domingo, 1 de octubre de 2023

Tener sus sentimientos


Llevo varios días sin asomarme a este Rincón porque “no me alcanza la vida”. Han sucedido tantas cosas que no he tenido tiempo para rumiarlas. ¡Y menos para escribir sobre ellas! Inmersos en el veranillo de san Miguel (que este año es un verano en toda regla), nos hemos plantado en el mes de octubre. Si hoy no hubiera sido domingo, habríamos celebrado la memoria de santa Teresa de Lisieux (1873-1897), una santa que tiene mucho que decir a los cristianos del siglo XXI. 

Precisamente el año de su muerte (1897), abrimos los claretianos nuestra comunidad de Aranda de Duero, el lugar donde yo conocí la congregación misionera a la que pertenezco. Ayer, tras 126 años de presencia ininterrumpida en la capital de la Ribera del Duero, nos despedimos de la población con una misa de acción de gracias presidida por monseñor Mario Iceta, arzobispo de Burgos. No pude evitar emocionarme en varios momentos de la celebración, sobre todo, cuando, al final, varias personas (representando a la Adoración Nocturna, al Orfeón Corazón de María, a los religiosos y sacerdotes de la zona y al colegio Claret) nos dirigieron palabras de gratitud y expresaron su tristeza por nuestra marcha. El arzobispo insistió en que lo propio de una congregación misionera es la itinerancia, pero todos éramos conscientes de que en esta ocasión la verdadera razón es nuestra fragilidad. Cada vez somos menos y mayores. Los tres que formaban la última comunidad superaban con creces los 80 años.


El mensaje de este XXVI Domingo del Tiempo Ordinario es una fuerte invitación a tener los mismos sentimientos que Jesús, que “a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos”. Jesús también experimentó en carne propia la fragilidad de la condición humana. Fue “uno de tantos”. Pero “Dios lo levantó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre”. 

Cuando ponemos nuestra confianza absoluta en Dios, lo que humanamente parece débil se convierte en lugar donde brilla su gloria. No debemos tener miedo a la fragilidad, sino a la infidelidad. Este es también el contenido de la conocida parábola que Jesús nos cuenta hoy y que he comentado en varias ocasiones en este blog. También nosotros en unas ocasiones decimos sí luego no hacemos lo prometido; en otras, decimos no y, al final, cumplimos. Nuestra vocación es la de llegar a ser como “el tercer hijo” (es decir, Jesús), que dijo siempre sí y fue fiel hasta el final.


Los publicanos y las prostitutas pueden enseñarnos algo que no es común en las personas que se consideran religiosas: la capacidad de llamar a las cosas por su nombre y de no considerarse siempre en regla. Jesús alude a estas dos categorías de personas porque en su tiempo representaban a los pecadores públicos que, además, se reconocían como tal. Solo cuando alguien se sabe frágil, indigente, necesitado, se abre a la misericordia de Dios. Si uno de los rasgos de nuestra cultura moderna es la autosuficiencia, no debería extrañarnos que nos cueste tanto creer en Dios y dejarnos curar por su amor. 

Para parecernos al “tercer hijo” tenemos que tomar muy en serio las recomendaciones de Pablo a la comunidad de Filipo: “No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás. No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás”. Cuando nos dejamos guiar por la humildad, entonces, sin saber cómo, se hace luz en la noche de nuestra increencia o de nuestro escepticismo. Teresa de Lisieux podría decírnoslo desde su propia experiencia. Ella es maestra de la infancia espiritual.

1 comentario:

  1. No es fácil ser siempre como el tercer hijo… saber decir SI de corazón… Creo que lo importante es saber reconocer nuestras debilidades y saber rectificar…

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