viernes, 5 de mayo de 2017

Buenos días, Malabo

Después de un vuelo de algo más de seis horas desde Madrid, llegué anoche a Malabo, la coqueta capital de Guinea Ecuatorial. Está situada en la costa norte de la isla de Bioko. Hacia nueve años que no visitaba este pequeño país, el único país hispanohablante del continente africano. Noto muchos cambios con respecto a mi última visita. No en vano, los yacimientos de petróleo han producido sus frutos, aunque ahora la caída de los precios en el mercado internacional está repercutiendo muy negativamente en el país. Para mí, Guinea Ecuatorial tiene una resonancia afectiva muy fuerte porque aquí llegamos los Misioneros Claretianos en el lejano 1883. La primera expedición estaba formada por doce misioneros, un número que recuerda al grupo de los apóstoles. Fue enviada por el Superior General de entonces, el P. José Xifré, cuyo bicentenario estamos celebrando este año. Es interesante notar que en el grupo había seis sacerdotes y seis hermanos. La historia de nuestra presencia en Guinea está repleta de testimonios increíbles de entrega y heroísmo. Muchos de los primeros murieron a causa de las enfermedades tropicales. En tiempo de Macías, todos los misioneros extranjeros –es decir, la mayoría– fueron expulsados. Ahora contamos con un grupo de unos 50, casi todos nativos. Durante algo más de tres semanas voy a visitar las ocho comunidades, incluida la ubicada en la pequeña isla de Annobón.

Hace algo más de un año se estrenó la película española Palmeras en la nieve, que es una adaptación cinematográfica de la novela homónima de Luz Gabás, publicada en 2012. La historia transcurre en la entonces colonia española durante los años 50 y 60 del siglo pasado. Aunque la película no ha tenido el éxito de la novela, ha contribuido a desempolvar páginas de la historia que resultan poco conocidas. De hecho, algunos vienen a Guinea para ver los paisajes que aparecen en la película, pero se decepcionan cuando se enteran de que, por diversas razones, fue rodada en Colombia y no en Guinea. Sea como fuere, todavía quedan bastantes españoles que vivieron allí cuando eran niños o jóvenes. Muchos misioneros claretianos, hoy esparcidos por varios países del mundo, siempre hablan de Guinea con una enorme nostalgia, como si este pequeño país les hubiera robado el corazón. Es el llamado mal de África, una extraña enfermedad que no tiene nada que ver con virus y bacterias sino con un apego emocional que nunca se cura del todo.

Si las conexiones a internet me lo permiten, iré compartiendo con los amigos de El Rincón de Gundisalvus las peripecias de mi itinerario guineano. Me han dicho que las redes Twitter y Facebook están bloqueadas, así que  quienes queráis acceder al blog cada día tendréis que hacerlo directamente archivando su dirección (www.elrincondegundisalvus.blogspot.it) en Mis favoritos. Salir del lugar habitual siempre pone a prueba lo que somos. Uno tiene que acostumbrarse a un nuevo clima, a otro tipo de comidas y de hábitos; en definitiva, a otro ritmo de vida. Entonces aparecen aspectos de nosotros mismos que permanecen latentes cuando nos movemos en espacios que controlamos. A veces, nos descubrimos más frágiles de lo que creíamos; otras, por el contrario, caemos en la cuenta de los muchos recursos que poseemos para relacionarnos con gente nueva, afrontar dificultades, improvisar soluciones y no perder el sentido del humor. Yo, gracias a Dios, cuento con la ayuda inestimable de mis hermanos claretianos, a quienes agradezco todas las muestras de cercanía que me han prodigado desde mi aterrizaje en el aeropuerto de Malabo. Esperemos que la aventura discurra con serenidad, clarividencia y ánimo.

3 comentarios:

  1. Gracias Gonzalo. Estaremos esperando con impaciencia tus reflexiones, pensamientos, opiniones. Te deseamos lo mejor mientras estés en Guinea. Un abrazo enorme. Juan.

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  2. Pues parece que ni internet... Bueno, así retomamos con más ganas 😉

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  3. Nosotros hemos comprado los vuelos para viajar desde Madrid con Plus Ultra ¿Qué nos recomiendas ver en 4 días?

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