sábado, 15 de febrero de 2020

Danos tu silencio y paz

Anoche comenzamos en el Centro Fragua el segundo retiro con un grupo de lectores del Rincón de Gundisalvus. Algunos hicieron más de 600 kilómetros para llegar hasta aquí. Varios se conocían del año pasado; otros son nuevos. Todos son laicos, a excepción de un sacerdote diocesano que ha querido unirse al grupo. Un joven que nos acompañó el año pasado seguirá el retiro desde Glasgow a través de Skype. La más joven tiene 35 años; la mayor supera ya los 86. Hay hombres y mujeres, casi a partes iguales. A algunos los conocí ayer. Nunca antes habíamos tenido oportunidad de encontrarnos. Caigo en la cuenta de la enorme diversidad. No será fácil encontrar un registro común. Es tarea del Espíritu darnos a cada uno lo que nos conviene en este momento de nuestras vidas. El tema del retiro de este año es el encuentro con Jesucristo. Como hilo conductor, hemos escogido la historia del encuentro de Zaqueo con Jesús (cf. Lc 19,2-10) o de Jesús con Zaqueo. Sobre ese espejo queremos contemplar nuestra propia historia de encuentro con el Señor. Tendremos mucho tiempo de silencio durante la tarde. Un retiro no es un cursillo. Necesitamos “desconectar” de muchos ruidos externos e internos para “conectarnos” con Jesús.

Mientras presentaba anoche después de la cena el itinerario que vamos a seguir durante el fin de semana, me preguntaba qué se puede hacer para que una persona se encuentre con Jesús. No tengo una respuesta clara. A veces, hay que compartir con otros una experiencia como hicieron los primeros discípulos: “Hemos visto al Señor”. Otras veces basta con propiciar el acercamiento a algunas experiencias que nos abren al misterio de Jesús: un retiro, una celebración litúrgica, un encuentro interpersonal, una tarea de servicio o voluntariado… Pero no hay nada automático. Jesús sale a nuestro encuentro donde menos lo imaginamos y por caminos que nosotros no podemos prever ni controlar. Esta noche veremos el vídeo del proceso de conversión de una mujer joven. Caeremos en la cuenta de que a menudo son los más alejados de la fe y de la Iglesia quienes sienten el toque delicado de Jesús. Los que estamos demasiado acostumbrados a ser de los suyos podemos volvernos insensibles a su gracia. Cada vez veo con más claridad que muchas personas están buscado a Jesús sin saberlo. Buscan sentido, dirección, consuelo, serenidad, alegría, conversación, compañía…  A veces Jesús nos pregunta abiertamente: “¿Qué buscáis?”. Otras veces, como en el caso de Zaqueo, se adelanta y nos dice: “Hoy quiero hospedarme en tu casa”. Depende de nosotros acogerlo o dejar que pase de largo. 

Mientras tecleo la entrada de hoy, imagino que todos duermen. Es muy temprano. Todavía no ha amanecido. No sé cómo se desarrollará esta jornada. No pongo demasiada confianza en el programa previsto. Sé que Jesús saldrá al encuentro de cada uno de nosotros “a su manera”, como si fuera una especie de Frank Sinatra dispuesto a romper planes y expectativas. El terreno de la fe es incontrolable. No funciona como los teléfonos móviles. No basta pulsar una tecla para que se produzca el efecto deseado. Dios no es un amigo a golpe de click. Es libre, soberano, insobornable. A nosotros nos queda ponernos humildemente a la escucha, pacificar nuestro corazón, tener una actitud humilde. Anoche, antes de irnos a la cama, en una breve oración, le pedimos a María que nos diera su silencio y paz para poder escuchar la voz del Maestro. Se lo vuelvo a pedir ahora, al comienzo de esta nueva jornada, con la misma canción que escuchamos anoche en una interpretación afinada y suave.



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