sábado, 16 de junio de 2018

Un joven obispo de 80 años

La verdad es que me hubiera gustado mucho estar hoy en Madrid. A las 12,00 (hora de Europa central) será ordenado obispo el claretiano Aquilino Bocos Merino, con quien he tenido la suerte de colaborar muchas veces en los últimos 30 años. Me contentaré con seguir la transmisión en directo si consigo disponer de conexión a Internet en la próxima misión de Kombazha a la que viajo dentro de un par de horas. Se trata, en realidad, de una noticia de familia. Si aparece en este blog es por su repercusión en la vida de la Iglesia. No es nada frecuente que el Papa nombre a un obispo que acaba de cumplir 80 años. A los obispos residenciales se les pide que presenten su renuncia al cumplir 75 años. Sin embargo, en este caso, el arzobispo titular de la diócesis de Urusi (que es el título recibido por monseñor Bocos) sobrepasa la edad que, según la Biblia, es el límite de “los más robustos” (Sal 90,10). No deja de ser sorprendente tratándose de una persona que, desde joven, ha tenido una salud delicada. Una vez más, la vida nos sorprende echando por tierra nuestros cálculos y previsiones. Por otra parte, soy testigo de que monseñor Aquilino Bocos nunca se ha abandonado a los achaques de la edad o al pesimismo de los profetas de calamidades. Siempre ha mantenido un tono jovial, una curiosidad insaciable y una actitud esperanzada. Por eso, puede ser un joven obispo de 80 años. 

No creo que sea éste el lugar para hacer un elogio de la talla humana y espiritual del nuevo obispo. Estas cosas pertenecen al ámbito de la intimidad y no cuadran bien con el carácter castellano de ambos. Creo, no obstante, que, a diferencia de los obispos jóvenes (que pueden contribuir al bien de la Iglesia con su dinamismo y creatividad), monseñor Bocos puede aportar una dilatada experiencia de gobierno (alrededor de unos 40 años), un juicio sensato sobre los acontecimientos, una gran pasión misionera y una sensibilidad especial hacia la vida consagrada. Estas notas se agradecen en estos momentos de la Iglesia. Puede además imprimir a su episcopado una nota que le es muy característica: la proximidad. Uno de sus últimos libros se titula precisamente Liderazgo y proximidad. No necesitamos pastores burócratas, sino obispos cercanos, a pie de calle, que sepan escuchar mucho y, llegado el momento, puedan decir una palabra oportuna. Estoy seguro de que su voz será escuchada en la Conferencia Episcopal Española y en otros foros de participación. A veces, las personas que, a los ojos de la sociedad están ya fuera del circuito, son las que más pueden iluminar los procesos de discernimiento, precisamente por eso: porque están “fuera del circuito”. Es decir, no entran ya en los juegos de equilibrios, maniobras, presiones, etc. que con frecuencia caracterizan el ejercicio de la autoridad y entorpecen el discernimiento sereno.

Es probable que muchos amigos de este Rincón se pregunten para qué sirve un obispo. Ver a un varón vestido con una sotana negra y una faja y un solideo violetas parece una estampa sacada de otros tiempos. En algunos sectores sociales y eclesiales hay un rechazo visceral a todos estos símbolos por considerarlos anacrónicos, elitistas y hasta ridículos. En otros, por el contrario, se da un gran aprecio a todo lo que representa una ruptura con el estilo ordinario de vida y recuerda otras dimensiones. No voy a entrar en este debate. Estando en la India, es evidente hacia qué platillo se inclina la balanza. Aquí no se concibe que un sacerdote o un obispo no vistan la sotana blanca (sobre todo, cuando están ejerciendo funciones públicas, no solo litúrgicas). Yo mismo, acostumbrado al pragmatismo europeo, me sorprendo usándola con total espontaneidad. Pero, más allá de estos símbolos externos, lo que importa es reflexionar sobre el ministerio del obispo en la Iglesia. Monseñor Bocos ha escogido como lema unas palabras de Jesús que figuran en su escudo arzobispal: Ut vitam habeant (Para que tengan vida). Están tomadas del capítulo 10 del Evangelio de Juan. Anunciar el Evangelio (munus praedicandi), celebrar los sacramentos (munus sanctificandi) y gobernar la comunidad (munus regendi) son funciones que están al servicio de esta vida en abundancia que es Jesús mismo. Esta misión no pasa de moda porque se concentra en la máxima aspiración de los seres humanos: vivir en plenitud. Si algo está hoy en crisis es precisamente el sentido de la vida y la dignidad de muchos seres humanos sometidos a una vida disminuida y vejada. Con la elección de este lema, monseñor Bocos quiere convertirse en testigo valiente del Jesús que es camino, verdad y vida para el mundo.  

¡Muchas felicidades de corazón al nuevo Obispo de la Iglesia!

2 comentarios:

  1. Cada día (casi) hay un nuevo claretiano que es nombrado Cardenal u Obispo. ¡Enhorabuena!No entiendo muy bien que siendo una diócesis la de Urusi (Africa) forme parte de la Conferencia Episcopal Española.
    El otro día leí que el anterior Rector de los Claretianos había sido nombrado Obispo de Japón. Por ser español ¿tambié formará parte de la C Episcopal de España?.
    Un abrazo

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    Respuestas
    1. A los obispos no residenciales se les asigna una diócesis que ha dejado de existir para subrayar -aunque sea solo simbólicamente- que no hay obispo sin comunidad eclesial.
      El obispo auxiliar de Osaka (Japón) formará parte de la Conferencia Episcopal Japonesa, como es lógico, no de la española.

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