Ayer se entregaron en el espacio CaixaForum de Madrid los premios Carisma. Los otorga la Conferencia Española de Religiosos (CONFER). En esta quinta edición los premiados fueron: Dolores Aleixandre, teóloga y licenciada en Filología Bíblica (Formación y Espiritualidad), Agustin Ndour, promotor y primer firmante de la Iniciativa Legislativa Popular Esenciales (Justicia y Solidaridad), Valle Chías, RJM, por su labor médica en Haití (Misión y cooperación), la Escuela Comarcal Arzobispo Morcillo de Valdemoro, por 60 años apostando por la vocación social e integradora de la educación en jóvenes (Educación), la Ciudad de los olvidados, proyecto de la Fundación Benito Menni de las Hermanas Hospitalarias en Togo (Salud), Antonio Montero, director de Pueblo de Dios en La 2 de TVE (Comunicación), Pablo d´Ors, teólogo, sacerdote y escritor, por su contribución al diálogo entre fe y cultura (Fe y cultura), Antonio Botana, FSC, por su servicio a la visibilización, toma de conciencia y formación en el proceso de la Misión Compartida entre consagrados y laicos (Misión compartida), Toño Casado, por el musical “Sueños” (Arte), y al chef José Andrés, por su trabajo al frente de la ONG World Central Kitchen (Impacto).
Desde este Rincón quiero felicitar a todos estos hermanos y hermanas. Doy gracias a Dios por su vida y su misión. Felicito también a la CONFER por su disposición a reconocer los muchos dones que Dios distribuye en la sociedad. Seguí el acto por YouTube. Además de los saludos y mensajes de los organizadores, presentadores y galardonados, me gustaron las palabras del alcalde de Madrid reconociendo el testimonio de los religiosos en la Iglesia y la sociedad.
Conozco personalmente a varios de los premiados. Me alegro de que a través de ellos se haga un poco más visible un tipo de vida que puede pasar muy desapercibida para la mayoría. No se trata de ser famosos, sino de ser significativos, de acompañar los caminos de las personas desde la fe en Jesucristo. Es muy probable que una de las razones por las que son pocos los jóvenes que se deciden a seguir este tipo de vida sea su invisibilidad o los estereotipos que deforman su verdadera fisonomía. Soy consciente de que noticias como la de estos premios llegan a un número muy reducido de personas. No sé cuántos estarían ayer en la sala CaixaForum, pero, en el momento de escribir esta entrada, el vídeo del acto no ha alcanzado las 500 visualizaciones, una cifra muy baja en el mundo de internet.
A la misma hora se estaba impartiendo una conferencia en nuestro Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, que ya supera el millar de visitas en YouTube. Y, para complicar más las cosas, a esa misma hora se celebraba en la Puerta del Sol el encendido de las luces de Navidad. El vídeo de Telemadrid ya se acerca a las 13.000 visualizaciones. No es que el impacto de una realidad se mida por el número de internautas que se acercan a ella, pero es un indicador que hay que tener en cuenta en esta sociedad de la información en la que vivimos. No siempre lo que a nosotros nos parece importante suscita el interés de otras personas.
Si algo voy descubriendo a lo largo de los años es que, por desgracia, el impacto de una noticia tiene más que ver con su extravagancia que con su contenido. Al público le interesa más saber cuánto han costado los retratos de los reyes Felipe y Letizia hechos por la fotógrafa estadounidense Annie Leibovitz que leer uno de los articulitos que Dolores Aleixandre, una de las premiadas, publica mensualmente en nuestra revista Vida Religiosa. Lo popular y lo importante no siempre van de la mano, aunque ha habido santos y otros personajes valiosos que han conseguido juntar ambas dimensiones.
Todo esto viene a cuenta de la visibilidad o invisibilidad de la vida consagrada en nuestra sociedad. Es verdad que hay algunos religiosos que saltan a los medios de comunicación (desde la mediática sor Lucía Caram hasta el cantante padre Damián), pero la gran mayoría pasamos desapercibidos. Nos parecemos más a la sal que a luz, aunque Jesús usó ambas metáforas para explicar cómo teníamos que ser sus seguidores. Famosos o no, lo importante es dar sabor a la vida (sal) e iluminar -sin deslumbrar- las oscuridades que nos rodean (luz). En eso estamos miles de personas consagradas (unas 40.000 en toda España) junto con millones de laicos conscientes de su misión evangelizadora.
Nota: Por alguna razón que ignoro, Facebook no me permite colgar esta entrada en su red social. Es la primera vez que me sucede a lo largo de 15 años.
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