miércoles, 19 de octubre de 2016

Eloísa sabe sonreír

Eloísa es una mujer que pasa de los 80 años. Hace de sacristana en un pueblo pequeño de Castilla. Lo mismo lee las lecturas en la misa de siete de la tarde -a duras penas, eso sí- que plancha los purificadores o visita a los enfermos de la parroquia. No sabe música, ni habla inglés ni entiende una palabra de ordenadores. Tampoco sabe conducir. Pero todos los que se encuentran con ella quedan encantados de su alegría. En cada pequeña cosa que realiza se entrega ella misma. Y lo hace sin pasar factura, porque dice que "a la gente hay que quererla ... y punto". Estas dos últimas palabras las ha añadido hace poco, se ve que muy influida por lo que escucha de vez en cuando en televisión. 


En la vida nos encontramos con personas cargadas de talentos; es decir, de cualidades y destrezas encaminadas a la realización brillante de tareas. Hay hombres y mujeres a los que admiramos por su capacidad para cocinar o para hablar idiomas o para dirigir un grupo. Cuando vemos a un muchacho que a los seis años toca el piano, decimos: "Este chico tiene talento". Los medios de comunicación social nos presentan continuamente a personas que han destacado por sus talentos en el mundo de la política, de la ciencia, del deporte. Sus nombres están en boca de todos. Con frecuencia, nos gustaría tener alguna de sus mejores cualidades. En algunos países se ha hecho famoso el programa de televisión Got Talent.  Y, sin embargo, no siempre las personas con muchos talentos nos ayudan a vivir mejor. A veces, personas de nuestro entorno, como Eloísa, personas con pocas capacidades y destrezas, logran comunicarnos la alegría y la esperanza que necesitamos para sentirnos bien, para descubrir un sentido a la vida. Y es que una cosa son los talentos y otra los dones. Los talentos son destrezas para la acción. Los dones son estímulos para la vida. Con los dones expresamos no sólo lo que sabemos sino, sobre todo, lo que somos, nuestra capacidad de comunicar la propia vida: intimidad, cariño, sonrisa, compasión. A la gente con talentos la admiramos. A las personas con dones las necesitamos. No todos poseemos muchos talentos, pero todos sin excepción hemos sido enriquecidos con muchos dones para hacer más feliz la vida de la gente que nos rodea. 


No es raro que muchas personas se sientan mal porque no pueden lograr el éxito que observan en otras. Les gustaría ser guapas, inteligentes y habilidosas como las estrellas que aparecen en televisión. O, por lo menos, como los hombres y mujeres más brillantes de su entorno familiar o de su barrio. Viven amargadas porque, a pesar de sus esfuerzos, nunca logran estar a la altura de sus ídolos. ¿No sería mejor dedicar nuestra energía a sacar partido de nuestros dones? No todos pueden ser profesionales de primera línea, pero todos podemos regalar una palabra de estímulo al que vive con nosotros. Poner en juego nuestros dones es una manera de agradecer a Dios la vida que nos ha regalado. Y es también lo mejor que podemos ofrecer a los demás. La gente necesita buenos científicos, buenos médicos, buenos fontaneros, buenos profesores, pero, por encima de todo, lo que toda persona valora, sin excepción, es un poco de cariño, un tiempo gratuito de escucha, un detalle delicado. Está bien que haya muchos como Einstein, Claudia Schiffer o Cristiano Ronaldo, pero para vivir cada día son imprescindibles personas como Eloísa. 


Demos un paso más. Todos nosotros hacemos muchas cosas en la vida. Pero no todo lo que hacemos es fructífero. Porque una cosa es producir frutos y otra muy distinta fabricar productos. Producto es todo lo que hacemos para cambiar algo: barrer la casa, fregar los platos, ir al mercado, escribir un libro, arreglar una tubería o conducir un taxi. De una persona que es capaz de hacer muchas cosas solemos decir que es muy productiva. Hasta tal punto damos importancia a esta capacidad de producir que con frecuencia cuando nos referimos a la gente lo hacemos subrayando sus cualidades de producción: "Te presento a Luisa, que es la jefa de marketing en su empresa", "Tienes que conocer a mi hijo Luis, que ha conseguido la plaza de adjunto en la universidad". Da la impresión de que somos lo que hacemos. Quien no produce está condenado a vivir al margen. Hasta las relaciones personales entre esposos, padres e hijos, amigos, etc. están envenenadas por la productividad. Conozco a muchos evangelizadores que no paran en todo el día (reuniones, charlas, celebraciones). Son grandes productores de pastoral, pero eso no significa que su acción sea fructífera.



Jesús no nos ha pedido que produzcamos muchas cosas sino que vayamos y demos fruto abundante y duradero (cf Jn 15,16). No sólo eso, nos ha indicado con claridad la condición básica para ser fructíferos: "El que permanece unido a mí, como yo estoy unido a él, produce mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). Estas palabras nos obligan a preguntarnos por la calidad de lo que hacemos en la vida. Por una parte, el ambiente en el que vivimos nos impulsa a ser productivos: tanto produces, tanto vales. Estimula continuamente nuestra capacidad de hacer cosas en una imparable carrera competitiva. Por otra, la experiencia nos dice que no por mucho hacer nos sentimos mejor y contribuimos a mejorar este mundo. Hay verdaderos enfermos del trabajo que necesitan huir de sí mismos pasando continuamente de una actividad a otra. Hacer un producto es fácil si se conoce la técnica y se dispone de tiempo. Producir fruto implica hacer de nuestras obras una expresión de amor. Esto sólo es posible si nos mantenemos unidos a Aquel que nos ha dicho con claridad que la única obra decisiva es ésta: "que os améis los unos a los otros" (Jn 15,17).

No estoy seguro de que Eloísa pase a la historia como una mujer muy productiva, aunque hacendosa sí es. Pero no me cabe la menor duda de que cada vez que ofrece gratuitamente los dones que Dios le ha dado está produciendo un fruto que no pasa y que crea felicidad.


2 comentarios:

  1. ¡Qué lecciones de vida y para la vida nuestra y, sobre todo, de los demás!. Un abrazo

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  2. Muchas gracias por las aclaraciones que haces entre talentos y dones, entre producir frutos y fabricar productos... Gracias por las respuestas que das a muchos interrogantes... Un abrazo

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