lunes, 25 de abril de 2022

Los niños sí saben sonreír

Iglesia parroquial de Krzydlina Mała durante la misa de ayer domingo
Ayer domingo empecé la jornada con un desayuno de otra época: huevos revueltos, embutidos, mantequilla, mermelada, fruta, chocolate, té, etc. Incumplí todos mis criterios dietéticos y buena parte de mis hábitos alimentarios. Había que empezar el día con fuerza y buen ánimo. Antes de la misa con la gente del pueblo en la pequeña y encantadora iglesia parroquial de Krzydlina Mała, llevada por los claretianos, visitamos el cercano orfanato dirigido por las Hermanas Educadoras de Notre Dame, que llevan en este pueblecito desde 1861. Ahora son siete hermanas en la comunidad. Con la ayuda de algunas cuidadoras profesionales, se hacen cargo de 50 huérfanos polacos y de 19 ucranianos que hace solo unas semanas han llegado a su hogar. Uso deliberadamente esta palabra –hogar– porque esa es la impresión que me produjo cuando recorrí las diversas estancias de la casa y pude ver a los niños: desde recién nacidos en sus cunitas de colores hasta adolescentes. Se respiraba un verdadero aire de familia. Nada que ver con esas películas antiguas en las que los orfanatos parecían cárceles para menores.

Muchos serán adoptados por familias polacas, pero, antes de ese momento, pasan en el centro algunos meses o años. Las hermanas han sabido crear un clima familiar, alegre y esperanzado. Los 19 huérfanos ucranianos son todos muy pequeños. Creo que ninguno supera los cuatro o cinco años. Varios tienen solo unos meses. Han venido de Ucrania acompañados por cuatro doctoras y enfermeras que no hablan polaco. La comunicación con ellas no es fácil. Mientras los niños sonreían cuando los acariciábamos o les dábamos caramelos, las cuatro mujeres esbozaban a duras penas una mueca cargada de tristeza. Su mirada era ausente, como si el cuerpo estuviera aquí, pero su espíritu vagase por las casas destruidas y las fosas comunes de su país.

Noté que los niños se pegaban a nosotros. Algunos me pidieron que los elevara por encima de mi cabeza en una especie de viaje imaginario a un cielo cercano. La hermana directora me aclaró que, acostumbrados a asociar el hábito negro de las religiosas a la ternura y al cariño, se apegan a cualquiera que vaya vestido con colores oscuros. Nosotros íbamos ayer de riguroso negro clerical, como se estila en Polonia. Se entiende entonces su reacción afectuosa. La hermana nos dijo también que a las familias que los adoptan les recomiendan que en los primeros días se vistan de negro para que los niños experimenten la misma ternura que sienten en el orfanato. ¡Quién nos iba a decir que el negro, tan asociado a la muerte y la rigidez, se iba a convertir en un color de alegría y esperanza! 

Orfanato de las Hermanas Educadoras de Notre Dame en Krzydlina Mała 
No sé expresar bien lo que sentí viendo sus caritas blancas y su pelo rubio. Pensé en sus jovencísimos padres que, por razones que ignoro, los habían abandonado. Intuí tragedias difíciles de encajar. Sentí también compasión por ellos. Nadie abandona a sus hijos si no es por razones gravísimas o por desequilibrios patológicos. La hermana nos dijo que, al cabo de los años, algunos (pocos) de estos padres biológicos reclaman el ejercicio de su paternidad. 

Pensé también en las familias que los acogen o que los adoptan. El proceso es largo para evitar entusiasmos inconsistentes y cribar cualquier riesgo de abuso. Y pensé, por supuesto, en los niños. ¿Cómo les va a cambiar la vida a quienes, con pocos días o meses, han tenido que abandonar su país y refugiarse en un país extranjero? Ellos serán para siempre los huérfanos de la guerra.

Juguetes usados por los niños del orfanato. [Me comprometí a no publicar fotos de los menores]
Seguimos sin saber las verdaderas intenciones de Putin y por tanto, cuánto va a durar esta guerra absurda y cruel en la que los vencedores serán también perdedores. En las guerras todos perdemos, aunque alcancemos victorias militares, ganancias económicas o prestigio mediático. Se han cumplido ya 60 días de ignominia. A medida que pasa el tiempo, se aclaran algunos oscuros motivos que han conducido a este desastre. Todos nos vamos cansando. La compasión inicial pasa ahora por estrategias de ayuda sostenibles. 

Siento admiración por las comunidades religiosas que estaban antes del conflicto al lado de la gente, están ahora y seguirán estando después, cuando muchas organizaciones abandonen el terreno y se apaguen los reflectores de las televisiones. ¡Las Hermanas de la Enseñanza de Notre Dame llevan acogiendo huérfanos desde 1861 en este remoto pueblo polaco! Los periódicos no hablarán de ellas. A menudo, a muchos periodistas solo les interesa destacar los escándalos que, por desgracia, siempre se dan en alguna parte del mundo. Pero Dios ve la entrega de estas hermanas y de sus colaboradoras y los niños saben agradecerla con una sonrisa que ni la guerra ha conseguido borrar. Soy testigo.

Era obligado escribir sobre la hermosa experiencia de ayer. San Marcos, cuya fiesta celebramos hoy, sabrá disculparme. Y lo mismo mis amigos italianos que hoy festejan la Fiesta de la Liberación o los franceses que ayer reeligieron a Emmanuel Macron como presidente de la república. Cada cosa tiene su tiempo, incluso la fulminante victoria de Carlos Alcaraz en el torneo Godó de Barcelona.


2 comentarios:

  1. En un mismo momento, a nivel mundial, ¡se dan tanta variedad de éxitos y fracasos!. Mientras unos ríen y derrochan vida, dinero, todo lo que se les presenta, otra parte de la humanidad está sufriendo y otra está dando testimonio del amor de Dios hacia las personas y en este caso que nos cuentas hacia los niños…
    Los niños son muy agradecidos y por poco que les des, ellos te dan gratuitamente su afecto, su amor inmensurable.
    ¡Cuánto sufrimiento hay detrás de cada niño abandonado, sea por la causa que sea!
    Cuántas vidas, como las religiosas, dan todo lo que pueden y más a favor de los más necesitados y de los más débiles y, en el día a día, si no lo tenemos cerca, lo ignoramos. Gracias por compartir esta tu experiencia del orfanato… Unidos en oración por una misma causa.

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  2. Qué pena Gonzalo¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡ Maravilloso que puedan estar ahí tan bien cuidados pero qué pena a la vez .....
    Un abrazo.

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