
Dimash Qudaibergen es un cantante kazajo, de religión musulmana. Tiene 31 años. Además de cantante con un rango vocal extraordinario, es compositor de canciones, instrumentista y productor discográfico. He sabido de él cuando me he topado con un vídeo en YouTube en el que interpretaba, junto a Plácido Domingo, Josep Carreras y el chelista croata Stjepan Hauser, la famosa canción My Way, popularizada por Frank Sinatra a finales de los años 60.
Las voces de Plácido Domingo y Josep Carreras, aunque todavía poderosas, han perdido el brillo de hace unas décadas. La de Dimash suena en todo su esplendor. La combinación de tradición y novedad resulta atractiva, pero, más que fijarme en la calidad de la interpretación, me detengo ahora en la letra de la famosa canción. La versión en español que pongo a continuación es una traducción literal del texto inglés, no la popularizada por artistas como Raphael, Julio Iglesias, Vicente Fernández, etc.
ENGLISH
ESPAÑOL
And now, the end is near
And so I face the final curtain
My friend, I'll say it clear
I'll state my case, of which I'm certain
I've lived a life that's full
I travelled each and every highway
And more, much more than this
I did it my way
Regrets, I've had a few
But then again, too few to mention
I did what I had to do
And saw it through without exemption
I planned each charted course
Each careful step along the byway
And more, much more than this
I did it my way
Yes, there were times
I'm sure you knew
When I bit off
More than I could chew
But through it all
When there was doubt
I ate it up and spit it out
I faced it all and I stood tall
And did it my way
I've loved, I've laughed and cried
I've had my fill, my share of losing
And now, as tears subside
I find it all so amusing
To think I did all that
And may I say, not in a shy way
Oh, no, oh, no, not me
I did it my way
For what is a man, what has he got?
If not himself, then he has naught
To say the things he truly feels
And not the words of one who kneels
The record shows I took the blows
And did it my way
Yes, it was my way
Y ahora, el final está cerca
Y así me enfrento a la cortina final
Mi amigo, voy a decirlo claro
Voy a exponer mi caso, del que estoy seguro
He vivido una vida plena
Recorrí todos los caminos
Y más, mucho más que esto
Lo hice a mi manera
Arrepentimientos, he tenido algunos
Pero, bueno, demasiado pocos para mencionar
Hice lo que tenía que hacer
Y lo llevé a cabo sin excepción
Planeé cada curso trazado
Cada paso cuidadoso a lo largo del camino
Y más, mucho más que esto
Lo hice a mi manera
Sí, hubo momentos
Estoy seguro de que lo sabías
Cuando mordí
Más de lo que podía masticar
Pero a pesar de todo
Cuando hubo dudas
Me las comí y las escupí
Me enfrenté a todo y me mantuve firme
Y lo hice a mi manera
He amado, he reído y he llorado
He tenido suficiente, he perdido lo que me tocaba
Y ahora, mientras las lágrimas se calman
Lo encuentro todo tan divertido
Pensar que hice todo eso
Y puedo decir, no de una manera tímida
Oh, no, oh, no, yo no
Lo hice a mi manera
Porque ¿qué es un hombre, qué tiene?
Si no es él mismo, entonces no tiene nada
Para decir las cosas que realmente siente
Y no las palabras de alguien que se arrodilla
El registro muestra que recibí los golpes
Y lo hice a mi manera
Sí, fue a mi manera.

En la versión inglesa de Paul Anka (el original francés Comme d’habitude, de Claude François, habla de otras cosas), se cuenta la historia de una persona que, cercana al final de la vida, hace un balance sincero. Reconoce que en ella ha habido un poco de todo (arrepentimientos, excesos, dudas, lágrimas y risas), pero lo importante es que ha sido una vida hecha “a mi manera” (my way).
¿Qué puede sentir una persona cuando está a punto de caer el telón al final de esa obra de teatro que es la propia existencia? No tiene ningún sentido fingir. Es la hora de la verdad. Por eso, en la espiritualidad clásica se invitaba de vez en cuando a meditar sobre la muerte. Aunque a primera vista pueda parecer una perspectiva sombría, en realidad era una forma de dar densidad a la vida.
Desde la verdad última, caemos en la cuenta de nuestras mentiras y engaños presentes, distinguimos con más claridad lo esencial de lo secundario, aprendemos a centrarnos en lo que de verdad vale la pena. Y, en definitiva, nos decidimos a vivir con la libertad de los hijos de Dios, a nuestra manera.

Me pregunto si hoy, en esta sociedad tan guiada por los algoritmos y las presiones de todo tipo, es posible vivir “a mi manera”. No es nada fácil tener ideas propias y actuar de acuerdo a la conciencia. Algunos pueden considerarte una persona retrógrada, fuera del tiempo, que baila ritmos que ya no están de moda. Otros pueden verte como demasiado audaz por atreverte a explorar caminos nuevos que no se ajustan a lo políticamente correcto. A menudo estamos vendidos a la opinión ajena porque todos vivimos, en un grado u otro, del reconocimiento social.
En el ámbito político es casi imposible tener una voz propia porque eso significa no sintonizar con ningún partido. En la Iglesia, por paradójico que resulte, hay más libertad de opinión y de acción, pero cuesta ser fieles a la propia conciencia y no caer en polarizaciones.
Solo los hombres y mujeres de Espíritu viven “a su manera”, que, en realidad, es la manera de Dios. La libertad de ser nosotros mismos no es una concesión al subjetivismo imperante, sino el fruto más granado de la gracia de Dios. Donde la gracia nos ha transformado brota con fuerza la libertad. Pablo lo dijo de forma insuperable: “Donde está el Espíritu, allí está la libertad” (2 Cor 3,17). Movido por el Espíritu de Dios y no por las presiones sociales, también yo puedo vivir “a mi manera”.
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