sábado, 5 de abril de 2025

Pasado por agua


Pasé buena parte de la mañana de ayer viernes en la ciudad cacereña de Plasencia. Aunque la había circunvalado en un par de ocasiones, nunca la había visitado. Acompañado por tres religiosas amigas y guiado por la responsable de Patrimonio de la diócesis, visité la catedral. O, para ser más preciso, las catedrales. El conjunto me pareció deslumbrante. El oro de las nervaturas y de los retablos añade un toque sugestivo que no se ve en las catedrales castellanas. El retablo es un tratado de teología contado con el lenguaje hermosísimo de la madera tallada y policromada. Afuera llovía y soplaba con fuerza el viento.


Nada más salir, se encuentra la impresionante casa del deán. Habla por sí misma del poder que en el pasado ostentaba el jefe de los canónigos. Hasta el concilio de Trento se las tenía tiesas con el obispo. Hoy las cosas están clarificadas y calmadas. Visité también el antiguo convento de Santo Domingo, hoy transformado en Parador Nacional. Aparte de por su valor histórico y artístico, a mí me interesaba conocerlo porque durante varias décadas fue sede de la comunidad claretiana. Desde aquí los misioneros se movían por toda Extremadura en campañas de evangelización a través de las misiones populares y los ejercicios espirituales.


Tras la comida, visité el museo de las Josefinas de la Santísima Trinidad, muy populares en Plasencia, ciudad en la que fueron fundadas en 1886 por el sacerdote alcarreño Eladio Mozas, canónigo penitenciario. No conocía yo con detalle la vida de este fundador, un sacerdote culto y con una gran preocupación social y espiritual. La segunda mitad del siglo XIX estuvo plagada de fundaciones en varios lugares de España. 

Con las josefinas estoy teniendo un encuentro sobre “identidad y pertenencia” en la casa de espiritualidad que tienen en Cabezuela del Valle. Por cierto, el río Jerte baja impetuoso debido a las abundantes lluvias de las últimas semanas y los famosos cerezos están ya en plena floración. Sigue lloviendo a intervalos, aunque parece que hoy sábado tendremos una pequeña tregua.


Hasta este recóndito lugar llegan los ecos de la famosa “guerra de aranceles” decretada por el inefable Donald Trump. No soy un experto en estos asuntos, pero me temo que la economía mundial va a experimentar una peligrosa sacudida. De hecho, ayer fue un viernes negro para los mercados. 

En los pocos ratos libres, estoy leyendo en versión digital el último libro de Javier Cercas El loco de Dios en el fin del mundo, que acaba de ponerse en circulación con gran aparato publicitario. Confieso que a mí me gusta cómo escribe Cercas y estoy leyendo su obra con fruición, pero hay una cosa que no me gusta: el hecho de que a cada paso repita que es un “ateo redomado, un anticlerical declarado y un laicista irredento”, como si quisiera curarse en salud de las críticas que puede recibir desde algunos sectores anticatólicos por “blanquear” al papa Francisco. Un ateo que se precie, un ateo “como Dios manda”, es más discreto. No hace de su increencia una exhibición impúdica o un arma arrojadiza. Dicho esto, el libro fluye bien y ofrece claves para entender la novedad del Papa “venido del fin del mundo”. Cuando lo termine, escribiré algo sobre él.

1 comentario:

  1. Gracias Gonzalo por la cantidad de información varia que nos aportas y que, para mí, me interesa mucho, porque necesitamos que alguien, como tu, nos ayudes a hacer un análisis de las realidades que vivimos.

    ResponderEliminar

En este espacio puedes compartir tus opiniones, críticas o sugerencias con toda libertad. No olvides que no estamos en un aula o en un plató de televisión. Este espacio es una tertulia de amigos. Si no tienes ID propio, entra como usuario Anónimo, aunque siempre se agradece saber quién es quién. Si lo deseas, puedes escribir tu nombre al final. Muchas gracias.