viernes, 16 de febrero de 2018

Hay pocos así

No sé por dónde empezar la entrada de hoy. Desde hace semanas tengo perfilado el tema, pero no el enfoque.  Dejemos que el teclado del ordenador vuele con libertad. Quiero hablar de un hombre famoso y desconocido a un tiempo. Hoy cumple 90 años. Fue propuesto varias veces para Premio Nobel de la Paz, pero nunca se lo concedieron. Nació en un pueblo catalán llamado Balsareny, pero desde 1968 saltó el charco y nunca más ha vuelto a España. Han pasado 50 años desde su gran éxodo misionero de Europa a Latinoamérica. Este año celebra sus bodas de oro con el continente del que se ha enamorado: “¡Tenedme por latinoamericano, / tenedme simplemente por cristiano, / si me creéis y no sabéis quién soy!”. Vive en un rincón del inmenso Brasil llamado São Félix do Araguaia, en el estado de Mato Grosso. Le hubiera gustado morir en África como misionero, pero su salud no se lo permitió. Se expresa con igual profundidad y belleza en su catalán nativo, en el castellano de la juventud y en el portugués brasileño de su madurez y ancianidad. Su arma es la poesía. Se atreve a llamar al celibato una paz armada. La segunda parte de su vida se cuenta en una serie televisiva titulada Descalzo sobre la tierra roja. Abundan los libros  y reportajes sobre su trayectoria. Con motivo de su 90 cumpleaños se han multiplicado los artículos y exposiciones.

Nunca he tenido la oportunidad de encontrarme con él físicamente, pero he leído muchas de sus obras. Lo siento como un hermano mayor, o como un padre. Ambos somos misioneros claretianos. En los años 70 y 80 del siglo pasado su figura fue muy discutida. Tenía admiradores y detractores casi a partes iguales. Roma le tiró de las orejas en más de una ocasión porque no se ajustaba a los parámetros de un obispo comme il faut. Él obedeció desobedeciendo, que es lo mismo que decir que fue un poco más allá en espera de que el paso del tiempo ayudara a comprender sus opciones radicales y su estilo poco eclesiástico. Pablo VI lo defendió: “Quien toca a Pedro toca a Pablo”. Este hombre que hoy cumple 90 años, prisionero del Párkinson, la hipertensión y la diabetes, pero libre como el viento, es un obispo católico. Su nombre es Pedro Casaldáliga. O Pere, como se lo conoce en Cataluña. O Dom Pedro, como lo llaman sus amigos del Brasil. ¿Quién es este hombre lleno de contrastes? Él mismo dibujó su autorretrato en un soneto ya añejo:

Si no sabéis quién soy. Si os desconcierta
la amalgama de amores que cultivo:
una flor para el Che, toda la huerta
para el Dios de Jesús. Si me desvivo

por bendecir una alambrada abierta
y el mito de una aldea redivivo.
Si tiento a Dios por Nicaragua alerta,
por este Continente aún cautivo.

Si ofrezco el Pan y el Vino en mis altares
sobre un mantel de manos populares...
Sabed: del Pueblo vengo, al Reino voy.

¡Tenedme por latinoamericano,
tenedme simplemente por cristiano,
si me creéis y no sabéis quién soy!

¿Se puede siquiera pergeñar la silueta de un profeta de 90 años? Lejos de mí tal temeridad. Como homenaje a su figura flaca y fuerte, quiero limitarme a usar algunas de sus palabras para hablar no solo de él sino de sus causas: “Yo soy yo y mis causas”. Si su formación europea le ayudó a librarse del “sueño dogmático” y le enseñó a tener un pensamiento crítico, su encuentro con Latinoamérica lo despertó de su “sueño inhumano”. En Europa aprendió, siguiendo a Kant, a pensar por sí mismo, a ir más allá de los tópicos, a ser un poco rebelde. En Latinoamérica aprendió a ser rebelde con causa. Comprendió que no hay palabra más enérgica que el hecho bruto de que dos tercios de los hijos e hijas de Dios −se dice pronto− viven en la miseria o la pobreza a causa del injusto reparto de los bienes de la tierra. ¿Hace falta mucha reflexión para caer en la cuenta de que quienes gozamos de bienestar apenas dejamos que este hecho nos sacuda? Y, sin embargo, es el hecho más contundente, más real, aunque nuestros idealismos quieran ignorarlo. Seguir viviendo como si estos millones de personas no existieran es una bofetada a Dios, la antítesis de toda verdadera religión.  Pedro Casaldáliga lo palpó con sus manos. El mismo día de su consagración episcopal tuvo que enterrar por la mañana a un pobre campesino de 17 años que había sido asesinado. Aprendió a ser humano, y no dejó de serlo por ese mero hecho de ser también obispo.

Por ese mero hecho
de ser también obispo,
nadie me va a pedir
—así lo espero, hermanos—
que deje yo de ser
un hombre humano.
(Humanamente frágil, como todos.
Humanamente libre, como algunos.
Humanamente vuestro).

Su verdadera universidad han sido los pobres (sobre todo, los indígenas y campesinos) que viven junto al río Araguaia y que han sido y siguen siendo explotados o marginados: “No pagaré mis deudas; no me cobres. / Si no he sabido hallarte siempre en todos, / nunca dejé de amarte en los más pobres”. Más de una vez, sobre todo en la década de los 70, estuvo al borde de la muerte. Nunca se calló. Su sueño hubiera sido haber muerto mártir como sus queridos mártires de Barbastro, cuyo testimonio recogió de cerca cuando vivió algún tiempo en esa población oscense. Pero su martirio no ha sido cruento sino incómodamente profético, hasta el punto de suscitar posiciones encontradas. Se podía disentir con algunas de sus posturas políticas (el tiempo ha desenmascarado algunas), pero nadie podía negar su compromiso sin fisuras con los más pobres y su estilo de vida sencillo, a ras de suelo. Antes de escribir poemas o reflexiones, los probaba en el laboratorio de la vida cotidiana. No hay en él palabrería hueca o concesiones a la moda. El ruido de la máquina de escribir se acompasaba con el cacareo de las gallinas y el vuelo limpio de las garzas. ¡Pura experiencia hecha poesía! Sin apenas moverse de su rincón brasileño, ha acumulado amigos y admiradores en todo el mundo.

Al final del camino me dirán:
— ¿Has vivido? ¿Has amado?
Y yo, sin decir nada,
abriré el corazón lleno de nombres.

Conozco a más de un claretiano que ha escogido estos versos para el recordatorio de su ordenación sacerdotal. Pedro Casaldáliga, el hombre admirado, ha sido también muy criticado e incluso calumniado, dentro y fuera de la Iglesia. Se le ha tildado de iluso, ingenuo, subversivo, desobediente, comunista, heterodoxo y hasta de hereje. Testarudo parece que sí es. Su carácter es fuerte sin renunciar a la ternura. Vivir con él no es fácil. Muchos lo admiran lo admiramos a distancia, pero pocos han aguantado su ritmo y su estilo. No es nada fácil vivir junto a un profeta, aunque él no se las dé de tal. En los momentos más duros del combate aprendió a confesar sus verdaderas motivaciones:

Voy a engarzar en paz esas espinas
entre las rosas todavía nuevas.
Mi voluntad rendida Tú examinas,
Tú mi holocausto sin retorno pruebas.

Tus manos han ceñido mis riñones
desde la mocedad. Te ha reservado
mi corazón la flor de sus carbones.
Si he amado, Señor, a Ti te he amado.

Mi opción de eunuco por el Reino ostento
sobre esta frágil condición de hombre,
capaz, con todo, de acoger Tu aliento.

Cuando el lagar su desazón concluya,
Tú salvarás la causa de mi nombre
que sólo quiere ser la Causa Tuya.

Jesucristo ha sido el auténtico motor de su vida: “Si he amado, Señor, a Ti te he amado”. Por él ha vivido y luchado. Es imposible llevar una vida como la de Dom Pedro sin una comunión profunda, cultivada en la oración y en el compromiso, con Jesucristo. A él le ha dedicado los versos más hermosos. Espigo un soneto entre tantos:

¿Cómo dejarTe ser sólo Tú mismo,
sin reducirte, sin manipularte?
¿Cómo, creyendo en Ti, no proclamarte
igual, mayor, mejor que el Cristianismo?

Cosechador de riesgos y de dudas,
debelador de todos los poderes,
Tu carne y Tu verdad en cruz, desnudas,
contradicción y paz, ¡eres quien eres!

Jesús de Nazaret, hijo y hermano,
viviente en Dios y pan en nuestra mano,
camino y compañero de jornada,

Libertador total de nuestras vidas
que vienes, junto al mar, con la alborada,
las brasas y las llagas encendidas.

Capilla de la casa de Dom Pedro en São Félix do Araguaia, Brasil
Pero Jesús no está solo. Forma parte de una trinidad de amores:

Tengo tres amores, tres: el Evangelio,
la Patria Grande
y el Corazón intacto de una mujer:
la llena de Dios,
tan nuestra,
María de Nazaret.

Como buen hijo del Inmaculado Corazón de María, la Virgen de Nazaret ha ocupado un lugar único en su corazón y en sus versos. No se puede entender su vida y su ministerio sin este amor entrañable y desbocado a la madre de Jesús. Ella es la mujer campesina de Nazaret, la comadre de suburbio, la Señora de la ciudad y la Madre de Pentecostés. Es la niña del sí estremecido, la madre de los ausentes y la madre del mundo nuevo. Es la madre de Jesús y la Madre de la Iglesia. Es la Guadalupana y Santa María sin más títulos. ¡Es la Señora de la Esperanza!

Cuando El llegó ¿qué hora daba, Madre, tu Corazón?
(Mientras no llegaba
daba la hora de la esperanza.)
Pero cuando llegó
¿qué hora daba... ?

En referencia a este poemita mariano, el gran poeta José García Nieto escribió que “puede bastar esta muestra para recordar a un poeta por mucho tiempo”.

La entrada de hoy me ha salido excepcionalmente larga. Podría estirarla muchísimo más, pero baste con algunos botones de muestra. Me mueve la admiración −es verdad− pero, sobre todo, la convicción de que creyentes como Dom Pedro “hay pocos así”. 

Desde este humilde Rincón de Gundisalvus, perdido en el mar de Internet, le envío mi felicitación fraterna con motivo de su 90 cumpleaños. Me alegro mucho de que haya roto el salmo 89 por arriba. En él se nos recuerda que “el más robusto vive hasta 80 años”. Pedro Casaldáliga, por la gracia de Dios, ha coronado hoy la cima de los 90. Y, además, contrariando otra vez el salmo –que afirma que “la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan”– los ha llenado de entrega a Dios y a los más pobres. Por todo ello:

Per molts anysMuchas felicidades 

Parabéns pra você,
Nesta data querida.
Muitas felicidades,
Muitos anos de vida.



3 comentarios:

  1. Buenos días Gonzalo, gracias por acercarnos la persona de Pedro Casaldaliga... Me uno a la felicitacion dando gracias a Dios por su testimonio y su compromiso.

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  2. Gracias, la semblanza que hace del obispo Casaldaliga es genial. Felicidades por tanto fruto que ha llegado a los corazones de quienes le conocemos un poco. Que bendicion !

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