lunes, 1 de mayo de 2017

De profesión, trabajador

Siempre me ha llamado la atención que el primer artículo de la Constitución italiana comience así: “L'Italia è una Repubblica democratica, fondata sul lavoro” (Italia es una república democrática, fundada en el trabajo). La Constitución española, por ejemplo, comienza de otro modo: “España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político”. ¿Por qué esta referencia al trabajo en el exordio mismo del texto legislativo más importante de la República italiana? La verdad es que la fórmula fue propuesta por Amintore Fanfani para contentar a comunistas y socialistas a cambio de pedirles su apoyo en otros artículos más del agrado de los democristianos y liberales. En realidad, el artículo, aunque suena muy solemne, no obliga a nada ni ofrece nada. De hecho, basta recordar la cantidad de emigrantes que tuvieron que salir de Italia en busca de trabajo tras la aprobación de la Constitución en 1947 porque su propio país, a pesar del artículo constitucional, no se lo garantizaba. De todos modos, por si no fuera suficiente con lo dicho en el artículo 1, en el 4 se añade: La Repubblica riconosce a tutti i cittadini il diritto al lavoro e promuove le condizioni che rendano effettivo questo diritto. Ogni cittadino ha il dovere di svolgere, secondo le proprie possibilità e la propria scelta, un'attività o una funzione che concorra al progresso materiale o spirituale della società” (La República reconoce a todos los ciudadanos el derecho al trabajo y promueve las condiciones que hagan efectivo este derecho. Todo ciudadano tiene el deber de desarrollar, según sus posibilidades y opciones, una actividad o una función que concurra al progreso material o espiritual de la sociedad). Me gusta esta referencia explícita al trabajo como un derecho que tiene que ser garantizado y como un deber que incumbe a todos. 

Escribo esto porque hoy, 1 de mayo, celebramos el Día Internacional de los trabajadores. En el siglo XX el derecho al trabajo y el deber de ejercerlo constituían una preocupación social, aunque su realización dejara mucho que desear en bastantes países. Hoy, sin embargo, en esta época de globalización económica, el interés por el beneficio económico ha desplazado al valor social del trabajo. La tasa de desempleo sigue siendo alta, la precariedad ha aumentado, los sueldos son bajos y –lo que me parece más inquietante– la preocupación por las personas y su dignidad no constituye el objetivo prioritario de políticos y economistas. El trabajo es un factor más dentro de la cadena productiva, pero no el derecho y el deber que dignifica a las personas y evita su exclusión o marginación. Desde niño he sido educado para trabajar con responsabilidad, competencia y honradez. Llevo inoculado este virus en la sangre.  Aunque reconozco su gran valor, no soy insensible a sus excesos. Uno se puede volver un adicto al trabajo descuidando otras dimensiones importantes de la vida. Hoy, sin embargo, muchos jóvenes buscan trabajo con ansiedad. Sienten que no hay proporción entre el tiempo y los recursos invertidos en su formación y las dificultades para conseguir un empleo digno. Al mismo tiempo, ha ido aumentando la cultura del entretenimiento (que no estimula al trabajo sino al ocio y que genera enormes beneficios económicos para unos pocos) y de la dependencia (que empuja a confiar demasiado en los poderes públicos en detrimento de la responsabilidad personal y social a la hora de crear y buscar empleo).

Creo que hoy es un día para homenajear a los millones de trabajadores que cumplen su tarea con honradez y eficacia, a pesar de que no siempre son tratados como merecen. Es también un día para recordar a los que no encuentran trabajo o están sometidos a empleos muy precarios y mal remunerados. El Día de los Trabajadores recuerda también a los que han dedicado su vida entera a trabajar por los demás y ahora gozan de una merecida pensión, no siempre suficiente para cubrir sus necesidades. Es un día de fiesta, pero también de reivindicación. Los productos no pueden estar nunca por encima de las personas. Muchos de los problemas sociales que hoy tenemos (inequidad, violencia, droga, marginación, etc.) están ligados a la falta de un trabajo digno que desdarrolle a las personas y contribuya al mejoramiento social. 

Todos los trabajadores tienen en san José obrero un modelo y un protector. Los evangelios nos lo presentan como un artesano capaz de hacer un poco de todo al servicio de sus paisanos de Nazaret y de otros pueblos vecinos. Algunos hablan de que pudo trabajar un tiempo en la vecina Séforis. A su lado, Jesús aprendió lo que significa ganarse el pan con el sudor de la frente y comprendió de cerca cómo viven quienes dependen de su trabajo de cada día.


1 comentario:

  1. Y todo apunta a que cada vez más la "modernidad" y el "progreso" avanzan hacia una sociedad robotizada que eliminará empleos. Ya se oye que tendrían que pagar impuestos los robots como defensa ante la no contratación de personas trabajadoras pero si de máquinas. Y eso unido a tu comentario de la sociedad de los placeres y de los divertimientos y entretenimientos. Todo parece contrario al modelo de San José y del propio Jesús y al mensaje bíblico de "ganarás el pan con el sudor de tu frente".

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