martes, 21 de noviembre de 2017

Paso a paso

Cuando era adolescente, uno de nuestros profesores nos recomendó algo que nunca he olvidado. Nos dijo que para avanzar por el camino de la vida era preciso practicar (al menos) un deporte, aprender a tocar (al menos) un instrumento musical y dominar (al menos) una lengua extranjera. No lo decía solo por incrementar nuestras destrezas y habilidades sino porque los tres son aprendizajes arduos que exigen método y esfuerzo sostenido. En otras palabras, los tres nos educan en la consecución de objetivos paso a paso, no de manera instantánea. Nos obligan a dosificar los esfuerzos, a diferir las satisfacciones, a entrenarnos con regularidad, a disciplinar nuestros impulsos, a rabajar en equipo… En definitiva, nos estimulan a cultivar valores como la constancia, la capacidad de sacrificio, el apoyo mutuo, la priorización de intereses, etc. Todos estos valores son muy útiles para la vida en general, no solo para esas tres destrezas concretas. Como se trata de aprendizajes arduos, estos valores no se improvisan de un día para otro. Cuando los necesitamos para afrontar una relación, un trabajo o un nuevo proyecto, no podemos acudir a ellos si previamente no los hemos cultivado. Y, por desgracia, no figuran hoy en la escala de valores de muchas personas.

Ayer me acordé de las recomendaciones de mi viejo profesor de bachillerato al escuchar los informes de los diversos representantes de nuestras misiones africanas. Si comparo la situación actual con la de hace doce años, compruebo que se ha dado un significativo progreso. Hoy hay más vida comunitaria, más identidad claretiana, un apostolado más diversificado y más fuentes para ir logrando la auto-sostenibilidad económica. Hay que celebrar lo conseguido y seguir dando pasos porque quedan todavía muchas cosas por mejorar. A la luz de esta experiencia, me convenzo aún más de que los verdaderos cambios (tanto personales como institucionales) no se suelen producir de la noche a la mañana, por vía rupturista, sino paso a paso, con visión, esfuerzo, constancia, colaboración, acompañamiento, apoyo, evaluación… y buen humor. Por eso, desconfío mucho de los políticos que nos prometen el cielo en la tierra para conseguir nuestro voto, pero no se preocupan más que de ganar las elecciones, no de proponer caminos arduos y articulados para conseguir metas futuras. Es evidente que uno de estos caminos arduos es la educación. Sin generaciones de jóvenes provistos de valores como el respeto, la tolerancia, la generosidad, el esfuerzo, el sacrificio, la búsqueda, etc. es inútil pretender sociedades libres, democráticas y solidarias. Sin medios adecuados, nunca se consiguen los fines soñados. ¡Cuántas frustraciones se podrían evitar si nos preocupáramos más de sembrar semillas y no tanto de recolectar frutos!

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