domingo, 2 de mayo de 2021

Podemos dar más fruto

El evangelio de este V Domingo de Pascua va de agricultores, vides, podas, frutos y cosas por el estilo. Ya se sabe que una de las imágenes que se aplicaban al pueblo de Israel era la de la viña. Por desgracia, esta viña, en vez de dar uvas, produjo agrazones. El evangelio de Juan dice que la verdadera viña es Jesús, el único que ha respondido a cabalidad al amor del Padre. Nosotros podemos formar parte de esa viña si nos unimos a él como los sarmientos están unidos a la vid. Y no solo eso. Importa “permanecer”. Este verbo cobra una importancia grande en el relato de este domingo. ¿Cuál es el objetivo de esta unión vital con Jesús? La respuesta del cuarto evangelio es clara: dar gloria a Dios. Jesús lo dice así: “Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante”. 

La pregunta que me viene a la mente es también clara: ¿Estamos los cristianos produciendo los frutos que dan gloria a Dios? ¿Cuáles serían esos frutos? Uno puede pensar que “dar gloria a Dios” consiste, sobre todo, en alabarlo a través de la liturgia y la oración, pero ya san Ireneo de Lyon en el siglo II nos enseñó que “gloria Dei vivens homo” (o sea, que la gloria de Dios consiste en que el ser humano viva). En realidad, la frase completa, extraída de su libro Adversus haereses IV, contiene una segunda parte: “vita autem hominis visio Dei” (o sea, y la vida del hombre es la visión de Dios). A la luz de esta antigua interpretación, dar gloria a Dios significa luchar por que todos sus hijos e hijas vivan con dignidad divina. No hay nada que le guste más al Padre que ver que los seres humanos somos felices. Naturalmente, esta felicidad no se reduce a la satisfacción de las necesidades básicas (alimentación, salud, vivienda, trabajo, educación, etc.,) aunque las incluye , sino que apunta a la comunión plena con Dios (a la visión de Dios).

Hace años aprendí de Henri Nouwen la distinción entre “fruto” y “producto”. Me ha ayudado mucho en mi vida personal. Un “producto” es el resultado de un proceso de fabricación que tiene como objetivo mejorar la calidad de nuestra vida humana. Producto puede ser un coche, un ordenador, un libro, una barra de pan, una casa o una vacuna. El ser humano ha desarrollado extraordinariamente la capacidad de fabricar “productos” a partir de la revolución industrial. Hay tantos productos, que se debe incentivar su consumo a través de la publicidad para que siga funcionando la cadena de producción y no se detenga la economía. 

Un “fruto” es todo aquello que nos hace crecer como seres humanos; por ejemplo, un gesto de amor, un consejo, una sonrisa, una ampliación de nuestro horizonte intelectual, una emoción estética, una experiencia espiritual… y tantas otras cosas. Para fabricar productos se requiere competencia técnica y medios adecuados. ¿Qué necesitamos los seres humanos para producir frutos y no solo para fabricar productos? Aquí es donde entra la respuesta de Jesús: “El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada”. Solo podemos dar frutos de los que cambian y mejoran la vida de las personas si estamos unidos a Jesús vitalmente y si permanecemos en él. Quizás ahora comprendemos por qué, a pesar de que hoy hemos avanzado tanto en la fabricación de productos (desde los más sencillos a los más complejos), no acabamos de producir frutos que nos ayuden a vivir con sentido. ¿No es paradójico que, con algunas excepciones, sea en las sociedades más prósperas donde más se dan la depresión y el suicidio?

Lo que Jesús dice se puede aplicar de una manera especial a los evangelizadores. ¿Por qué muchas veces los sacerdotes, religiosos y laicos no conseguimos llegar al corazón de las personas a pesar de que hacemos muchas cosas? Porque tal vez pensamos que la eficacia depende de los medios que nosotros usamos y no de nuestra vinculación personal a Jesús. En realidad, el único que puede llegar al corazón de las personas es Jesús a través de su Espíritu. Nosotros podemos ser un cristal transparente que deje pasar su luz o un muro que la detenga. Es verdad que tenemos que cuidar la calidad y oportunidad de los medios que usamos, pero lo más importante es cuidar nuestra unión vital con Jesús, de modo que lleguemos a ser uno con él. De esta manera, produciremos muchos más frutos y, en consecuencia, daremos más gloria a Dios. Esto implica dejarnos podar de vez en cuando para que los frutos sean más abundantes y sabrosos. 

Solo los santos son verdaderamente “eficaces”. No es fácil convencerse de esto cuando todos vivimos en un contexto social en el que la eficacia se liga a las cualidades de las personas, a la utilización de medios cualificados y abundantes y a una publicidad persuasiva. Por si todavía albergamos alguna duda, es bueno que nos repitamos internamente: “Sin mí no podéis hacer nada”. Todo lo demás vendrá en el momento oportuno.

Feliz Día de la Madre para todas las madres que celebran hoy su día en algunos países. 

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