jueves, 20 de junio de 2024

El verano de la Palabra


El verano astronómico comenzará este año en el hemisferio norte hoy a las 22:51, hora peninsular española. Durará aproximadamente 93 días y 16 horas. Terminará el 22 de septiembre para dar paso al otoño. Esta es, pues, la última entrada de la primavera. En las pasadas semanas han sucedido tantas cosas que no he podido acudir a mi cita diaria con los lectores del Rincón. 

Cuando era niño deseaba con impaciencia la llegada del verano porque marcaba el final del curso académico y el comienzo de unas vacaciones infinitas. Ese deseo se desvaneció hace mucho tiempo. Los continuos viajes por todo el mundo durante mi etapa romana rompieron la secuencia de las estaciones. A menudo pasaba del verano europeo al invierno austral o viceversa. 

Y, sin embargo, hay algo en el devenir de las estaciones astronómicas que nos ayuda a vivir con armonía las estaciones de la vida humana. Es de sobra conocida la similitud entre ambas. La primavera se corresponde con la infancia y la juventud; la madurez se asemeja al verano y la tercera edad al otoño. No es fácil determinar la correspondencia con el invierno. ¿Sería la cuarta edad? En cualquier caso, el frío del invierno parece aludir al rigor mortis que acompaña el final de la vida.


Debido a una avería, esta mañana he celebrado la Eucaristía en la comunidad de las Concepcionistas sin luz eléctrica. La sacristana ha aumentado el número de velas sobre el altar para que pudiera ver el misal. La lectora de la primera lectura y del salmo se ha ayudado con la linterna de su teléfono móvil. Yo he tenido que elevar el volumen de mi voz porque obviamente no funcionaba la megafonía del templo. Es la primera vez que me sucede algo semejante en los años que llevo con ellas. 

La experiencia no deja de ser metafórica. Cuando falta la luz tenemos que aguzar la vista y servirnos de algunas linternas. Algo parecido está sucediendo en este complejo momento que nos ha tocado vivir. Resulta difícil ver con claridad los signos de la presencia de Dios en la historia. Nos cuesta interpretar todo lo que estamos viviendo como “historia de salvación”. Si nos servimos solo de nuestros ojos, apenas conseguimos distinguir unos hechos de otros. Tenemos la impresión de que todo se atropella. Se nos hace difícil percibir el sentido y el significado de muchos acontecimientos.


En situaciones como estas necesitamos la luz que nos ofrece la Palabra de Dios. A veces es suave, discreta, casi imperceptible. Otras veces es como un relámpago que rompe la noche. La Biblia dice que la Palabra de Dios es una “lámpara para nuestros pasos, luz en nuestro sendero” (Sal 119,105). Si por algo se caracteriza el verano es por las horas de luz y por las altas temperaturas. La Palabra de Dios produce en nosotros como un verano interior. Nos ayuda a ver con más claridad y calienta nuestros corazones fríos o destemplados. 

Las personas que se nutren a menudo de ella desarrollan un sexto sentido que les permite percibir lo que “huele a Dios” en cualquier circunstancia. Sin la luz de la Palabra no podemos discernir lo que Dios quiere decirnos y lo que espera de nosotros, especialmente cuando la vida nos coloca contra las cuerdas. Nunca es demasiado tarde para introducirnos en ella y alimentarnos cada día.

1 comentario:

  1. Nos dices: “Sin la luz de la Palabra no podemos discernir lo que Dios quiere decirnos y lo que espera de nosotros, especialmente cuando la vida nos coloca contra las cuerdas.”
    Reflexionándolo, me permite valorar como en momentos difíciles ha sido así y aquella palabra y/o aquel mensaje que en algún momento parecía que se quedaba al aire, entonces puede surgir.
    Gracias Gonzalo por volver al Rincón… Desde ahí eres “altavoz” de la Palabra.

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