonces todos los caminos están abiertos. Las únicas condiciones son la veracidad, el deseo de enriquecer nuestra visión con los puntos de vista de otras personas y la audacia de ofrecer el propio con humildad. Antonio Machado nos señaló el camino en unos versos inolvidables: ¿Tú verdad? no, la verdad; / y ven conmigo a buscarla. / La tuya guárdatela.

¡Cómo cambiaría la vida personal y social si tuviéramos pasión por la verdad! La verdad no es un arma arrojadiza contra quienes piensan de otro modo, no es un ajuste de cuentas para vengarnos de heridas pasadas, no es una construcción ideológica para justificar nuestras opciones presentes, no es un relato edulcorado para construir un futuro soñado. La verdad es siempre una experiencia liberadora que no mira tanto al pasado (para saber lo que realmente ocurrió) o al presente (para examinar la congruencia entre hechos y palabras), cuanto al futuro (para asegurar una vida más digna y humana). Quien mira solo al pasado corre el riesgo de deformar la verdad según sus intereses y de hacer de ella un instrumento de venganza. Quien se concentra solo en el presente actúa como un forense de una realidad que no es algo muerto sino vivo. Solo quien se acerca a la verdad abierto a la promesa de un futuro mejor se deja sorprender por ella, no la manipula. Jesús, que conocía el corazón humano como nadie, sabía bien hasta qué punto manipulamos la verdad según nuestros intereses y miedos. Por eso se atrevió a presentarse Él mismo como la verdad, una verdad que nos hace libres para amar (cf. Jn 8,32) , no reos de la venganza o el resentimiento. Este es el camino, pero no son muchos los dispuestos a transitarlo. Hay atajos que prometen llevarnos al destino mucho más rápido. Solo el tiempo nos mostrará lo equivocados que estábamos.

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