miércoles, 16 de marzo de 2016

"Misericordes sicut Pater"

Me temo que el post de hoy va a ser leído por pocas personas. Cada vez que pongo en el título alguna palabra en un idioma distinto del español, desciende el número de lectores. Sin embargo, hoy me arriesgo a hacerlo porque estas tres palabras latinas –que significan Misericordiosos como el Padre– constituyen el estribillo del himno oficial del Jubileo de la Misericordia.  Las canté varias veces ayer por la tarde con el grupo de personas que participaron en la meditación que dirigí en la basílica del Corazón de María de Piazza Euclide. 

En las octavillas repartidas días antes se hablaba de “ejercicios espirituales como preparación para la Semana Santa”. Demasiado altisonante. En realidad, se trata de algo más modesto: la celebración de la Eucaristía vespertina, seguida por una meditación de media hora. En muchas parroquias de todo el mundo se hace algo semejante: una versión remozada de las antiguas “charlas cuaresmales”. 

Este año era obligado hacer referencia al Jubileo de la Misericordia que empezamos el pasado 8 de diciembre y concluiremos el próximo 20 de noviembre, solemnidad de Cristo Rey. No sé qué repercusión está teniendo este Año Jubilar en vuestros respectivos países y ciudades. Aquí en Roma se nota movimiento de gente, pero menos del que se esperaba. El hecho de que en todas las diócesis del mundo se pueda celebrar el Jubileo ha quitado protagonismo a la Urbe. Quizá también el temor a un atentado terrorista, dadas las continuas amenazas del ISIS, que desearía colgar su bandera en la cúpula de San Pedro como signo de victoria sobre los "cruzados".

Puerta Santa de San Pedro
A estas alturas del año, ya he entrado por las Puertas Santas de las cuatro basílicas mayores, por este orden: San Pedro en el Vaticano, San Pablo Extramuros, San Juan de Letrán y Santa María la Mayor. Nunca lo he hecho solo, sino acompañado por otras personas. 

¿Puedo confesar la verdad? En ningún caso he sentido nada extraordinario. Hablo de sentimientos, no de convicciones. Sin embargo, a medida que transcurren los meses, voy cayendo en la cuenta de la urgencia de la misericordia y de las razones que han movido al papa Francisco a convocar este Jubileo Extraordinario. Algo comenté ya el otro día cuando escribí sobre el tercer aniversario de la elección del papa Francisco. Me parece que muchos de los problemas que hoy padecemos nacen de hombres y mujeres que no se sienten perdonados y que, por tanto, proyectan el rencor que llevan dentro. La vida se convierte entonces, a diversas escalas, es una lucha por la supervivencia. 

Cuando estudiaba filosofía, el adagio de Hobbes (homo homini lupus – el hombre es un lobo para el hombre) me parecía hiperbólico, exagerado. Ahora comprendo que refleja bastante bien la dinámica de los seres humanos cuando nos dejamos llevar por nuestros instintos de poder. Percibo una competitividad extrema para aprobar una oposición, encontrar un trabajo, ganar más dinero… Cuando no encontramos dentro de nosotros mismos la alegría de sabernos queridos por lo que somos y no por lo que hemos logrado, nos embalamos en competiciones que nunca terminan y que acaban dejándonos exhaustos y tristes. Por el contrario, quien ha experimentado la misericordia no tiene necesidad de demostrar nada porque todo está ya demostrado: “Nos sentimos orgullosos de un Dios que ya desde ahora os ha concedido la reconciliación por medio de Nuestro Señor Jesucristo” (Rm 5,11).

Puerta Santa de San Pablo
Sé que la vida es muy compleja y que estas dinámicas no siempre se perciben a primera vista. Nuestras motivaciones se mezclan. Pero ahora comprendo mejor por qué un papa como Francisco, tan sensible a los problemas del mundo moderno, ha querido convocar un Año de la Misericordia para ir a la raíz de todo. Está bien hablar del calentamiento global, de la necesidad de una ecología integral, de la lógica del descarte de un capitalismo sin alma, etc. Pero nada de esto se puede abordar con garantías de éxito  sin sanar las raíces podridas. Lo que todos necesitamos es una profunda experiencia de perdón, purificar nuestras imágenes distorsionadas de Dios y de nosotros mismos y abrirnos al infinito mar de la misirtocrdia. Volveremos sobre este asunto otro día.

Os dejo ahora con el tráiler de una película reciente -Risen - Resucitado- que todavía no he visto. Aborda la resurrección de Jesús desde el punto de vista de un no creyente. Es un tema difícil de tratar en el cine, pero quizá haya sorpresas. Si algunos la habéis visto ya, podéis dejarnos algún comentario.





No hay comentarios:

Publicar un comentario

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.