Vista general de Matera |
He estado cuatro
días fuera de Roma, en la región de la Apulia, al sureste de Italia. En Bari pude
orar ante la tumba de san Nicolás, cuya historia ha alimentado tantas
leyendas. En Alberobello admiré los famosos “trullos” (trulli),
declarados Patrimonio de la Humanidad. Por segunda vez, visité Matera, la sugestiva ciudad que Alcide De Gasperi, después de la segunda guerra mundial, calificó como “la vergüenza de
Italia” por el escándalo que suponía que muchas familias vivieran pobremente,
junto con sus animales domésticos, en cuevas excavadas en la roca. Sin embargo,
la fascinación de esta ciudad la ha convertido en escenario de multitud de
películas, como El Evangelio según San Mateo de Pier Paolo Passolini o La Pasión
de Mel Gibson. En 2019 será “capital europea de la cultura”. Lo que a De
Gasperi le parecía un escándalo se ha convertido –previa una intensa operación
cosmética– en una atracción turística.
Pero lo que más
me gustó lo viví la noche del viernes, de 9 a 10, en la catedral de Altamura. Me acerqué, junto con mis compañeros
claretianos, a participar en la iniciativa “24 horas para el Señor”. Esperaba encontrar unas cuantas decenas
de personas mayores, quizá algún joven perdido. La sorpresa fue mayúscula. La
catedral estaba tan abarrotada que tuve dificultad para encontrar un sitio
donde sentarme. Muchos eran jóvenes, coetáneos de los que se movían por la
plaza adyacente un viernes por la noche con una temperatura ambiente en torno a
cero grados.
Sobre el altar
mayor se exponía el Santísimo Sacramento. Cada hora iban pasando los miembros
de las distintas parroquias o movimientos encargados de organizar la oración. Los
cantos y los textos se alternaban con momentos –menos de los que yo hubiera
deseado– de silencio. Me quedé impresionado. Los cristianos de Altamura –una
diócesis pequeña– respondieron con entusiasmo a la llamada del papa Francisco.
Catedral de Altamura |
¿Por
qué en algunos lugares los jóvenes sí se sienten atraídos por Jesús y responden
con generosidad? La noche del viernes es para muchos jóvenes el momento mágico
de la semana. Dejan sus obligaciones académicas o laborales, desconectan del mundo
de los adultos, y se sumergen en un tiempo que les pertenece. Es difícil saber
por qué y para qué. Tal vez es el símbolo de “otro mundo” en el que uno
trasciende el umbral del negocio para
disfrutar del ocio. La noche es tiempo de olvido, de fiesta, de exceso..., pero también de intimidad, de confidencias, de aventuras. Uno es capaz de expresar sus búsquedas con más confianza, como si la noche nos protegiera de los juicios sumarísimos y, en el fondo, nos permitiera ser lunares, sin la exposición al implacable sol diurno de la crítica y la exclusión.
Que una iglesia,
situada en el corazón de la ciudad, esté abierta toda la noche del viernes al
sábado significa que seguimos creyendo que muchos –como Nicodemo– se pueden
acercar a Jesús casi como "a escondidas". Y –lo que es más importante– que Jesús,
a través de sus mediaciones sacramentales, quiere dirigirse a los más jóvenes
con una invitación que no pasa de moda: “Venid y ved”. Creo en la fuerza
poco explorada de esta pastoral nocturna, nicodémica, si se me permite el neologismo. En el centro de todos los pueblos grandes y ciudades debería haber una iglesia abierta durante todo el fin de semana, una iglesia non-stop, al menos una vez al mes. Estoy seguro de que habría voluntarios dispuestos a acompañar a quienes acuden en busca de silencio, belleza, consejo o reconciliación. Y, sobre todo, creo que habría jóvenes atraídos por el magnetismo de Jesús porque conecta con sus búsquedas y sacude su aparente indiferencia.
Creo que sería bueno probar la experiencia que mencionas... Los horarios de las iglesias no son compatibles para mucha gente, con su jornada laboral o en caso de los jóvenes, estudiantil.
ResponderEliminarSería bueno que hubiera algun cambio de horarios, los actuales son para un sector pequeño de personas o para jubilados.
Sé que no es fácil cambiar las rutinas, pero si hay voluntarios con ánimo se puede hacer.
EliminarCreo que más que signo es un grito de muchos que reclaman un nuevo espacio. Me parece que es la hora de la creatividad y se debe evaluar seriamente nuevos métodos, horarios, lugares, modos.
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