domingo, 27 de marzo de 2016

El alba es más fuerte que la noche - Carta de Pascua

Queridos amigos y amigas: Empecé este blog el pasado 20 de febrero. Hoy, Domingo de Pascua, escribo el post número 40. Hemos cubierto juntos una cuaresma comunicativa. Muchas gracias por vuestra compañía, apoyo y estímulo. A lo largo de estas cinco semanas, cientos de personas os habéis acercado a “El Rincón de Gundisalvus”. La mayoría lo hacéis (por este orden) desde España, Italia, Estados Unidos, Colombia, Puerto Rico, Alemania, Irlanda, Argentina, México, Polonia… Pero hay también visitas de Portugal, Taiwán, Bolivia, Venezuela, etc. Algunos sois lectores habituales; otros habéis llegado hasta aquí por casualidad. Por lo general, casi todos enlazáis con este blog desde vuestra cuenta de Facebook. Sois pocos los que entráis directamente. Estos datos y otros muchos me los proporciona la función Estadísticas del propio blog. Pero no dejan de ser referencias anónimas. Les faltan rostros y nombres. Hoy, día de Pascua, quisiera enviaros un saludo cordial a todos y cada uno de los que visitáis el blog. Por eso, he querido dar a este post la forma de carta, que siempre es más directa y personal.

Mientras escribo, reina un silencio completo en mi casa. En Roma ha amanecido un día soleado. Es como si la naturaleza se sumara a la fiesta de la Resurrección de Jesús. Dentro de un par de horas celebraré la Eucaristía en la residencia de ancianas a la que he estado yendo estos días de la Semana Santa. El Viernes Santo, después de la celebración de la Pasión del Señor, una de ellas me confesó: “Me encanta que seamos pocos, así me siento como en familia”. La ancianidad es una de esas periferias existenciales a las que a menudo se refiere el papa Francisco. Por eso,  me alegro de poder celebrar el misterio del Cristo muerto y resucitado con estas señoras ancianas, algunas sin más familia que las hermanas que las cuidan y sus compañeras de residencia.


El pasado Viernes Santo me impresionó mucho la oración a la Cruz del Señor que el papa Francisco hizo al final del Via Crucis del Coliseo. Fue una lista de los 14 dolores de nuestro tiempo. El último sonaba así: “Oh Cruz de Cristo, aún hoy te seguimos viendo en nuestro Mediterráneo y en el Mar Egeo convertidos en un insaciable cementerio, imagen de nuestra conciencia insensible y anestesiada”. Aludía al drama de los refugiados que tanto dolor nos está produciendo en los últimos meses.

Pero oraba, a continuación, con otras realidades de nuestro tiempo que son signo del triunfo de Cristo sobre la muerte. Aunque esta carta se alargue un poco, quisiera incluirlas aquí. Representan la letanía de los testigos actuales –a menudo, inconscientes de su hermosa tarea– de la Resurrección de Jesús:

Las personas buenas y justas que hacen el bien sin buscar el aplauso o la admiración de los demás.

Los ministros fieles y humildes que alumbran la oscuridad de nuestra vida, como candelas que se consumen gratuitamente para iluminar la vida de los últimos.

El rostro de las religiosas y consagrados –los buenos samaritanos– que lo dejan todo para vendar, en el silencio evangélico, las llagas de la pobreza y de la injusticia.

Los misericordiosos que encuentran en la misericordia la expresión más alta de la justicia y de la fe.

Las personas sencillas que viven con gozo su fe en las cosas ordinarias y en el fiel cumplimiento de los mandamientos.

Los arrepentidos que, desde la profundidad de la miseria de sus pecados, saben gritar: Señor acuérdate de mí cuando estés en tu reino.

Los beatos y en los santos que saben atravesar la oscuridad de la noche de la fe sin perder la confianza en ti y sin pretender entender tu silencio misterioso.

Las familias que viven con fidelidad y fecundidad su vocación matrimonial.

Los voluntarios que socorren generosamente a los necesitados y maltratados.

Los perseguidos por su fe que con su sufrimiento siguen dando testimonio auténtico de Jesús y del Evangelio.

Los soñadores que viven con un corazón de niños y trabajan cada día para hacer que el mundo sea un lugar mejor, más humano y más justo.

Estoy seguro de que os reconocéis en alguna de estas categorías. También vosotros sois testigos y mensajeros. Esto significa que, por mucho mal que haya en nuestro mundo, la fuerza de Cristo resucitado sigue produciendo vida, alegría y esperanza. Hace años, leí en una columna de un periódico algo parecido a esto: "Mientras cada noche nos acostamos derrotados por las malas noticias de la televisión, a la mañana siguiente encontramos el periódico, una botella de leche y una barra de pan en el rellano de la escalera. Mientras unos pocos miles de hombres buscan destruir el mundo, millones de seres humanos hacen todo lo posible por construirlo. La vanguardia de la historia pertenece a los panaderos". Esta es la fuerza escondida de la Resurrección de Jesús que actúa como levadura en la masa del mundo.

El Papa terminaba su oración así: “Oh, Cruz de Cristo, enséñanos que el alba del sol es más fuerte que la oscuridad de la noche. Oh Cruz de Cristo, enséñanos que la aparente victoria del mal se desvanece ante la tumba vacía y frente a la certeza de la Resurrección y del amor de Dios, que nada lo podrá derrotar u oscurecer o debilitar. Amén”.


Amigas y amigos, sin Resurrección no tendríamos ningún motivo serio para seguir viviendo. Pablo lo expresó con palabras insuperables: “Seríamos los más desgraciados de los hombres” (1 Cor 15,19). Nos quedaríamos sumergidos en un interminable Sábado Santo, en la noche de la ausencia. A lo más, nos atreveríamos a confesar nuestro desconcierto como María de Magdala: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto” (Jn 20,2). ¿Dónde está Jesús en un mundo que vive etsi Deus non daretur (como si Dios no existiera)? ¿Dónde está Jesús en un mundo tan inhumano e injusto, que ridiculiza sus bienaventuranzas?

No sabemos dónde lo han puesto porque el Resucitado es un insumiso: no se ata ya a ningún espacio o tiempo concretos, los traspasa todos. Por la fuerza del Espíritu, se ha convertido en el contemporáneo de todo ser humano. Está en ti y en mí, a la vuelta de la esquina. Hay que abrir los ojos del corazón.

Desde esta fe regalada, os deseo una FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN. Dondequiera que estéis, cualquiera que sea vuestra situación personal, incluso en medio de la duda, creed que el Resucitado os sale al encuentro para transformar vuestra noche en un alba sin tramonto. Sentiréis una bocanada de alegría fresca.

Recibid un fuerte abrazo de vuestro amigo Gonzalo (o Gundisalvus).

Hoy os dejo con una famosa pieza musical compuesta para promocionar una conocida marca de Conguitos. Bueno, quizá Händel la compuso un poco antes con otro propósito. Vosotros podréis juzgar.


Si os va la marcha, quizá prefiráis este otro vídeo de Nidia Quintanilla:


3 comentarios:

  1. Muchas gracias... También para ti, Gonzalo, FELIZ PASCUA DE RESURRECCION.
    Muchas gracias por todo lo que nos has acompañado, desde tu blog. Me ha ayudado a que haya podido vivir con más profundidad esta semana santa... Con una visión más amplia todo coge una perspectiva diferente.
    Un abrazo

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  2. Felices Pascuas de Resurrección y que esta motivación que nos ofreces nos recuerde la importancia de nuestro testimonio, como creyentes en la resurrección del Señor Jesús, en el mundo. Gracias por tu reflexión. Animo!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias, Alejandro. La Pascua es un complejo vitamínico que nos ayuda a afrontar la vida diraia con esperanza y alegría.

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