domingo, 3 de diciembre de 2017

La "cuarta" noche

No sé por qué me gusta tanto el Adviento. Quizás sea porque remueve las cenizas que cubren las ascuas de la esperanza. O porque enciende una pequeña luz en las tinieblas de la rutina. O porque lo asocio a la espera infantil de la cercana Navidad. Es como si todo empezara desde el principio. Son cuatro semanas para seguir confiando en que Dios no se ha olvidado de nosotros. No es fácil mantener esta confianza cuando un día tras otros nos vemos inundados por noticias cercanas y lejanas que nos hablan de enfermedades, rupturas, enfrentamientos, violencias, injusticias, guerras, hambrunas, depresiones y suicidios. La primera lectura de este domingo es una hermosísima oración en la que el profeta Isaías se desahoga. Podemos hacer nuestras sus palabras porque ponen nombre a lo que nos pasa hoy. De este desahogo por la aparente ausencia de Dios, uno esperaría una increpación. No obstante, la conclusión no se desprende de las premisas. El profeta acaba con una de las frases más hermosas de toda la Escritura: “Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero: somos todos obra de tu mano” (Is 64,7). Ese “sin embargo” me deja sin palabras. El Antiguo Testamento no suele referirse a Dios como “padre” para evitar dar a esta palabra el sentido que le otorgaban los pueblos paganos circunvecinos. Pero en este texto es claro su sentido. Jesús hará del vocablo “padre” en su versión más familiar (abbá) la manera normal de dirigirse a Dios.

El evangelio de este Primer Domingo de Adviento es una invitación a esperar al Señor que viene “en medio de la noche”. Para comprender el significado de esta metáfora es necesario recordar que los maestros de Israel enseñaban que había habido cuatro grandes noches en la historia del mundo. La primera era la noche de la creación, cuando, en medio de la oscuridad total por la falta de sol y luna, Dios dijo: “Que exista la luz” (Gn 1,3). La segunda noche rememora la alianza con Abrahán (cf. Gn 15). La tercera se puede calificar como “la madre de todas las noches”, la que fue testigo de la liberación de Israel, cuando “el Señor veló aquella noche para sacarlos de Egipto” (Ex 12,42). ¿Cuál es la cuarta? La cuarta está cuajada de expectación: es la noche en la que Israel espera que Dios intervenga para crear el mundo nuevo e instaurar su reino. Teniendo en cuenta este trasfondo, se comprende mejor la fuerte carga simbólica de la venida del Señor “durante la noche”, a la que alude el evangelio de hoy. El evangelista Marcos divide esta cuarta noche, según el cómputo popular romano, en cuatro partes: el atardecer, la media noche, el canto del gallo y la mañana (v. 35). De esta manera, nos invita a estar siempre alerta, a no quedarnos dormidos en ningún momento porque el Señor está llegando siempre a nuestra vida.

¿Estamos viviendo una noche de la fe? Creo que, en buena medida, sí, al menos en Europa y algunas regiones de América. Tenemos la impresión de que Dios no existe o, al menos, de que no se preocupa de nosotros, que las cosas suceden por su propia lógica. No hay una mente amorosa que las dirija. En este contexto de agnosticismo, y aun de apostasía formal o silenciosa, ¿qué significa esperar al Señor que viene “en cualquiera de las horas de la noche”? Jesús nos invita a la atención y a la vigilancia, pero no a la ociosidad. Nos ha dado un encargo, una misión. El relato de Marcos dice: “Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejó su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea”. Velar significa estar atento a los signos de la “llegada de Jesús” mientras desarrollamos nuestra tarea. No significar estar de brazos cruzados, sino con el radar del corazón activo para detectar las muchas venidas de Jesús en forma de encuentros interpersonales, experiencias vitales, silencios, preguntas, emociones, ausencias, disgustos, búsquedas, temores… Es como si el tiempo de Adviento fuera una cura anti-modorra, una especie de despertador que nos avisa de que en cualquier momento de esta “noche cultural”, Jesús puede pasar a nuestro lado.

2 comentarios:

  1. Muy interesante, Gonzalo. Lo comparto. Saludos desde Tierra Esperanza. Pedro Barranco.

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  2. Gonzalo ayer me acordé de ti en Sevilla. En una iglesia que tenía varias capillitas había un hombre rezando, ¡qué ganas de rezar me entraron!!! Buena semana

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