lunes, 4 de abril de 2022

Déjate guiar por tus sueños

Hoy hemos amanecido en Madrid con un grado bajo cero. Como sopla el viento, la sensación térmica es de más frío todavía. Lo he podido comprobar esta mañana cuando, como todos los días, he salido de casa a las 7,45 para celebrar la Eucaristía con la comunidad de Concepcionistas. La gente que transitaba por la calle Princesa iba enfundada en abrigos, gorros y bufandas, como no la había visto durante los meses del invierno. El tiempo se ha vuelto loco y nos contagia sus desajustes. También nosotros podemos enloquecer un poco. 

Yo acabo de terminar una meditación online con nuestros misioneros de Kenia, Uganda y Tanzania. Formaba parte de su programa de retiro mensual. De regreso a la realidad europea, leo que la guerra de Ucrania ha llegado ya a su cuadragésimo día sin que, por el momento, se vean signos de un final rápido. Mi amigo ucraniano insiste en que la verdadera ambición de Putin es lograr un corredor terrestre que una Rusia y Crimea a través del territorio ucraniano de Lugansk y Donetsk. No va a cejar en su empeño ni aunque el papa Francisco viaje a Kiev o se reúna con el patriarca ortodoxo de Moscú. O aunque el precio se pague en miles de vidas humanas.

Los periódicos españoles dedican también espacio a la elección del gallego Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del Partido Popular y a la victoria del joven murciano Carlos Alcaraz en el torneo de tenis de Miami. Menos atención ha merecido la visita del papa Francisco a Malta y su denuncia de la violación de los derechos de los migrantes. Las preocupaciones de la gente se dirigen ahora a la cesta de la compra. La inflación se está comiendo el poder adquisitivo de los más pobres.

En este contexto rescato una frase del escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson (1803-1882) que he citado hace unos minutos en mi charla a los claretianos de África oriental: “No te dejes empujar por tus problemas, déjate dirigir por tus sueños”. Estamos rodeados de problemas para los que buscamos soluciones. En eso se nos va buena parte de la vida. Tenemos problemas afectivos, económicos, laborales, de salud, etc. También los ricos tienen problemas, pero, por lo general, disponen de más recursos para afrontarlos y resolverlos. Sin problemas, la vida resultaría demasiado monótona. Acabaríamos siendo prisioneros del bienestar y el aburrimiento.

Sin embargo, no podemos hacer de los problemas el centro de todo. Siempre he admirado a las personas que, en medio de los problemas, no renuncian a sus sueños. Los problemas pueden y deben ocuparnos, pero no pueden marcar la hoja de ruta de nuestra vida. Esa función corresponde a los sueños, a los ideales. Una persona que no sueña, nunca sale de su círculo problemático. Acaba siendo su víctima. Como decía el visionario Edgar Cayce (1877-1945): “Los sueños son las respuestas de hoy a las preguntas de mañana”. Se podría decir que son las ventanas por las que entrevemos el futuro. O las escaleras que nos permiten alzarnos por encima del suelo.

La fe cristiana está transida por los sueños de Dios. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento recogen algunos sueños que nos ayudan a conocer su voluntad. Durante el fin de semana he pensado que los creyentes somos muy afortunados porque no necesitamos imaginarnos el futuro como hacen los artistas o rellenarlo de utopías científicas o políticas. Jesús nos ha revelado que estará con nosotros hasta el final de los tiempos y que todo será recapitulado en Dios. Este es nuestro verdadero “sueño” y el fundamento de nuestra esperanza. Por eso, por muchos problemas que nos circunden, nunca tiramos la toalla. La esperanza se pone a prueba precisamente en momentos de crisis. Los cristianos no podemos comportarnos “como los que no tienen esperanza” (1 Tes 4,13). 

No somos felices porque las cosas salgan siempre bien, sino porque “quien confía en Dios nunca se verá defraudado” (Rm 10,11). En estos tiempos difíciles que estamos viviendo (pandemia, guerra en Ucrania, inflación galopante) necesitamos guiarnos por nuestros sueños mientras nos esforzamos por resolver los problemas, pero no podemos hacer de estos el centro de nuestras vidas. No hay nada que ayude más a afrontar los problemas que un sueño que oriente la existencia y nos dé horizonte. Este es el “sueño” de Jesús que se nos ha regalado con el don de la fe. No sabemos lo que tenemos.

1 comentario:

  1. Tienes razón, no sabemos lo que tenemos, pero también creo que muchas veces se da que lo sabemos pero no lo valoramos.
    No resulta fácil, reflexionar con la entrada de hoy. Es para volver a ella varias veces… Nos das muchos matices que pueden ayudarnos a “soñar” y a saber descubrir “los sueños de Dios” en nuestras vidas. Despertaríamos en nosotros sentimientos de agradecimiento que muchas veces están “dormidos”.
    Por lo menos a mí, me irá bien, hacer caso de esta consigna: “No te dejes empujar por tus problemas, déjate dirigir por tus sueños” y soy consciente de que, ello, nos lleva a confiar en Dios y nos da horizonte, en unos momentos en que la vida no lo pone fácil.
    Muchas gracias, Gonzalo por transmitirnos tu ilusión para soñar y descubrir “los sueños de Dios”.

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