lunes, 11 de agosto de 2025

¿Cuerpos perfectos, almas perdidas?


El horario del gimnasio marca la agenda de muchas personas, incluyendo la de algunos sacerdotes y religiosos. De unos años a esta parte se ha vuelto casi imprescindible frecuentar este nuevo “santuario” en el que se rinde culto al cuerpo. Mientras las iglesias han perdido muchos adeptos, los gimnasios los han ganado. Podríamos decir -si se me permite una breve concesión al dualismo- que el cuerpo ha ganado por goleada al alma. No importa que la entrada a la iglesia sea libre y que para entrar al gimnasio haya que pagar una cuota más o menos elevada según su categoría. 

En esta sociedad de la apariencia, lo importante es “estar en forma” y tener un cuerpo saludable y hermoso que pueda seducir a otros cuerpos igualmente saludables y hermosos. Al fin y al cabo, lo primero que vemos de una persona es su cuerpo. La primera impresión condiciona el desarrollo posterior. Si “la cara es el espejo del alma”, el cuerpo debería ser el espejo de nuestra personalidad. ¿Es realmente así? ¿Un cuerpo tonificado y hermoso se corresponde con una rica personalidad?


Me he preguntado muchas veces cómo ha surgido este furor y -digámoslo con claridad- este suculento negocio. He hablado abiertamente de este tema con algunos amigos míos adictos al gimnasio. Normalmente, todos me dicen que lo frecuentan por motivos de salud, pero no es tan claro que sea solo por eso. Conozco el caso de algunos religiosos que no tienen inconveniente en saltarse la oración comunitaria o algún otro acto, pero no perdonan la asistencia al gimnasio, casi como si fuera un rito obligatorio. 

¿Qué significa esta tendencia que en bastantes casos tiene los rasgos de una adicción? ¿Está reflejando un tipo de sociedad que, a falta de auténticas experiencias de interioridad, apuesta todo a la apariencia? Quienes frecuentan los gimnasios, incluso sin ser muy conscientes de ello, tal vez buscan un cuerpo más atractivo porque necesitan sentirse bien consigo mismos mismos y ser admirados por otros. Quizá todo tiene mucho que ver con la búsqueda de una identidad segura y reconocida, con una autoestima que comienza en el espejo y sigue por la admiración o envidia de aquellos con cuerpos menos trabajados. Imagino que es un cóctel de motivaciones de difícil separación.


La palabra gimnasio proviene de la palabra griega gymnos, que significa “desnudez”, de modo que el vocablo griego gymnasium viene a significar “lugar donde ir desnudo”. Esta era la práctica común en la antigua Grecia, pero en nuestros gimnasios modernos la desnudez queda circunscrita a las duchas. En las diversas ejercitaciones todo el mundo va vestido con la ropa adecuada al tipo de disciplina que va a practicar. No solo eso. La forma de vestir se convierte en una especie de filtro o disfraz que permite teatralizar el paso por el gimnasio para convertirlo en carne de Facebook, Instagram o Tik Tok. Para muchas personas, tan importante es ir al gimnasio como contarlo en las redes sociales. 

La nueva corporeidad “gimnastizada” tiene que ser vista y apreciada por el mayor número de personas, no solo por aquellas con las que se convive a diario. No merece la pena machacarse en una máquina si luego casi nadie va a admirar y aplaudir el resultado. Hay, pues, una estrecha y sutil conexión entre el culto a la corporalidad y la (sobre)exposición mediática.

¿Cultivar el cuerpo implica perder el alma? ¡De ninguna manera! Más aún, en la antigua Grecia ambas dimensiones iban muy unidas. No era infrecuente que en los gimnasios hubiera bibliotecas y que, tras la ejercitación física, los gimnastas se dedicaran a leer y conversar. Pero mucho me temo que en nuestro contexto actual el exceso gimnástico está muy ligado a un empobrecimiento espiritual. ¡Ya que no podemos ser virtuosos, seamos por lo menos fuertes y guapos!

1 comentario:

  1. Cuando se dan casos extremos que se pierde la noción de la importancia de lo que elegimos, teniendo en cuenta que “elegir” supone “excluir” algo que no nos encaja en el momento y que supone una búsqueda, creo que lo defines bien cuando escribes: “… Quizá todo tiene mucho que ver con la búsqueda de una identidad segura y reconocida, con una autoestima que comienza en el espejo… Imagino que es un cóctel de motivaciones de difícil separación.”
    Gracias Gonzalo, por llevarnos a la reflexión.

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