sábado, 21 de abril de 2018

Esas pequeñas cosas

Estoy de nuevo en Roma. El sábado ha amanecido radiante. Los periódicos hablan de grandes cosas. La que más me llama la atención es la declaración que la organización terrorista ETA ha hecho pública bajo el título ETA al pueblo vasco: declaración sobre el daño causado. Me gustaría detenerme en ella, pero no estoy preparado. Tendría que alegrarme, pero no me sale de dentro. Me cuesta mucho rebobinar la película de la historia y creer que no ha pasado nada, que todo se puede borrar como si hubieran sido tomas falsas. Me cuesta mucho entender palabras como estas: “ETA reconoce la responsabilidad directa que ha adquirido en ese dolor, y desea manifestar que nada de todo ello debió producirse jamás”. 

Hace 50 años que millones de personas en Euskadi y en toda España gritaban que “nada de todo ello debía producirse”. ¿Por qué no se escuchó esa voz y se siguió adelante con un programa sanguinario, diabólico, ejecutado por cientos de personas liberadas y apoyado por varios miles de simpatizantes? ¿Por qué tantos -incluyendo un sector significativo de la Iglesia- miraron para otro lado y no se opusieron con valentía? Me cuesta mucho entenderlo. De ninguna manera puedo justificarlo. Ningún objetivo político, por justo que parezca a los ojos de algunos, merece la ejecución de un inocente. Un camino sembrado de muerte y sufrimiento no puede conducir a la vida y a una sociedad justa.

Creo en la fuerza renovadora del perdón, pero sin trampas en las palabras, sin equidistancia en los juicios y sin chantajes afectivos. Todo perdón auténtico es un nuevo comienzo porque verdugos y víctimas pueden mirarse a los ojos y reconocerse como seres humanos dignos, no como eslabones de una cadena de muerte.

Se necesita una generación de personas moralmente íntegras para llevar a cabo este proceso de sanación. No es imposible. Junto a personas fanáticas y deshumanizadas, abundan más -también dentro de la Iglesia- las que llevan años denunciando la injusticia perpetrada, participando en funerales, acompañando a las víctimas y a los exiliados, reparando el mal cometido, organizando manifestaciones por la paz, tendiendo puentes, madurando la reconciliación, preparando un nuevo futuro. El Espíritu Santo es siempre creador de paz con justicia, de reconciliación con perdón, de futuro con memoria. Actúa en el corazón de muchas personas buenas, incluyendo algunas con un pasado terrorista. Nada está perdido para siempre.

De todos modos, el asunto es tan complejo, ha abierto tantas heridas, que no hay discurso que pueda arrogarse la categoría de objetivo e imparcial. Cada vez que el terrorismo o la guerra (sucia o limpia) se erigen en métodos de control social, se produce un nuevo fracaso de la humanidad. Todos nos degradamos y perdemos. De todos se requiere una actitud humilde para dejarnos curar, para aprender de los errores y de los silencios y para abrirnos a los otros. Si algo caracteriza la experiencia cristiana, hasta el punto de hacerla revolucionaria, es que, a los ojos de Dios, el enemigo es también hermano. Superamos el lema de Hobbes (homo homini lupus) y nos abrimos a la revelación evangélica (homo homini frater). Sobre todos -malos y buenos, justos e injustos- hace salir su sol el Padre común.  Solo el Espíritu de Dios puede producir estos milagros de reconciliación y futuro en los seres humanos. Por eso, es necesario orar, no solo dialogar.

Quizá porque la noticia me ha producido un sabor agridulce, hoy he tardado tiempo en escribir esta entrada. No sabía cómo afrontar un tema de tanta envergadura. Incluso la he titulado Esas pequeñas cosas porque necesitaba fijarme en noticias menores, aparentemente insustanciales, para reconciliarme con el misterio de la vida y no dejarme dominar por las grandes cuestiones.

Ayer me gustó ver desde la ventanilla del avión, a pocos metros de distancia, mi casa romana (el puntito azul a la derecha de la foto señala el lugar exacto. Los caparazones que aparecen a la izquierda, semejantes a armadillos, son las tres salas del Auditorio de la Música). Normalmente aterrizo en el aeropuerto de Fiumicino, que está a 34 kilómetros de mi casa y al que los aviones suelen acceder desde la costa mediterránea. Pero ayer aterricé en el de Ciampino, situado al sureste de Roma. Solo unos cuantos vuelos de los que parten o se dirigen a este aeropuerto sobrevuelan la zona norte de la ciudad. Ayer le tocó al mío, así que aproveché para ver la tierra desde el cielo, para seguir la trayectoria sinuosa del Tíber o contemplar la masa verde de Villa GloriRoma es tan hermosa desde arriba como a ras de suelo.

Hoy he visto que el jardín está recién segado, los árboles tienen hojas tiernas y los rosales comienzan a brotar. He visto también que algunas abejas han encontrado aquí un buen lugar de aprovisionamiento. No recuerdo haberlas visto en años anteriores. Toda la comunidad está pendiente de sus movimientos. La primavera es una metáfora de la resurrección. Lo que parecía muerto renace.

Si esto sucede en la naturaleza, ¿por qué no va a suceder en la historia? A pesar del dolor y de la rabia que me produce la historia de muerte provocada por ETA, prefiero creer que una nueva etapa está comenzando y que, tras el larguísimo invierno de la violencia, está naciendo una primavera de reconciliación. Como todas las primaveras, también ésta puede sufrir la acometida de algunas heladas tardías que acaben con los brotes, pero lo más probable es que llegue un verano de plenitud y alegría. Todo lo que favorezca que así sea se convierte en imperativo ético para todos. Buen fin de semana.


5 comentarios:

  1. Buenas tardes, Gonzalo.
    En esa linea de porqué no se atendió a tiempo la recomendación "nada de todo ello debía producirse" aun está a tiempo ese Gobierno General al que perteneces de adoptar alguna medida con el clero catalán. ¿Porqué no se hace nada? Tú lo conoces en tu propia Congregación, con manifestaciones en contra de las enseñanzas de San Antonio María Claret y el Padre Xifré, ambos catalanes.
    Un abrazo.

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    1. Has tocado un tema muy actual y muy delicado. Me consta que nuestro P. General lo ha abordado con los claretianos de la Provincia de Catalunya, pero no puedo precisar en qué terminos.

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  2. https://www.libertaddigital.com/opinion/jose-garcia-dominguez/ni-un-euro-para-la-iglesia-catolica-84889/

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  3. No; imposible no es. Esa generación de personas íntegras capaces de no verse como víctimas y verdugos sino como personas libres es, por ejemplo, lá que dirigió lá transición española y alumbró la actual Constitución; personas que decidieron que el futuro lo tienen que construir los que viven y conviven hoy, y no los que vivieron y no supieron convivir ayer. Pero no te dejes engañar por el comunicado de Ayer; yo estoy convencido de que en los países occidentales ya no hay grupos terroristas sólo porque se vive demasiado bien y a nadie le sale ya a cuenta hacer del robo y el asesinato políticos una forma de vida, pero no porque el caldo de cultivo no esté ahí: existen proyectos políticos totalitarios con no poca representatividad en casi todos los países occidentales, y eso no es nada halagüeño. Por cierto: yo no tengo previsto dejar de poneros la X, pero también leí y comparto plenamente el artículo de Jose García Dominguez; la Iglesia tiene demasiada tendencia a aliarse con las pequeñas oligarquías locales, y eso hace que no pueda ser de todos, cuando debería serlo.

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    1. Tú has vivido muy de cerca en ese contexto. Sabes de lo que hablas. Muchas gracias.

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