miércoles, 23 de marzo de 2016

Europa se hace desde abajo

Erasmo de Rotterdam
Los atentados de ayer en Bruselas copan la información. Hay una cascada de imágenes y opiniones. Esto hace que aquí en Italia haya pasado a segundo plano una noticia que conmovió al país el pasado domingo: la muerte de siete muchachas italianas en el fatídico accidente de autocar que tuvo lugar en Tarragona, España. Todo el país se volcó con las familias. El primer ministro, Matteo Renzi, voló al lugar de la tragedia para expresarles el pésame. Accidentes de este tipo reabren el debate sobre la seguridad de los transportes públicos, la atención a las víctimas, etc. 

En este caso, hay un dato curioso: todos los pasajeros eran jóvenes de diversos países europeos que participaban en el programa Erasmus. Es probable que muchos de los lectores de este blog que no son europeos no sepan de qué se trata. En síntesis, es un programa patrocinado por la Unión Europea que apoya y facilita la movilidad académica de los estudiantes y profesores universitarios dentro de los Estados miembros. Esto permite que miles de jóvenes aprendan una nueva lengua, prosigan sus estudios en otros centros académicos, establezcan nuevas relaciones con jóvenes de diferentes países y conozcan la gran diversidad del continente. Recibe el nombre del famoso humanista del Renacimiento Erasmo de Rotterdam

El periodista italiano Beppe Severgnini ha escrito que este programa ha hecho por la integración europea más que todas las instituciones de la Unión juntas. Porque el programa no se limita a promover una política europea, o un currículo académico europeo, etc. El programa hace europeos; es decir, ayuda a los jóvenes a tomar conciencia de su identidad continental viviendo en primera persona sus inmensas posibilidades. El programa aplica al pie de la letra el principio pedagógico learning by doing, se aprende haciendo. No se trata, pues, de estudiar lo que significa Europa o de conocer con detalle las instituciones de la Unión Europea. Se trata de vivir Europa, de crear una nueva generación que sienta que Europa es su casa y que, por tanto, no se vea sometida a la tentación de luchar contra sus vecinos. La historia de desencuentros solo se puede superar con una historia de encuentros. El accidente de Tarragona puede disuadir a algunos padres de enviar a sus hijos a otros países, pero sería un error. Un accidente no puede alterar un programa que, a pesar de sus limitaciones, está facilitando la construcción de Europa "desde abajo" y que sirve de contrapeso a los excesos burocráticos que vienen "desde arriba" y que tanto desaniman a los ciudadanos.

Uno de los pilares del programa Erasmus –que algunos maliciosamente han calificado de programa Orgasmus por su fama de promotor de fiestas– es el aprendizaje de lenguas, factor clave para la integración europea. Lo ideal sería que todos fuéramos, al menos, trilingües. Aparte de ampliar nuestro círculo de relaciones, ensancharía nuestro horizonte mental y nos ayudaría a valorar la enorme diversidad de un continente que, tras siglos de dominio en todo el mundo, se pregunta cuál es su lugar en el siglo XXI. 

Para algunos, Europa ocupará un puesto marginal. Será un mero apéndice del imperio chino o un espacio islamizado. Pagará las culpas de sus muchos "pecados históricos". Su arrogancia la condenará al olvido. Pero, para otros, como el joven pensador británico Mark Leonard, Europa liderará el siglo XXI. Así lo expuso en un famoso libro escrito en 2005. 

Sea como fuere, necesitamos jóvenes que tengan una idea clara de sus raíces, se sientan habitantes de un espacio común y el entrenamiento en diversos países les ayude a abrir Europa al mundo entero, a superar la idea de una Europa-fortaleza para sustituirla por la idea de una Europa en red con otros pueblos de los cinco continentes. 

Para no hacer muy indigerible este post os dejo con un vídeo que recoge todas las canciones ganadoras del famoso festival de Eurovisión. No es necesario que expreséis vuestras protestas.


Yo me quedo –quizá por eso de la nostalgia– con el tema "Eres tú" de Mocedades. No ganó, pero logró el segundo puesto en 1973 y, desde luego, una enorme popularidad en todo el mundo.

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