miércoles, 12 de junio de 2024

Cercanía y silencio



Cuando uno está librando una intensa batalla interior, lo que sucede fuera pasa a un segundo plano. Es mi experiencia de las últimas dos semanas. Ni la victoria del Real Madrid en la Champions, ni las elecciones al Parlamento Europeo, ni el concierto que esta noche dará mi admirado Bruce Springsteen en el estadio Civitas Metropolitano han robado mi atención como lo hubieran hecho en otras circunstancias. Eso significa que en nuestra vida hay una secreta jerarquía de verdades y de afectos que coloca cada cosa en su puesto. 

No puedo poner al mismo nivel la muerte de mi madre, un partido de fútbol o un concierto. Cada cosa tiene su significado, pero hay algunas que descienden automáticamente en la escala de preocupaciones cuando las más importantes polarizan nuestra atención. Es bueno que sea así. Vivir de acuerdo a una escala de valores es lo que nos permite liberarnos de lo más urgente y efímero para concentrarnos en lo importante y duradero. 


Hoy, a las 8 de la tarde, celebraré la Eucaristía por el eterno descanso de mi madre en la cripta del santuario del Inmaculado Corazón de María de Madrid en compañía de algunos claretianos, familiares y amigos que no pudieron participar en su funeral el pasado 2 de junio. A la hora de elegir las lecturas, me he dejado llevar por el corazón, no por la cabeza. Sin ninguna violencia, ha habido tres que se han impuesto: un fragmento del capítulo 8 de la carta de san Pablo a los romanos, el salmo 26 y el discurso de las bienaventuranzas en la versión de Mateo. 

Para iluminar la realidad del tránsito de esta vida terrenal a la vida definitiva no es necesario acudir solo a los textos que hablan explícitamente de la muerte y la resurrección. La Palabra de Dios afronta estas realidades desde muchos ángulos y con una gran riqueza de perspectivas y matices. El denominador común es que el Dios de la vida no se deja superar por la realidad de la muerte. El amor es la realidad que da sentido a la historia personal, social y cósmica. Nada ni nadie podrá separarnos de este amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, ni siquiera la muerte.


Cada día mueren en el mundo alrededor de 150.000 personas, una población semejante a la de pequeñas ciudades como Badajoz o Logroño. Detrás de cada una de ellas hay una historia única. Los muertos no se pueden sumar como si fueran números de una serie. Mientras los seres humanos conservemos el respeto a la singularidad y sacralidad de cada persona seguiremos teniendo futuro. Si algún día nos empeñáramos en cosificarnos para que los poderosos manipulen a los débiles, ese día sería el fin de la humanidad. Pensamientos de este tipo acuden a mi mente cuando evoco lo vivido en las dos últimas semanas. 

Hablando con diversos amigos y conocidos, caigo en la cuenta de que cada uno reaccionamos de manera diferente ante los mismos acontecimientos. Es bueno que sea así y que respetemos los matices y los tiempos de cada experiencia personal. Lo importante es sentir que, aunque nadie puede sustituirnos, podemos recorrer este camino acompañados. A menudo, la presencia discreta y el silencio respetuoso son las mejores ayudas en momentos en los que nos vemos confrontados con las grandes cuestiones de la existencia: la enfermedad, el dolor y la muerte. Muchas gracias.


5 comentarios:

  1. DEP. Un fuerte abrazo

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  2. Te acompaño en estos momentos de dolor con mi oración. El señor conceda fortaleza y consuelo a la familia. Sara H

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  3. 𝑴𝒆 𝒖𝒏𝒐 𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒆 𝒕𝒖 𝒎𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒐 𝒕𝒂𝒏 𝒆𝒔𝒑𝒊𝒓𝒊𝒕𝒖𝒂𝒍 𝒚 𝒂 𝒕𝒖 𝒇𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂, 𝒆𝒏 𝒍𝒂 𝒉𝒆𝒓𝒎𝒐𝒔𝒂 𝒚 𝒈𝒐𝒛𝒐𝒔𝒂 𝑭𝒆 𝒆𝒏 𝑪𝒓𝒊𝒔𝒕𝒐 𝑹𝒆𝒔𝒖𝒄𝒊𝒕𝒂𝒅𝒐. 𝑴𝒊 𝒑𝒂𝒅𝒓𝒆 𝒕𝒂𝒎𝒃𝒊𝒆𝒏 𝒉𝒊𝒛𝒐 𝒔𝒖 𝒑𝒂𝒔𝒄𝒖𝒂 𝒉𝒂𝒄𝒆 𝒂𝒑𝒆𝒏𝒂𝒔 2 𝒎𝒆𝒔𝒆𝒔.

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  4. Gracias por compartir tu reflexión en estos momentos... Me ayudas a tener una visión más positiva y real de lo que representa este último paso de nuestra vida.

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  5. Querido Gonzalo: Mi mas sentido pésame por la Pascua de tu mamá. Me uno a ustedes en la oración por su eterno descanso.

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