domingo, 22 de septiembre de 2024

Un camino, dos viajes


El evangelio de este XXV Domingo del Tiempo Ordinario vuelve a presentar a Jesús y sus discípulos en camino. Bajan de la montaña, atraviesan Galilea y llegan hasta Cafarnaúm, junto al lago, donde tienen su “casa”. Aunque todos caminan juntos y recorren el mismo itinerario físico, en realidad viven dos viajes espirituales diferentes: mientras Jesús piensa en su final “a mano de los hombres”, los discípulos discuten acerca de “quién es el más importante” entre ellos. El contraste es evidente. Cada uno de estos viajes espirituales responde a una lógica particular. 

Cuando Jesús les dice que “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará”, los discípulos no entienden nada. Y ni siquiera se atreven a preguntar. Es como si Jesús estuviera en otro mundo y hablara un lenguaje incomprensible. No dice que va a ser entregado en manos de los judíos o los romanos (como sería previsible), sino “en manos de los hombres”. Cuando se escribe el evangelio de Marcos, se conoce muy bien cómo ha terminado la vida de Jesús. No hay demasiado interés en contar los detalles históricos, sino en provocar la responsabilidad del lector. En realidad, todos los seres humanos (“los hombres”) hemos entregado y seguimos entregando a Jesús. No podemos descargar nuestra responsabilidad en un grupo de personajes históricos más o menos siniestros o inconscientes.


El Cristo “entregado en manos de los hombres” es el Cristo ridiculizado por nuestra sociedad autosuficiente, el Cristo traicionado por quienes tendríamos que ser testigos suyos, el Cristo ignorado por quienes no reconocen su rostro en los marginados de este mundo. 

Mientras Jesús camina, vive este viaje espiritual y lo comparte con los suyos, pero ellos están en otra página, tienen sus propios miedos, ambiciones e intereses. Su viaje es el de quien espera sacar tajada del mesianismo de Jesús. Se parece mucho a nuestros viajes personales. ¿De qué nos sirve la religión? ¿Cómo podemos “usarla” para acallar la conciencia o, por lo menos, para serenaros un poco en medio de tantos ruidos actuales?


Los dos viajes convergen cuando aceptamos hacernos como niños: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Jesús ha aceptado colocarse el último de la fila, ceñirse la toalla y lavar los pies de todos los seres humanos. Los discípulos son invitados a hacer lo mismo. En el camino de la entrega y del servicio acabamos encontrándonos todos. Cuando pretendemos sobresalir, ser los primeros, obtener privilegios, acabamos “matando” a alguien, pisando a quien nos estorba, abriéndonos camino a codazos. Cuando nos ceñimos el delantal de servidores, cuando nos ponemos en el nivel más bajo, todos los seres humanos se convierten en hermanos. 

Solo “desde abajo”, desde la humildad y el servicio, podemos afrontar los muchos problemas que hoy tiene la humanidad y de los que las tensiones de las últimas semanas en Oriente medio son un símbolo sangriento. El abrazo de Jesús a un niño es el abrazo que él sigue dando a través de nosotros a todos los que no cuentan. Cuando nosotros lo hacemos estamos abrazándolo a él y, en él, a Dios mismo. Este es el “viaje” que Jesús nos propone para que el suyo y el nuestro converjan en el mismo camino.



1 comentario:

  1. Como los discípulos, cuantas veces tampoco “entiendo nada”.
    Me llama la atención y me lleva a plantearme qué viaje espiritual estoy viviendo… y a tomar conciencia de que muchas veces no reconocemos el rostro de Cristo en los marginados de este mundo.
    En medio de nuestra inconsciencia, se hace realidad este “… hemos entregado y seguimos entregando a Jesús…”
    Nos hablas de “… ceñirnos el delantal de servidores…” y me pregunto ¿cuántas veces he dejado de ceñírmelo por inconsciencia, por pereza, o por miedo?
    Gracias Gonzalo porque la entrada de hoy está llena de mensajes que por lo menos a mi me ayudan a plantearme la vida en serio y me ponen de relieve lo que cuesta vivir un poco consciente en el camino de la vida.

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