miércoles, 4 de enero de 2023

A tiempo y a destiempo


Por diversas razones, no he podido escribir las entradas de los tres primeros días de este año 2023. La del día 1, solemnidad de María, Madre de Dios, la tenía casi lista, pero no me dio tiempo a subirla. Ahora ha perdido su actualidad. “No hay nada más viejo que el periódico de ayer” se suele decir en ambientes periodísticos. Han sucedido tantas cosas en estos tres días que resulta imposible reflejarlas. Desde el punto de vista eclesial, la muerte del papa emérito Benedicto XVI ha sido el hecho más comentado. Riadas de personas desfilan ante su cadáver para expresarle su reconocimiento y orar por su eterno descanso. Mañana se celebrará su funeral en la plaza de San Pedro. 

Los más críticos con su figura se sorprenden del afecto popular, y más teniendo en cuenta que llevaba casi diez años viviendo como un monje. Es probable que, a medida que pase el tiempo, se comprenda mejor su magisterio y se aprecie más la coherencia de su vida, lo cual no significa que todas sus actuaciones hayan sido impecables. Los papas son seres humanos tan necesitados de la misericordia de Dios como cualquiera de nosotros. Mañana completaré las notas apresuradas que escribí el día de su muerte.


Hoy me detengo en un detalle curioso que no tiene nada que ver con el papa Benedicto. O quizá sí, pero solo como telón de fondo. Esta mañana he visitado el almacén de Publicaciones Claretianas junto a Eva, la encargada de gestionarlo. Necesitaba ver lo que se ha ido acumulando a lo largo de los años y el modo de proceder. En una de las estanterías se conservan todavía algunos ejemplares de un libro que publiqué hace unos años. Se titula A tiempo y a destiempo. Son palabras tomadas de la segunda carta a Timoteo. El texto completo reza así: “Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y a muertos, por su manifestación y por su reino: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que no soportarán la sana doctrina, sino que se rodearán de maestros a la medida de sus propios deseos y de lo que les gusta oír; y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas” (2 Tim 4,14). 

El subtítulo del libro explica su contenido: “40 pistas para evangelizadores”. He tomado un ejemplar y lo he ojeado con una mezcla de curiosidad y nostalgia. Me resultaban familiares los cuatro capítulos dedicados al decálogo del evangelizador (1), los demonios del evangelizador (2), los modelos del evangelizador (3) y las herramientas del evangelizador (4). No sé si hoy me atrevería a escribir con tanta desenvoltura. Algunos elementos son muy circunstanciales, pero otros siguen vigentes.


Detrás de las 188 páginas del libro latía una convicción que no ha cambiado lo más mínimo y que conecta mucho con algunas preocupaciones de Benedicto XVI. ¡Ya está bien de perder tanto tiempo en problemas internos de la Iglesia cuando lo urgente es anunciar a Jesucristo a tiempo y a destiempo! Es verdad que en Europa se percibe en muchas personas el cansancio de la fe, una especie de apatía casi congénita, pero eso no significa que las personas no sigan buscando. Precisamente el evangelio de hoy comienza con la primera pregunta que Jesús formula a sus futuros discípulos: “¿Qué buscáis?” (Jn 1,38). ¿Qué buscamos nosotros hoy cuando aspiramos a encontrar un empleo o a jubilarnos pronto, cuando soñamos con una relación o deseamos romper la que nos resulta tóxica, cuando nos gusta viajar o preferimos quedarnos en casa, cuando nos hacemos muchas preguntas sobre el futuro o preferimos no complicarnos la vida? Solo quien busca de verdad puede preguntarse “dónde vive” Jesús; es decir, dónde encontrar una respuesta significativa, dónde saciar la sed que todos sentimos. 

La respuesta de Jesús no es una fórmula, sino una invitación a experimentar algo: “Venid y ved” (Jn 1,39). Necesitamos anunciar a tiempo y a destiempo que la fe cristiana no es algo teórico, sino una experiencia de vida. Es precisamente esto lo que Benedicto XVI nos recordaba al comienzo de su primera encíclica: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus caritas est, 1). Y me parece que en esa misma perspectiva se sitúa el libro que he encontrado en los anaqueles de nuestro almacén. ¡Feliz y evangelizador año 2023!


1 comentario:

  1. Escribes: “… lo urgente es anunciar a Jesucristo a tiempo y a destiempo!...” Gonzalo, al hablar de tu libro, me ha llevado a recuerdos de muchos años atrás, cuando apenas te conocía, di con él, lo compré y recuerdo que, en aquellos momentos me hizo mucho bien… Voy a buscarlo en mi biblioteca y lo volveré a leer…
    El título es bien actual, siempre es el “tiempo para evangelizar”… estemos en la condición que estemos y con la actividad que estemos, no podemos dejar de evangelizar.
    Nos dices que “La fe cristiana no es algo teórico, es una experiencia de vida… “ y demasiadas veces buscamos las definiciones y las necesitamos para tener seguridades… Nos cuesta “fiarnos” y en los tiempos actuales todavía más porque estamos en una sociedad que nos lleva a “desconfiar” cada vez más.
    Gracias Gonzalo, por acompañarnos en este camino de fe y confianza.

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