domingo, 3 de agosto de 2025

Contra codicia, esperanza


“Si en el momento de la muerte tienes demasiados bienes, has cometido un grave error de cálculo”. En algún lugar he leído unas palabras parecidas. Para quien las escribía, el ideal del ser humano es llegar a la muerte como hemos venido al mundo: vacíos y libres, con el contador a cero. Job afirma: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá” (Job 1,21). No nos llevamos nada al otro lado de la frontera. 

De esta manera, evitamos también los problemas de herencia a los que hace mención el evangelio de este XVIII Domingo del Tiempo Ordinario. Jesús responde con una parábola que cuenta la historia de un hombre rico que decide construir graneros más grandes para almacenar sus ubérrimas cosechas. La parábola termina con unas palabras desestabilizadoras puestas en labios de Dios: “Necio, esta noche te van a reclamar el alma, y ¿de quién será lo que has preparado?”. Es una pregunta anticapitalista que cuestiona nuestro afán desmedido por acumular. Jesús se encarga de explicarla: “Así es el que atesora para sí y no es rico ante Dios”.


Reconozco que este no es el mensaje más estimulante para comenzar las vacaciones de verano. Durante este período muchas personas acumulan viajes, visitas comidas y fiestas. A menudo “agrandan sus graneros”; es decir, gastan más de lo que pueden permitirse. Las vacaciones se convierten en una especie de sustitutivo del cielo en la tierra. 

En la segunda lectura de hoy leemos: “Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Col 3,1-2). Como no estamos muy seguros de “los bienes de allá arriba”, procuramos disfrutar al máximo de los bienes de aquí abajo. Creo que hay una secreta conexión entre la pérdida del horizonte de eternidad y la tentación de acumular bienes que puedan asegurarnos la vida. La codicia se ha convertido en una forma de idolatría.


Aunque todos estamos tentados de caer en sus garras, estos días miles de jóvenes han peregrinado a Roma para buscar otro estilo de vida. Frente a la codicia, reivindican el servicio; frente al consumismo desaforado, una vida sobria y solidaria; frente al secularismo, una vida con raíces. Me ha gustado el Manifiesto de los Jóvenes Cristianos de Europa. Algo está cambiando en la generación estadísticamente más descreída. 

Es verdad que resulta impresionante el espectáculo del Circo Máximo con miles de jóvenes haciendo cola para confesarse. O la concentración de anoche en Tor Vergata para una vigilia de oración. O la misa dominical a primera hora de este domingo, después de haber pasado la noche al raso. Estos son pequeños indicadores de que algo está cambiando no solo en la superficie sino en el fondo, de que los jóvenes se están dando cuenta de que un estilo de vida nihilista solo conduce a la desesperación y a la violencia. 

Se identifican con el paradigma del peregrino que no se contenta con lo dado, sino que se pone en camino, que busca, que se deja alcanza por la fuerza de la Palabra de Dios, por el testimonio de quienes han entregado su vida a la causa del Evangelio. Esta senda sí tiene futuro.



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