jueves, 20 de octubre de 2016

El pregón de Rahola

No pensaba escribir sobre él, pero varias personas cercanas me lo han aconsejado y alguna incluso me ha enviado el texto por correo electrónico. Me refiero al impactante pregón que Pilar Rahola ha presentado hace unos días en el templo de la Sagrada Familia de Barcelona. No conozco personalmente a Pilar Rahola, aunque he leído varios artículos suyos en La Vanguardia y le he escuchado algunas intervenciones en radio y televisión. Reconozco que su estilo, en ocasiones, me ha parecido muy polémico. Con bastantes opiniones he disentido claramente, pero del mismo modo que expreso esta distancia, confieso que el pregón que pronunció en la Sagrada Familia con motivo del Domund me ha impactado y hasta me ha emocionado. Se titula La patria del corazón. Hoy quiero dedicarle mi post

Wikipedia califica a Pilar Rahola de agnóstica. Ella, al comienzo del pregón, se presentó así: “No soy creyente, aunque algún buen amigo me dice que soy la no creyente más creyente que conoce”. Es de agradecer que no esconda las cartas de su baraja personal. Es también independentista, pero ese dato no lo citó porque no era pertinente en ese momento. Su falta de fe no le imposibilita abrir los ojos y contemplar la acción de miles de hombres y mujeres extendidos por todo el mundo; sobre todo, la de los misioneros: “Esta dificultad para entender la divinidad no me impide ver a Dios en cada acto solidario, en cada gesto de entrega y estima al prójimo que realizan tantos creyentes, precisamente porque creen”. Es más. Pilar cree que la existencia de estos miles de hombres y mujeres misioneros nos orienta en tiempos confusos como los que vivimos: “En este momento de desconcierto, amenazados por ideologías totalitarias y afanes desaforados de consumo y por el vaciado de valores, el comportamiento de estos creyentes, que entienden a Dios como una inspiración de amor y de entrega, es un faro de luz, ciertamente, en la tiniebla”. 

Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención del pregón de Pilar Rahola no es su admiración hacia los misioneros. Esta actitud la he visto también en bastantes personas (periodistas, políticos, algunos amigos míos) que se presentan como no creyentes. Su novedad es que reconoce que evangelizar no es un atentado contra la conciencia individual, un acto de proselitismo indebido o una intromisión vitanda. Al contrario, Rahola cree que es una aportación positiva para la humanidad: “Quiero decir, pues, desde mi condición de no creyente: la misión de evangelizar es, también, una misión de servicio al ser humano, sea cual sea su condición, identidad, cultura, idioma..., porque los valores cristianos son valores universales que entroncan directamente con los derechos humanos”. Para dar más expresividad a su afirmación, pone un ejemplo –quizá no el más acertado porque no se refiere al núcleo de la evangelización cristiana (la muerte y resurrección de Cristo)–, pero en cualquier caso elocuente: “Si la humanidad se redujera a una isla con un centenar de personas, sin ningún libro, ni ninguna escuela, ni ningún conocimiento, pero se hubiera salvado el texto de los Diez Mandamientos, podríamos volver a levantar la civilización moderna”.

Rahola se pregunta por la motivación profunda que empuja a los misioneros –entre los que me encuentro– a entregar su vida al servicio de los demás. Ella no quiere andarse con subterfugios o circunloquios, lo cual es de agradecer. No habla de mera solidaridad sino de evangelización. No invoca la filantropía sino que habla de caridad cristiana. No les tiene miedo a estos conceptos que los laicistas esquivan como si fueran el mismo diablo porque les parecen contaminados de ideología: “Si Dios es el responsable de tal entrega completa, de tal sentimiento poderoso que atraviesa montañas, identidades, idiomas, culturas, religiones y fronteras, para aterrizar en el corazón mismo del ser humano, si Dios motiva tal viaje extraordinario, cómo no querer que esté cerca de nosotros, incluso cerca de aquellos que no conocemos el idioma para hablarle”. Yo no sabría expresarlo mejor.

No sé si los lectores del blog que conocen a Pilar Rahola le tienen mucha simpatía o no, pero, más allá de las reacciones emocionales, el texto de su pregón es de gran una contundencia y belleza. Merece ser leído y meditado. Por lo menos, a mí me ha hecho bien.

1 comentario:

  1. A mi también me impactó y me gustó mucho cuando lo leí preparando la semana del Domund para los alumnos. Me alegra saber que comparto la opinión contigo, Gonzalo.

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