lunes, 30 de noviembre de 2020
Lo llevó a Jesús
domingo, 29 de noviembre de 2020
Porteros de noche
sábado, 28 de noviembre de 2020
El último día
La preocupación por la salud es evidente. La
segunda ola de la pandemia está golpeando con fuerza en algunos países y
regiones que vivieron con más tranquilidad la primera. A menudo, no se trata de
la preocupación por la propia salud, sino por la de nuestros seres queridos. Por
más que ya se empiece a hablar de campañas de vacunación, algo nos dice que
todo suena un poco precipitado. No acabamos de fiarnos – al menos yo – de unas
vacunas diseñadas en tiempo récord, con insuficientes pruebas y sin la posibilidad
de saber los previsibles efectos secundarios a medio y largo plazo. La inquietud,
pues, permanece y va erosionando un poco la salud psíquica.
La tercera preocupación tiene que ver con el amor. Entendido en
sentido amplio, podemos referirla al mundo de las relaciones. Todas se han
visto alteradas de una manera u otra en estos meses: algunas por la excesiva y
constante cercanía; otras por la lejanía no deseada. En este clima extraño es muy
probable que hayamos descubierto en nosotros reacciones que no conocíamos bien:
salidas de tono, repliegues, celos, obsesiones, actitudes egoístas… Jesús nos
invita a “estar despiertos” también en este tiempo porque él sigue haciéndose
presente. Me pregunto si este “estar despiertos” no coincide con una actitud
serena, como la de quien sabe que tormenta no termina antes por más que nos pongamos
nerviosos. Ni modorra ni irritación. Permanecer de pie, confiados en que todo
pasará y que, mientras llega el día, no podemos renunciar a vivir porque, en el
fondo, cada día es siempre el último.
viernes, 27 de noviembre de 2020
Hasta la cocina
jueves, 26 de noviembre de 2020
Un dios menor
miércoles, 25 de noviembre de 2020
¿Por qué se salen?
martes, 24 de noviembre de 2020
Un ciclón de solidaridad
lunes, 23 de noviembre de 2020
Hambre de piel
Mateo 9,20: “Y he aquí, una mujer que había estado sufriendo de flujo de sangre por doce años, se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto”.
Marcos 5,27: “Cuando oyó hablar de Jesús, se llegó a él por detrás entre la multitud y tocó su manto”.
Mateo 9,21: “Pues decía para sí: Si tan sólo toco su manto, sanaré”.
Marcos 5,30: “Y enseguida Jesús, dándose cuenta de que había salido poder de Él, volviéndose entre la gente, dijo: ¿Quién ha tocado mi ropa?”.
Lucas 8,45-46: “Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha tocado? Mientras todos lo negaban, Pedro dijo, y los que con él estaban: Maestro, las multitudes te aprietan y te oprimen. Pero Jesús dijo: Alguien me tocó, porque me di cuenta que de mí había salido poder”.
Lucas 6,19: “Y toda la multitud procuraba tocarle, porque de Él salía un poder que a todos sanaba”.
Mateo 14,36: “Y le rogaban que les dejara tocar siquiera el borde de su manto; y todos los que lo tocaban quedaban curados”.
Marcos 8,22: “Llegaron a Betsaida, y le trajeron un ciego y le rogaron que lo tocara”.
Lucas 18,15: “Y le traían aun a los niños muy pequeños para que los tocara, pero al ver esto los discípulos, los reprendían.
Marcos 10,16: “Y tomándolos en sus brazos, los bendecía, poniendo las manos sobre ellos”.
Marcos 7,33: “Entonces Jesús, tomándolo aparte de la multitud, a solas, le metió los dedos en los oídos, y escupiendo, le tocó la lengua con la saliva”.
Mateo 8,3: “Y extendiendo Jesús la mano, lo tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante quedó limpio de su lepra”.
Mateo 9,29: “Entonces les tocó los ojos, diciendo: Hágase en vosotros según vuestra fe”.
Mateo 20,34: “Entonces Jesús, movido a compasión, tocó los ojos de ellos, y al instante recobraron la vista, y le siguieron”.
domingo, 22 de noviembre de 2020
El juicio empieza ahora
sábado, 21 de noviembre de 2020
El bien común
Es probable que esté cargando un poco
las tintas, pero conozco algo cómo funcionan las técnicas “gramscistas” (de Antonio Gramsci -1891-1937-,
teórico marxista) de ingeniería social. Me parece que Unidas Podemos y un
sector del PSOE no andan muy lejos, aunque no sé si todos han leído al filósofo
y sociólogo italiano. Una de las críticas que desde estos sectores se dirige a
las escuelas de la Iglesia (concertadas o no) es que, en vez de fomentar el pensamiento
crítico, promueven el “adoctrinamiento cristiano”. Suena a prejuicio
decimonónico. Si así fuera, no se entendería que, por desgracia, muchos de los
estudiantes de las escuelas católicas (incluyendo algunos líderes políticos actuales que en su día las frecuentaron) se conducen bastante al margen de los valores y normas de la Iglesia en su vida personal. Yo, que en mis tiempos infantiles y juveniles, fui alumno de escuelas públicas y privadas, puedo decir que, si algo aprendí (más en las segundas que en las primeras), fue precisamente a ser crítico, a pensar por mí mismo, lo cual no está reñido con el conocimiento del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia.
Si algo puede hacer la Iglesia para contribuir a crear un nuevo clima intelectual y social es vivir con mayor intensidad su fe en el Espíritu Santo. Puede parecer que esta respuesta es como una carta que me saco de la manga, pero cada vez creo más en ella. La verdad de Dios no es un conjunto de creencias perfectamente codificadas que se pueden utilizar como arma arrojadiza contra quienes no las aceptan. La verdad de Dios es Jesús. Es una verdad amorosa que, con la energía del Espíritu Santo, va desplegando su fuerza transformadora a lo largo de la historia. Solo desde esta perspectiva podemos caer en la cuenta de que el Espíritu siembra semillas de verdad, bondad y belleza en todos los seres humanos. El verdadero creyente es aquel que se abre a estas semillas y que busca puntos de convergencia con todos porque cree que el origen y la meta de la verdad es Dios mismo. Ser fiel a las propias convicciones no significa despreciar las de los demás y querer imponer las propias, sino sentirse estimulados a ir siempre más allá y creer en la fuerza magnética de la Verdad que nos atrae a todos. Solo desde una visión parecida a esta es posible tener actitudes de humildad, respeto, apertura, tolerancia y búsqueda conjunta del bien común.