lunes, 23 de abril de 2018

Pequeñas historias fraternas

Mi segunda familia está formada por más de tres mil personas. Conozco a la mayoría, pero no a todos. Es casi imposible. En una familia tan grande no faltan nunca problemas. El mal siempre hace ruido. La bondad se da por supuesta, pero de vez en cuando es necesario contarla. Hoy lunes quiero compartir con los amigos del Rincón tres breves testimonios. Se trata de historias vividas por tres compañeros claretianos de diversas edades: uno, Gabriel Mejía Montoya, acaba de quedar segundo en el World’s Children Award, un premio concedido a quienes trabajan por los niños. Gabriel es el fundador de “Hogares Claret”, una institución que lleva más de 30 años trabajando en favor de los niños, adolescentes y jóvenes en riesgo. A lo largo de este tiempo, más de 60.000 jóvenes colombianos se han beneficiado de este itinerario de ayuda. Es una clara apuesta por la educación como arma de cambio.


Álvaro Andrés Marín trabaja en el Chocó colombiano, una zona a la que los claretianos llegamos hace 109 años. Por su posición estratégica y por sus abundantes recursos naturales, está en el ojo de mira de empresas que quieren explotar las materias primas sin tener en cuenta los derechos de quienes desde hace siglos habitan estas tierras: indígenas, afroamericanos y campesinos. Los claretianos, junto con otros agentes de pastoral, acompañamos a estas comunidades. A pesar del acuerdo firmado entre las FARC y el gobierno colombiano, la paz todavía no ha llegado a esta conflictiva zona. Es necesario seguir apostando con firmeza por ella para no caer en la tentación de una vuelta atrás.



Luis Enrique Ortiz es un joven puertorriqueño que estudia en Roma. Forma parte de mi comunidad. Uno de sus talentos es la música. Compone y canta. Cuando termine su licenciatura en Teología Bíblica sueña con hacer una evangelización que se sirva de la música, del arte en general, para transmitir la buena noticia del Evangelio. Armado con su guitarra, y sin más estudio de grabación que su cuarto, graba algunas de sus composiciones y las difunde por internet, sobre todo a través de la página web www.sermisionero.com.



Los tres son muy diferentes en edad y carácter, pero tienen algo en común: la pasión por evangelizar... y el hecho de hablar español. Por eso, pensando en los lectores hispanohablantes de este blog, he escogido sus testimonios entre otros muchos posibles. Ninguno trabaja en solitario. Forman equipo con otros misioneros. Hablar de ellos es hablar de comunidades de hermanos claretianos y colaboradores laicos.

No es suficiente con denunciar las cosas que van mal en nuestro mundo. Hay que ponerse manos a la obra. Gabriel es muy sensible a las necesidades de los niños y jóvenes en riesgo de exclusión a causa de la droga, la delincuencia o los conflictos armados. Álvaro Andrés, que también es artista, se siente a su aire entre los indígenas, afroamericanos y campesinos del Bajo Atrato. No encuentra tiempo para salir al paso de las muchas necesidades de todo tipo que se dan entre estas gentes. Luis Enrique compagina sus estudios con su afición a la música. Cree en el poder transformador de la belleza y del arte.

Son solo tres ejemplos (representan un 0,1 % del total de claretianos) de las muchas historias que me gustaría contar. Hay muchos otros claretianos con historias hermosas, la mayoría desconocidas. Estamos tan dominados por lo que no funciona bien, por la crónica negra, que necesitamos contar historias pascuales, por pequeñas e insignificantes que parezcan. Jesús nunca hizo nada espectacular. Él hablaba del Reino de Dios como de una pequeña semilla de mostaza. La mayoría de los hombres y mujeres no hacemos cosas grandes, pero cualquier cosa, vivida con amor, tiene el poder de fermentar la masa.

1 comentario:

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