lunes, 3 de mayo de 2021

Con flores a María

En ambientes católicos del hemisferio norte, el mes de mayo es conocido como el mes de las flores o el mes de María. Como en tantas otras ocasiones, esta práctica devocional cristiana hunde sus raíces en algunas costumbres paganas. En la antigua Grecia, el mes de mayo estaba dedicado a Artemisa, la diosa de la fecundidad; y en Roma, a Flora, la diosa de la vegetación. Los romanos solían celebrar los juegos florales a finales de abril para pedir su intercesión. 

Durante la época cristiana medieval continuaron con costumbres parecidas. Se celebraba la llegada del buen tiempo tras los rigores del invierno. El 1 de mayo era considerado como el apogeo de la primavera. Antes del siglo XII, entró en vigor la tradición del Tricesimum. Se trataba de dedicar treinta días a María. Al principio se llevaban a cabo desde el 15 de agosto al 14 de septiembre, pero ya en el siglo XVII se comenzó a dedicar un mes entero a la Virgen, aunque no siempre coincidía con el mes de mayo. Finalmente, se unieron la tradición pagana del mes de las flores y la  devoción cristiana del “mes de María”, dando lugar al mes de mayo mariano. 

La devoción se extendió mucho durante el siglo XIX. Nos ha llegado hasta hoy, aunque me parece que no tiene la popularidad que tenía cuando yo era niño. Creo que nunca voy a olvidar la canción que cantábamos los escolares cuando íbamos a presentar nuestro ramito de flores a María: “Venid y vamos todos, con flores a porfía, con flores a María, que madre nuestra es”. Con seis o siete años, no sabía quién era esa señora llamada “porfía”, que también era nuestra madre. Está claro que la frase no era muy comprensible para los niños. Al final, no se sabía si nuestra madre era María o la tal “porfía”, palabra para mí desconocida entonces. Como este segundo nombre me resultaba tan extraño, creo que más de una vez lo transformé en “Porfiria”. Algún día escribiré sobre otras transformaciones curiosas de cantos en latín.

Evoco estos recuerdos infantiles porque desde el pasado día 1 de mayo hemos comenzado, por expreso deseo del papa Francisco, un “maratón de oración” pidiendo a María por el fin de la pandemia. Con este motivo, el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización ha preparado un subsidio litúrgico-pastoral bajo el título “De toda la Iglesia subía incesantemente la oración a Dios”. A lo largo de todo el mes de mayo se transmitirá en directo la recitación del rosario desde diferentes santuarios marianos de todo el mundo. Cada día tendrá su propia intención. 

Son cuatro los santuarios que lo harán en lengua española: Nuestra Señora de Luján en Argentina (8 de mayo); Nuestra Señora de la Caridad del Cobre en Cuba (20 de mayo); Nuestra Señora de Monserrat en España (22 de mayo) y Nuestra Señora de Guadalupe en México (26 de mayo). Todos nosotros, a través del canal de YouTube del Vaticano, podremos unirnos a este momento de oración mariana universal. Es una forma nueva de celebrar “el mes de María”. Ya no se trata de ir a la pequeña iglesia o ermita de nuestro lugar, sino de hacerlo en comunión con los católicos de todo el mundo desde algunos de los santuarios marianos más conocidos. Se retrasmitirá todos los días a las 6 de la tarde (hora de Italia y de España).

En plena campaña de vacunación contra el coronavirus, es lógico que nos preguntemos: ¿Qué sentido tiene orar por el fin de la pandemia cuando lo urgente es conseguir que se vacune el mayor número posible de personas? Quizás esta iniciativa sea una buena oportunidad para recordar lo que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica acerca de la oración de petición. Es probable que tengamos ideas demasiado humanas y que nos cueste conciliar la acción misteriosa de la gracia, la autonomía de las realidades seculares y nuestro esfuerzo por cambiar las cosas. No se trata de realidades opuestas. Todas forman parte de la única experiencia cristiana y todas tienen su importancia. En otras palabras, buscar una vacuna eficaz no se opone a interceder por el final de la pandemia. La gracia de Dios se manifiesta a menudo en nuestra capacidad de encontrar soluciones nuevas a los problemas que padecemos. 

En cualquier caso, más allá de la situación de pandemia, es hermoso recuperar o potenciar la antigua tradición del mes de mayo como mes mariano. Los medios digitales nos permiten nuevas formas devocionales más en sintonía con el momento presente. Si no es posible conectar con la retrasmisión diaria del Vaticano, podemos a veces unirnos a otros familiares o amigos para rezar el rosario en red a través de alguna plataforma como Skype, Zoom, Google Meet, etc. Aquí se puede recordar el principio del famoso sacerdote irlandés-norteamericano Patrick Peyton (1909-1992): “Familia que reza unida, permanece unida”. Que María sea nuestra compañera de camino a lo largo de este mes de mayo.



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