miércoles, 27 de abril de 2022

No es fácil soñar


Llegan noticias inquietantes de Rusia y de Ucrania. La situación empeora. Parece que no ha servido de mucho la entrevista del secretario general de las Naciones Unidas con Putin. Aquí en Polonia hay miedo a los rusos. Temen que se repita la historia. Mientras, no sabemos bien qué hacer. ¿Es solo cuestión de esperar? ¿Qué hilos hay que mover para que este conflicto encuentre una salida? Estas preguntas nos acompañan como trasfondo mientras realizamos el VII Capítulo de la Provincia claretiana de Polonia. Sus misioneros están presentes en Polonia, Bielorrusia, Siberia, Ucrania y en dos países del África occidental: Costa de Marfil y Burkina Faso. 

Gracias a Dios, contamos con la ayuda de dos traductores polacos: un joven sacerdote de la diócesis de Wroclaw que traduce al español y un religioso vicentino que traduce al francés. El primero ha estudiado en Pamplona y el segundo en París. Ambos están realizando un trabajo excelente porque tienen un gran dominio del español y del francés respectivamente. Sin su ayuda, resultaría imposible la tarea de animación del Capítulo. Mi polaco no va más allá de algunos saludos mal pronunciados.


La segunda etapa del capítulo consiste en “soñar el futuro” de la Provincia para los próximos seis años, abrirnos a la novedad que Dios quiere para este grupo de misioneros. Si en la mayoría de las culturas el “sueño” se identifica con algo quimérico e irreal, en la polaca este riesgo se agudiza. Los polacos tienen una mentalidad muy práctica, muy a ras de suelo, como me ha dicho uno de ellos. Les cuesta soñar, imaginar que las cosas pueden ser de otra manera, que el futuro se anticipa en el presente. Quizá, por eso mismo, necesitan ensayar este camino. Los grupos que no sueñan permanecen bloqueados en la dulce rutina de la repetición. Pierden oportunidades de crecimiento. En cierto sentido, renuncian a vivir. 

Mientras presentaba esta nueva etapa, caía en la cuenta de la importancia de las palabras que usamos y de la distinta resonancia que tienen en cada uno de nosotros. Para mí, por ejemplo, la palabra “sueño” (dream, sogno, rêve) evoca una realidad positiva, prometedora y energizante. Para otras personas, sin embargo, “sueño” significa quimera, pesadilla y huida de la realidad. 

Además de las distintas resonancias en cada persona, hay que prestar atención al significado que estas palabras tienen en cada lengua. Si yo digo en inglés –con Martin Luther King– “I have a dream” (Tengo un sueño), estoy conectando con una corriente bíblica que se remonta a los profetas. Isaías, Daniel y Joel, por ejemplo, son libros cargados de sueños. Tal vez si digo eso mismo en polaco (“Mam marzenie”), las personas que lo escuchan experimentan otro tipo de sentimientos. De ahí que las traducciones no pueden ser siempre literales. Necesitan captar, hasta donde sea posible, las resonancias que cada vocablo produce en los hablantes.


Jesús nos ha embarcado a sus seguidores en el gran sueño del reinado de Dios. Este sueño no supone una escapatoria de la vida real, sino la fuente de energía para comprometernos con la transformación de este mundo. Las bienaventuranzas son como la carta magna del sueño de Jesús de un mundo nuevo. Es probable que para aquellos que ven el mundo con ojos pragmáticos constituyan un hermoso brindis al sol, pero para quienes han hecho de la fe en Jesús la razón de su vida constituyen un horizonte de sentido y un motivo de compromiso. 

¿Por qué unas personas sueñan y otras no? Entre las diversas razones que influyen, hay una determinante: el propio perfil psicológico. Hay caracteres que propenden a los sueños y otros que son casi refractarios, sin que en esta inclinación o disgusto intervenga mucho la voluntad. Una segunda razón tiene que ver con las experiencias vividas. Cuando uno ha tenido sueños desde niño y estos sueños se han ido concretando en proyectos de vida e incluso en éxitos, entonces soñar se convierte en una actividad energética. Cuando, por el contrario, uno ha ido de frustración en frustración, asocia la palabra “sueño” a algo irrealizable e incluso dañino para el equilibrio personal. Hablando se entiende la gente.

1 comentario:

  1. He ido dando vueltas al tema y sí, necesitamos soñar, pero necesitamos mucha confianza para poder hacerlo. Atrevernos a soñar es atrevernos a lanzarnos a actuar… Podemos aprender de los niños a soñar.
    Es una palaba que puede tener muchas connotaciones, como dices; puede tener distintos significados según sea la persona a la que se le pide que “sueñe”… llevamos muchas grabaciones en nuestro interior y su eco nos está influyendo.
    A nivel espiritual, para lanzarnos a realizar nuestros sueños, necesitamos confiar en que Dios nos sostiene y que, pase lo que pase, siempre estará ahí. Vamos avanzando, fruto de grandes sueños que se han hecho realidad.
    Gracias por animarnos a soñar… Unidos podemos hacer que sea una realidad el sueño de un mundo mejor. Buen trabajo en este Capítulo que supongo que no es fácil pero también os resultará, a todos, muy enriquecedor.

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